viernes, 16 de octubre de 2015

Examinándonos a Nosotros Mismos.


Hoy en día es difícil escuchar predicadores que hablen sobre los peligros que existen en la vida de un cristiano, es muy común escuchar un mensaje de todo lo que podemos recibir de parte de Dios con tan solo decir que somos cristianos levantar la manito y repetir una oración de “fe”; y aprendemos que con asistir constantemente a la “iglesia” a escuchar palabras de motivación de parte de un hombre (o de una mujer) domingo a domingo ya hemos sido aprobados y Dios nos dice: ¡bienvenido al cielo!

También escuchamos que Dios solo es amor por aquí y amor por allá, que Él permite y perdona todo por el simple hecho de Él ser amor, sin hablar de arrepentimiento, de negarse a sí mismo, de matar al viejo hombre, nacer de nuevo, renovar la mente, y la cantidad de sacrificios que debemos hacer de nuestra parte para tratar de parecernos un poquito a nuestro Señor Jesús.

Todo esto nos nubla la visión verdadera de lo que Dios quiere de nosotros sus hijos y de lo que debemos hacer para escapar de los peligros con los cuales los cristianos nos topamos a menudo.

Gran parte de la culpa de que el verdadero mensaje se haya diluido y hasta remplazado recae sobre nosotros mismos ya que no queremos escuchar de peligros ni sacrificios por hacer, ni ningún tipo de  “malas noticias”, solo queremos oír de “felicidad”, “prosperidad” y todas las bellas palabras existentes en el diccionario y solo compramos, repetimos y hasta nos aprendemos de memoria las promesas de bienestar que el Señor o algún personaje de la Biblia declaró, apropiándonos de esas palabras sin importarnos el contexto, a quien fueron escritas, bajo que tono fueron dichas o que en realidad significan, las queremos para nosotros y punto, sea como sea.

Mike McKinley en su libro ¿Soy realmente cristiano? explica que “el mero hecho de que Jesús nos hable acerca del peligro en el que estamos es prueba de su amor y misericordia. Él nos ha dado estas advertencias y quiere que les prestemos atención.

Sus palabras deberían resonar en nuestras almas como una alarma de incendio.

Sus alertas tienen el propósito de ayudarnos a llegar al último día sin que nos engañemos a nosotros mismos.”

Por estas mismas razones, el apóstol Pablo instruye a la iglesia en Corinto:

“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos” (2 Co. 13:5).

El apóstol Pedro instruye:

“Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:10-11).

Pablo y Pedro amaban a las personas que iban a leer sus cartas, por lo que les advirtieron que examinaran con cuidado sus vidas antes de que fuera demasiado tarde.

Debemos buscar los lugares de la Escritura donde Jesús nos dice exactamente sobre qué base podemos examinarnos a nosotros mismos para ver si estamos en la fe.

Debido a que no siempre somos los mejores jueces de nuestras propias vidas y conductas, es sumamente importante contar con cristianos sabios y honestos a nuestro alrededor que nos puedan ayudar a ver las cosas que no podemos ver por nosotros mismos.

Nunca serás lo suficientemente justo como para agradar a Dios. Pero la justicia perfecta de
Cristo llega a ser nuestra cuando nos acercamos a Él con fe.

¡Alabado sea Dios por estas buenas noticias!


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1 comentario:

  1. Muy bueno su trabajo !!! Se necesita mas ensañansa de esto estoy totalmente de acuerdo. Bendiciones !!!!

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