Una Llamada Bíblica a la Autoevaluación Espiritual
En muchas iglesias actuales, el mensaje predominante se centra en las bendiciones que podemos recibir de Dios con un mínimo esfuerzo: levantar la mano, repetir una oración y asistir regularmente a servicios llenos de palabras motivacionales. Se nos dice que Dios es solo amor, que todo lo perdona y que nos acepta sin importar cómo vivamos, sin mencionar el arrepentimiento, la negación de uno mismo o el costo de seguir a Cristo. Este evangelio superficial nos promete un boleto fácil al cielo, pero ¿es eso lo que la Biblia enseña? En este capítulo, exploraremos por qué examinarnos a nosotros mismos es esencial para la vida cristiana, cómo hacerlo a la luz de la Escritura y cómo encontrar seguridad en la justicia de Cristo, no en nuestras propias obras.
La Dilución del Mensaje: Un Evangelio sin Costo
Vivimos en una era donde el mensaje del evangelio a menudo se ha diluido hasta convertirse en una fórmula de prosperidad y felicidad instantánea. Se nos anima a apropiarnos de promesas bíblicas de bienestar —"Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz" (Jeremías 29:11)— sin considerar su contexto histórico, su audiencia original o su significado real. Queremos escuchar palabras de aliento y evitar cualquier mención de peligro, sacrificio o juicio. Como resultado, muchos cristianos han adoptado una fe cómoda que no requiere transformación ni rendición al señorío de Cristo.
Sin embargo, esta actitud refleja más nuestra propia complacencia que la verdad de la Palabra de Dios. Jesús mismo advirtió sobre los peligros que enfrentan Sus seguidores: falsos profetas (Mateo 7:15), persecución (Juan 16:33) y la posibilidad de autoengaño (Mateo 7:21-23). Como dice Mike McKinley en su libro ¿Soy realmente cristiano?:
"El mero hecho de que Jesús nos hable acerca del peligro en el que estamos
es prueba de Su amor y misericordia. Él nos ha dado estas advertencias y quiere
que les prestemos atención."
Las palabras de Cristo no son un simple eco de optimismo; son una alarma que
debe resonar en nuestras almas, llamándonos a examinarnos y asegurarnos de que
estamos verdaderamente en la fe.
El Mandato Bíblico: Examinad y Probad
La Escritura no nos deja en la oscuridad sobre la necesidad de autoevaluarnos. El apóstol Pablo instruye a los corintios:
"Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros
mismos" (2 Corintios 13:5).
De manera similar, Pedro exhorta a los creyentes:
"Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y
elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás" (2 Pedro 1:10).
Estas no son sugerencias casuales; son mandatos urgentes dados por amor. Pablo y Pedro sabían que los cristianos enfrentan el riesgo de engañarse a sí mismos, creyendo que están seguros en su fe cuando, en realidad, podrían estar lejos de Cristo. Examinarnos no es un ejercicio de duda morbosa, sino un acto de obediencia que nos protege de la complacencia espiritual y nos asegura una entrada abundante en el reino de nuestro Salvador (2 Pedro 1:11).
¿Cómo Examinarnos? Las Pruebas de la Escritura
Jesús y los apóstoles nos proporcionan criterios claros para evaluar si estamos en la fe. No se trata de confiar en nuestros sentimientos ni en una oración pasada, sino de buscar evidencias bíblicas de una vida transformada por el Espíritu Santo. Algunos ejemplos incluyen:
- Arrepentimiento y Fe: ¿Hemos reconocido nuestro pecado y confiado en Cristo como nuestro único Salvador? (Hechos 3:19; Romanos 10:9).
- Amor por Dios y el Prójimo: ¿Amamos a Dios con todo nuestro ser y a nuestro prójimo como a nosotros mismos? (Mateo 22:37-39; 1 Juan 4:7-8).
- Obediencia a la Palabra: ¿Buscamos obedecer los mandatos de Cristo, no para ganar la salvación, sino como fruto de nuestra fe? (Juan 14:15; Santiago 2:17).
