Casi todo el mundo dice creer en el "libre
albedrío". Pero ¿se sabe qué quiere decir eso? Parece que existe bastante
superstición en cuanto a ese tema. Se considera que el albedrío es un gran
poder del alma humana, que tiene completa libertad para dirigir nuestras vidas.
¿En qué consiste esa supuesta libertad?
¿En qué consiste esa supuesta libertad?
Nadie niega que el ser humano tenga albedrío, es
decir, la facultad de escoger lo que quiera decir, hacer y pensar. Pero vale la
pena reflexionar sobre la miserable debilidad de ese albedrío, pues, aunque una
persona tenga la capacidad de tomar una decisión, no tiene la aptitud de
llevarla a cabo.
El albedrío puede trazar un modo de proceder, pero no tiene
poder para ejecutar sus intenciones.
Según una conocida historia bíblica, los hermanos de José lo aborrecían y vendieron como esclavo. Pero Dios se valió de su acción para hacer de José el gobernante sobre ellos. Con sus hechos, se propusieron hacer daño a José, pero Dios dirigió los hechos para el bien de José.
"Vosotros pensasteis mal contra mí, más
Dios lo encaminó a bien" (Génesis 50: 20).
"El
corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos"
(Proverbios 16: 9).
En lugar de alabar al albedrío humano, debemos alabar
humildemente al Señor, cuyos propósitos determinan nuestras vidas, según
confesó el profeta Jeremías:
"Conozco,
oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es
el ordenar sus pasos" (Jeremías 10: 23).
Cierto es que un hombre puede escoger lo que quiera y puede proyectar lo que desee, pero el albedrío no es libre para lograr ninguna cosa contraria a los propósitos de Dios. Tampoco tiene poder de alcanzar sus metas, sino tan sólo el poder que Dios le conceda. Acordémonos de la parábola de Jesús sobre el rico insensato.
El rico dijo: "Esto
haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos
mis frutos y mis bienes… Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedir tu
alma…" (Lucas 12: 18-20).
Tenía libertad
para pensar, pero no para realizar. Hay peligro de que suceda lo mismo con
todos aquellos que se jactan de su propio albedrío.
Al hablar del "libre albedrío", casi todo el
mundo supone que la naturaleza humana es neutral en cuanto al bien y el mal, y
que, por tanto, es capaz de escoger entre los dos, pero tal idea es falsa.
Tanto el albedrío como la naturaleza humana se encaminan única y continuamente
al mal.
"¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus
manchas? Así también, ¿podéis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer
mal?" (Jeremías 13: 23).
La necesidad imperiosa de todo hombre es la
transformación sobrenatural de su ser. De otra manera, su albedrío permanece
esclavizado a escoger el mal.
EL MITO DE LA
LIBERTAD ESPIRITUAL
A pesar de lo que hemos visto, algunos insisten en que
el albedrío humano hace la elección final entre la vida y la muerte
espirituales. Se supone que, en este campo, por lo menos, el albedrío es
totalmente libre para aceptar o para rechazar la vida eterna ofrecida en Cristo
Jesús.
Se dice que Dios otorgará una nueva naturaleza a todo aquel que por el poder de su propio "libre albedrío" decida recibir a Jesucristo.
Pero ¿cómo llegan los hombres a recibir voluntariamente al Señor? Se contesta: "por su libre albedrío". Pero ¿cómo puede ser así?
Se dice que Dios otorgará una nueva naturaleza a todo aquel que por el poder de su propio "libre albedrío" decida recibir a Jesucristo.
Pero ¿cómo llegan los hombres a recibir voluntariamente al Señor? Se contesta: "por su libre albedrío". Pero ¿cómo puede ser así?
Jesús es Profeta y recibirle es creer todo lo que Él dice.
En Juan 8: 41-45, Jesús declara que los inconversos
son hijos de Satanás. Este padre malo aborrece la verdad e imparte a su prole
el mismo prejuicio. Así es que Jesús dice:
"A mí,
porque digo la verdad, no me creéis" (Juan 8: 45).
¿Puede el
albedrío saltar fuera del ser humano y puede escoger creer lo que la mente
aborrece y niega?
En Romanos 3:21-25, Pablo proclama con seguridad:
La confianza en
Jesucristo
La Biblia misma
nos enseña claramente que ahora Dios nos acepta sin necesidad de cumplir la
ley. Dios acepta a todos los que creen y confían en Jesucristo, sin importar si
son judíos o no lo son. Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios.
Pero él nos ama mucho, y nos declara inocentes sin pedirnos nada a cambio. Por
medio de Jesús, nos ha librado del castigo que merecían nuestros pecados. (25-26)
Dios envió a Jesucristo para morir por nosotros. Si confiamos en que Jesús
murió por nosotros, Dios nos perdonará. Con esto Dios demuestra que es justo y
que, gracias a su paciencia, ahora nos perdona todo lo malo que antes hicimos.
Él es justo, y sólo acepta a los que confían en Jesús.
(Rom 3:21-25)
Estas palabras son como un cañonazo contra el “libre
albedrío”. Pablo establece una diferencia entre la justicia que Dios da y la
justicia que proviene de guardar la Ley.
El “libre albedrío” sólo podría prosperar si el hombre
pudiera ser salvo por guardar la Ley.
