miércoles, 19 de marzo de 2025

Daniel 4:35 y Efesios 1:4-5 - La Soberanía de Dios y la Predestinación: Una Perspectiva Bíblica Reformada.









"Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, ni le diga: ¿Qué haces?".

Daniel 4:35


"Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad".

Efesios 1:4-5 
 
La doctrina de la soberanía de Dios y la predestinación ha sido, a lo largo de la historia de la iglesia, tanto una fuente de consuelo como un campo de batalla teológico. Para algunos, estas verdades bíblicas son un refugio que exalta la grandeza de Dios y la seguridad de la salvación. Para otros, sin embargo, son conceptos que generan incomodidad, confusión o incluso rechazo. ¿Es Dios arbitrario al predestinar a algunos para la salvación y a otros no? ¿Elimina esta doctrina la responsabilidad humana, convirtiéndonos en meros títeres de un destino inescapable? ¿O acaso exalta el libre albedrío humano por encima de la autoridad divina, como sugieren algunos? Estas preguntas no son nuevas, pero requieren una respuesta clara y fiel a las Escrituras desde la perspectiva reformada.

En este artículo, exploraremos la soberanía de Dios y la predestinación desde un enfoque bíblico y reformado. Abordaremos las controversias y malentendidos comunes, demostrando que esta doctrina no solo es coherente con la Palabra de Dios, sino que también es un estímulo para la humildad, la adoración y la confianza en la gracia soberana de nuestro Creador.

La Soberanía de Dios: El Fundamento de la Predestinación

Antes de sumergirnos en la predestinación, debemos establecer el cimiento sobre el cual se construye: la soberanía absoluta de Dios. La Biblia declara en múltiples ocasiones que Dios es el Rey supremo sobre toda la creación. En Daniel 4:35, leemos: "Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, ni le diga: ¿Qué haces?". Este versículo encapsula una verdad inescapable: nada ocurre fuera del control de Dios. Desde las estrellas en el firmamento hasta los eventos más pequeños de nuestra vida, todo está bajo Su dominio.

Salmo 115:3 añade:

"Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho".

Esta soberanía no es caprichosa ni tiránica; es la expresión de un Dios santo, justo y bueno cuya voluntad es siempre perfecta. Como escribe el teólogo reformado Louis Berkhof: "La soberanía de Dios es la base de toda religión verdadera. Sin ella, no hay certeza de que Sus promesas se cumplan ni de que Su plan redentor llegue a su consumación".

Cuando hablamos de predestinación, no podemos separarla de esta realidad. La predestinación es simplemente la aplicación de la soberanía de Dios al ámbito de la salvación.

Efesios 1:11 afirma que Dios "hace todas las cosas según el designio de su voluntad". Esto incluye la elección de aquellos que serán salvos, un acto que no depende de méritos humanos, sino de Su propósito eterno.


La Predestinación en las Escrituras

La Biblia no titubea al hablar de la predestinación. Uno de los pasajes más claros es Efesios 1:4-5: "Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad". Aquí vemos que la elección de Dios no es una reacción a nuestras acciones, sino una decisión eterna tomada antes de que el mundo existiera. No se basa en lo que hacemos, sino en el "puro afecto de su voluntad".

Romanos 8:29-30 ofrece una cadena de oro que conecta la predestinación con la glorificación:

"Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó".

Este pasaje demuestra que la predestinación es parte de un plan divino completo que asegura la salvación de los elegidos desde el principio hasta el fin.

Juan 6:37 refuerza esta verdad con las palabras de Jesús:

"Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera".

Aquí vemos la soberanía de Dios (el Padre da) y la responsabilidad humana (vendrá a mí) entrelazadas, un tema al que volveremos más adelante.


Controversias y Malentendidos

A pesar de la claridad bíblica, la predestinación ha sido objeto de controversias y malentendidos. Uno de los más comunes es la acusación de que hace a Dios parecer arbitrario o injusto. "¿Cómo puede Dios elegir a algunos y no a otros sin ser parcial?", preguntan algunos. Esta objeción surge de una visión antropocéntrica que asume que los seres humanos merecen algo de Dios. Sin embargo, Romanos 9:14-15 responde directamente:

"¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Porque a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca".