- Fruto del Espíritu: ¿Se manifiestan en nuestra vida las virtudes del Espíritu, como amor, gozo, paz y paciencia? (Gálatas 5:22-23).
- Perseverancia: ¿Seguimos firmes en la fe a pesar de las pruebas, confiando en la promesa de que Dios completará Su obra en nosotros? (Filipenses 1:6; Hebreos 12:1-2).
Estas pruebas no son una lista para presumir de nuestra justicia, sino un espejo para reflejar nuestra necesidad de Cristo. Como humanos, no siempre somos los mejores jueces de nosotros mismos; nuestras percepciones pueden estar nubladas por el orgullo o el autoengaño. Por eso, es vital rodearnos de cristianos maduros y honestos que nos ayuden a ver lo que nosotros no podemos, ofreciendo corrección amorosa y aliento fiel.
Los Peligros que Enfrentamos
Ignorar el llamado a examinarnos nos expone a múltiples peligros espirituales:
- Autoengaño: Podemos creer que somos cristianos porque asistimos a la iglesia o repetimos una oración, sin que haya un cambio real en nuestro corazón (Mateo 7:21-23).
- Complacencia: La tibieza espiritual, como la de la iglesia de Laodicea, puede hacernos indiferentes a la santidad de Dios (Apocalipsis 3:15-17).
- Falsas Enseñanzas: Sin un fundamento sólido en la verdad, somos presa fácil de doctrinas que prometen mucho pero no exigen nada (2 Timoteo 4:3-4).
Jesús no nos advierte de estos peligros para condenarnos, sino para protegernos. Su amor no es un permiso para pecar, sino un llamado a negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirle (Mateo 16:24). Esto implica sacrificio, renovación de la mente (Romanos 12:2) y la muerte del "viejo hombre" para que nazca uno nuevo en Cristo (Efesios 4:22-24).
Nuestra Insuficiencia y la Justicia de Cristo
Un examen honesto de nuestras vidas nos llevará a una conclusión inevitable: nunca seremos lo suficientemente justos como para agradar a Dios por nosotros mismos. Nuestros mejores esfuerzos están manchados por el pecado (Isaías 64:6), y nuestras fallas nos recuerdan que necesitamos un Salvador. Aquí radica la buena noticia del evangelio: no dependemos de nuestra justicia, sino de la justicia perfecta de Cristo.
Cuando nos acercamos a Él con fe genuina, Su justicia nos es imputada (2 Corintios 5:21). No ganamos la salvación por nuestras obras, sino que la recibimos como un regalo inmerecido por la gracia de Dios (Efesios 2:8-9). Este entendimiento no nos exime de examinarnos, sino que nos da la seguridad de que nuestra esperanza no está en nosotros mismos, sino en Aquel que murió y resucitó por nosotros.
Un Examen que Conduce a la Seguridad
Amado lector, examinarnos a nosotros mismos no es un ejercicio de condenación, sino de amor y misericordia. Las advertencias de Jesús y los apóstoles son un regalo que nos protege del autoengaño y nos guía hacia la seguridad en Cristo. No te conformes con un evangelio superficial que promete todo sin exigir nada; escudriña tu vida a la luz de la Palabra, confiando en la guía del Espíritu Santo y en la sabiduría de la comunidad de fe.
Cuando las pruebas revelen tus fallas, no desesperes. Mira a Cristo, cuya justicia perfecta cubre tus imperfecciones. Alabado sea Dios por esta verdad gloriosa: no necesitamos ser perfectos para ser aprobados, porque Él ya lo fue por nosotros. Que este examen nos humille, nos santifique y nos lleve a depender cada día más de nuestro Salvador, para que, al final, escuchemos esas palabras preciosas: "Bien, buen siervo y fiel; entra en el gozo de tu señor" (Mateo 25:21).
Muy bueno su trabajo !!! Se necesita mas ensañansa de esto estoy totalmente de acuerdo. Bendiciones !!!!
ResponderEliminar