Pero Pablo demuestra claramente que somos salvos sin
depender en ningún sentido de las obras de la Ley. No importa cuánto imaginemos
que un supuesto “libre albedrío” podría hacer buenas obras y convertirnos en
buenos ciudadanos, Pablo todavía diría que la justicia que Dios da es algo totalmente
diferente. Es imposible que el “libre albedrío” sobreviva el ataque de
versículos como este.
Estos versículos también lanzan otro cañonazo contra
el “libre albedrío”. En ellos, Pablo marca la diferencia entre creyentes y no
creyentes (Romanos 3:22). Nadie puede negar que el supuesto poder del “libre
albedrío” sea muy diferente a la fe en Jesucristo.
Pero sin la fe en Cristo, Pablo dice que nada puede
ser aceptable a Dios. Y si algo no es aceptable a Dios, es pecado. No puede ser
neutral. Por lo tanto, el “libre albedrío”, si existe, es pecado porque va en
contra de la fe, y no da gloria a Dios.
Romanos 3:23 es otro cañonazo:
“Por cuanto
todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.
Pablo NO dice: “Todos han pecado, excepto los que
hacen buenas obras por su propia voluntad o sea su “libre albedrío”.
No existen excepciones. Si fuera posible hacernos
aceptables a Dios por el “libre albedrío” entonces Pablo es un mentiroso:
debió dar lugar a las excepciones. En cambio, afirma claramente que debido al
pecado, nadie puede verdaderamente glorificar y agradar a Dios.
Cualquiera que agrada a Dios tiene que saber que Dios
se agrada en él o ella. Pero nuestra experiencia nos enseña que nada en
nosotros agrada a Dios. Pregúnteles a los que defienden el “libre albedrío” si
hay algo en ellos que agrada a Dios. Tienen que admitir que no. Y Pablo dice claramente
que no lo hay. Aun los que creen en el “libre albedrío” tienen que coincidir
conmigo que no pueden glorificar a Dios por sus propios medios.
Aun con su “libre albedrío” dudan si agradan o no a
Dios. Por lo tanto, doy prueba, por el testimonio de sus propias conciencias,
que el “libre albedrío” no agrada a Dios.
Aun con todas las fuerzas y los esfuerzos, el “libre
albedrío” es culpable del pecado de la incredulidad. Así es que vemos que la
doctrina de la salvación por medio de la fe es muy contraria a cualquier idea
de “libre albedrío”.
Léase Juan 1: 12-13, donde se afirma que aquellos que creen en Cristo son engendrados, no de la voluntad humana, sino de Dios.
Lázaro, cuando yacía en la tumba, no escogió resucitarse, pero cuando Cristo le dio vida, entonces, de su albedrío, obedeció la voz de Cristo y salió de esa tumba (Juan, capítulo 11). De conformidad a esto, el apóstol Pablo dice:
Amado lector, arrójate sobre esta gracia, sobre esta misericordia divina, implorando la salvación. Pide a Dios que Su Espíritu de gracia cree en ti un espíritu nuevo, una naturaleza nueva.
Es la gracia de Dios y no el albedrío del hombre, la
que imparte al pecador un corazón nuevo. A menos que Dios cambie el corazón,
creando en él un espíritu de paz, verdad y sumisión, el hombre jamás escogerá a
Jesucristo y la vida eterna que hay en Él. Es necesario que el hombre reciba un
corazón nuevo para poder creer, aun en el asunto de la conversión. De otra
manera el albedrío quedará esclavizado a la depravada naturaleza humana. Jesús
dijo:
"Os es necesario nacer de nuevo" (Juan 3: 7).
Si nos falta este
nuevo nacimiento, jamás veremos el reino de Dios.
Léase Juan 1: 12-13, donde se afirma que aquellos que creen en Cristo son engendrados, no de la voluntad humana, sino de Dios.
El albedrío de un hombre
no tuvo nada que ver con su nacimiento natural, y tampoco tiene que ver con el
nuevo nacimiento, el espiritual. Debemos dar gracias a nuestro Creador que nos
dio la vida natural y "si alguno está en Cristo, nueva criatura es"
(2 Corintios 5: 17). ¿Quién escogió ser creado jamás?
Lázaro, cuando yacía en la tumba, no escogió resucitarse, pero cuando Cristo le dio vida, entonces, de su albedrío, obedeció la voz de Cristo y salió de esa tumba (Juan, capítulo 11). De conformidad a esto, el apóstol Pablo dice:
"Aun estando nosotros muertos en pecados, (Dios) nos dio vida juntamente
con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó"
(Efesios 2: 5-6).
Ejercer la fe es el primer acto del albedrío hecho nuevo por
el Espíritu Santo. Recibir a Cristo es un acto humano igual que respirar, pero
un ser humano no puede respirar a menos que Dios le dé primero la vida física,
y tampoco puede ejercer la fe a menos que Dios le dé primero vida
espiritual.
Caídos en el pecado, hundidos en la miseria y totalmente sin recursos, ¿qué podemos?
Caídos en el pecado, hundidos en la miseria y totalmente sin recursos, ¿qué podemos?
El "libre albedrío" humano no nos ofrece ninguna ayuda. Sólo
la poderosa gracia de Dios nos ofrece escape.
Amado lector, arrójate sobre esta gracia, sobre esta misericordia divina, implorando la salvación. Pide a Dios que Su Espíritu de gracia cree en ti un espíritu nuevo, una naturaleza nueva.
excelente
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