La justicia de Dios no está sujeta a nuestras normas; Él es el alfarero, y nosotros somos el barro (Romanos 9:21). Su elección no es injusta porque nadie merece la salvación; todos merecemos condenación por nuestro pecado (Romanos 3:23).

Otro malentendido es el hipercalvinismo, que lleva la predestinación a un extremo que niega la responsabilidad humana. Los hipercalvinistas argumentan que, si Dios ha predestinado todo, no hay necesidad de evangelizar o de exhortar a las personas a arrepentirse. Sin embargo, esto contradice las Escrituras. Jesús mismo dijo:

"Arrepentíos y creed en el evangelio" (Marcos 1:15), y Pablo escribió: "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?" (Romanos 10:14). La soberanía de Dios no anula los medios que Él ha establecido, como la predicación del evangelio.

Por otro lado, el arminianismo exalta el libre albedrío humano por encima de la soberanía divina, sugiriendo que la elección de Dios depende de la decisión del hombre de aceptar o rechazar a Cristo. Aunque esta visión parece preservar la justicia humana, socava la gracia soberana. Si la salvación depende de nuestra elección, entonces no es completamente por gracia. Efesios 2:8-9 refuta esto:

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe".


La Responsabilidad Humana y la Gracia Soberana

Uno de los aspectos más bellos de la perspectiva reformada es cómo armoniza la soberanía de Dios con la responsabilidad humana. Aunque Dios predestina, las Escrituras nos llaman constantemente a actuar. Hechos 17:30 dice:

"Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan".

Este mandato es universal y genuino, aunque solo los elegidos responderán por la obra del Espíritu Santo en sus corazones.

Juan Calvino abordó esta tensión con sabiduría: "La predestinación no es un obstáculo para la fe, sino un estímulo para la humildad y la adoración". Lejos de desalentarnos, la predestinación nos humilla al recordarnos que no hay nada en nosotros que merezca la salvación. Al mismo tiempo, nos impulsa a adorar a un Dios cuya gracia es tan poderosa que vence nuestra rebelión.

Un ejemplo práctico de esta armonía se encuentra en Filipenses 2:12-13:

"Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, [...] ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad".

Aquí vemos el mandato humano ("ocupaos") y la obra soberana de Dios ("Dios es el que produce") trabajando juntos.


Implicaciones Prácticas de la Predestinación

La doctrina de la predestinación no es un mero ejercicio teológico; tiene implicaciones profundas para nuestra vida cristiana. Primero, nos da seguridad. Si Dios nos ha elegido desde antes de la fundación del mundo, nada puede arrebatarnos de Su mano (Juan 10:28-29). Segundo, nos motiva a la santidad. Efesios 1:4 nos dice que fuimos predestinados "para que fuésemos santos y sin mancha", un llamado a vivir de acuerdo con nuestro propósito divino. Tercero, nos impulsa a la misión. Aunque Dios ha predestinado a los suyos, Él usa la predicación del evangelio como el medio para llamarlos (Romanos 10:17).

El predicador reformado Charles Spurgeon lo expresó así: "Creo en la doctrina de la elección porque estoy seguro de que si Dios no me hubiera elegido, yo nunca lo habría elegido a Él; y estoy seguro de que Él me eligió antes de que yo naciera, o de lo contrario nunca me habría elegido después".


Un Llamado a la Adoración

La soberanía de Dios y la predestinación no son doctrinas para temer o rechazar, sino para abrazar con reverencia y gratitud. Nos recuerdan que la salvación es un regalo inmerecido, obra de un Dios que hace todo según el designio de Su voluntad. Lejos de ser arbitrario o injusto, Él es el Dios de toda gracia, que "quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 2:4), y que ejecuta Su plan redentor con justicia y amor.

Que esta verdad nos lleve a postrarnos ante Él, diciendo con el salmista: "Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos" (1 Crónicas 29:11). Que nos humille, nos consuele y nos impulse a proclamar Su evangelio, confiados en que Él cumplirá Su propósito eterno.

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