La elección incondicional es la elección libre de Dios antes de la creación, no en base a la fe prevista, otorgando fe y arrepentimiento a los traidores, perdonándolos, y adoptándolos en el seno de su familia eterna de gozo.
«Y a los que
predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también
justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.»
(Romanos 8:30)
(Romanos 8:30)
La Biblia enseña que no podemos alcanzar la salvación por ningún mérito
nuestro, ni tras ninguna decisión nuestra de ser salvos, sino que sólo lo somos
porque Dios así lo quiere:
«Y si por gracia,
ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras,
ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra»
(Romanos 11:5-6).
(Romanos 11:5-6).
Las decisiones de Dios son firmes, por lo que no juega con nosotros
salvándonos y condenándonos continuamente, como si de un divertimento se
tratara. Así, Juan relata que Cristo dijo que:
«mis ovejas oyen mi
voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán
jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor
que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre
uno somos»
(Juan 10:27-30).
(Juan 10:27-30).
El Antiguo Testamento alberga un ejemplo evidente de la elección
incondicional de Dios: la elección de Israel como su Pueblo:
«No por ser
vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues
vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto
Jehová os amó»
(Deuteronomio 7:7-8).
(Deuteronomio 7:7-8).
Y más adelante reitera que las gracias que Dios provee a Israel no son en
deuda por ninguna acción o mérito que hayan podido realizar, sino por su pura
gracia:
« […] no es
por tu justicia que Jehová tu Dios te da esta buena tierra para tomarla; porque
pueblo duro de cerviz eres tú»
(Deuteronomio 9:6).
(Deuteronomio 9:6).
A nivel individual también Dios realiza elecciones. Así, en el primer libro
de la Torá, Dios elige a Jacob sobre Esaú. Ambos tenían las mismas
características: engendrados del mismo padre y madre e incluso enclaustrado en
el mismo seno materno. Sin embargo, ni la primogenitura de Esaú hizo que Dios
lo eligiera a él sobre Jacob. Pablo afirma al respecto que:
« (Pues no
habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de
Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que
llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, más
a Esaú aborrecí.».
Antes de la fundación del mundo Dios realizó una elección de los que iba a
salvar. Evidentemente esto implica que otros se van a condenar. El apóstol
Pablo lo explica de la siguiente manera:
«Según nos escogió
en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha
delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos
por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de
la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado»
(Efesios 1:4-6).
(Efesios 1:4-6).
Al afirmar que nos escogió antes de la fundación del mundo excluye que
ninguno de nuestros méritos presentes pudieran tener influencia en una decisión
que realizó mucho antes. Más adelante acentúa el hecho de que no es debido a
nuestras obras, al afirmar que lo realiza según el «puro afecto de su
voluntad». Y de nuevo:
«No hablo de todos
vosotros; yo sé a quienes he elegido» (Juan 13:18).
Aquí, Cristo está hablando de los apóstoles que Él eligió. Y los eligió sin
que ellos tuvieran ningún mérito para ser seleccionados por Dios para ser los
primeros enviados. ¿O acaso los apóstoles hicieron algo para merecerlo? La
actitud de ellos, no sólo vacilante, sino en algunos momentos de verdadera
traición, evidencia que fueron escogidos por su sola gracia.
Algunos podrán decir que Dios, mediante su conocimiento del futuro, eligió
antes de la fundación del mundo a aquellos que Él sabía que iban a merecer la
salvación. Pero de nuevo el Apóstol afirma lo contrario:
«Quien nos salvó y
llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el
propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los
tiempos de los siglos»
(2 Timoteo 1:9).
(2 Timoteo 1:9).
Esta es una de las doctrinas más difíciles de entender para el ser humano,
por el mero hecho de que implica que mucha gente no podrá recibir la salvación
jamás. Al respecto hay mucha literatura bíblica –al margen de los clásicos
puritanos y del paradigmático libro De la predestinación de los santos de
san Agustín- que podrá ayudar a los lectores que estén interesados en
profundizar en este tema. Al estudiarla siempre tenemos que recordar que
nosotros, aunque no entendamos el sentido de una doctrina, no podemos juzgar a
Dios, nuestro Creador. Él sabe cuál es su voluntad, nosotros sólo hemos de
descubrirla, no juzgarla.
«Y no sólo esto, sino también
cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni
mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección
permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor
servirá al menor. Como está escrito: A Jacob
amé, más a Esaú aborrecí.
¿Qué, pues, diremos?
¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a
Moisés dice: Tendré misericordia del que yo
tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que
corre, sino de Dios que tiene misericordia.
Porque la Escritura dice a Faraón:
Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi
nombre sea anunciado por toda la tierra. De
manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer,
endurece.
Pero me dirás: ¿Por qué, pues,
inculpa? porque ¿quién ha resistido a su
voluntad? Mas antes, oh hombre,
¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo
formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene
potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para
honra y otro para deshonra? ¿Y
qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con
mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer
notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para
gloria, a los cuales también ha
llamado, esto es, a nosotros, no
sólo de los judíos, sino también de los gentiles?
Como también en Oseas dice: Llamaré
pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada. Y en el lugar donde
se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios
viviente.
También Isaías clama tocante a
Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo; porque el
Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud. Y
como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado
descendencia, como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos
semejantes» (Romanos
9:10-29).
La elección incondicional
significa que Dios escogió desde antes de la fundación del mundo, previendo el
pecado del hombre, a una multitud incontable de personas para salvarlas, no
porque vio que creerían o consideró algo bueno en ellas, sino que lo hizo en
amor y misericordia, según Su voluntad para alabanza de la gloria de Su gracia.
“Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos
escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin
mancha delante de él, en
amor habiéndonos predestinado para
ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de
su voluntad, para
alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado…” (Efesios 1:3-6)
En las Escrituras encontramos muchos más pasajes
sobre la elección incondicional. Aquí tienes algunos de ellos que te servirán
como punto de inicio:
1
Reyes 8:53
Salmos
65:4
Salmos
78:67-70
Proverbios
16:4
Isaías
41:8-9
Mateo
24:22,31
Marcos
4:11-12
Juan
8:46-47
Juan
13:18
Juan
15:16,19
Juan
17:2-24
Hechos
13:48
Romanos
9:11-24
Romanos
11:5-10
Efesios
1:4-12
1
Tesalonicenses 1:4-5
1
Tesalonicenses 5:9
2
Tesalonicenses 2:13
2
Timoteo 1:9
2
Timoteo 2:10
Tito
1:1-2
1
Pedro 1:1-2
1
Pedro 2:7-10
Judas
1:4
Apocalipsis
17:14
Puesto que Dios es todopoderoso, la elección o predestinación que él hace no puede ser anulada, revocada, ni destruida; el número de los elegidos no puede disminuir como tampoco aumentar.
En cuanto a los demás hombres que son pasados por alto para condenación, Dios no es responsable de su incredulidad ni de sus demás pecados; Él es el juez intachable que ha de vengar sus pecados de manera justa.
La doctrina de la elección incondicional no debe ser interpretada en el sentido de que el hombre puede llevar una vida desordenada mientras Dios no le llame.
La responsabilidad del hombre es la de procurar el arrepentimiento buscando a Dios con todo su corazón.
Si el hombre no hace esto es culpable de condenación; pero, si lo hace debe alabar a Dios que le ablandó su corazón y lo inclinó a creer, pues, el hombre de sí mismo no puede ni quiere acercarse a Dios.
Si la doctrina de la elección incondicional resulta difícil de recibir para algunos es porque aún no han comprendido a cabalidad lo que comprende la depravación total de la raza humana.
O bien, su orgullo no les permite acatar la verdad de que ellos NO son los artífices de su propia salvación y se les dificulta dar la gloria únicamente a Dios.
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