jueves, 13 de marzo de 2025

Mateo 7:20 - El Mejor Amigo de un Falso Maestro - Andres Martinez



El Cómplice Involuntario del Engaño

Hay un predicador en el escenario, con una voz que resuena como un tambor y una sonrisa que parece prometer el mundo. Habla de victorias, de abundancia, de un "poder" que supuestamente llevas dentro. La gente lo escucha embelesada, algunos toman notas, otros graban videos para compartir en redes sociales. Pero detrás de esas palabras brillantes hay un lobo con piel de oveja, un falso maestro que desvía almas del camino estrecho hacia un precipicio disfrazado de bendición. Y aunque él sea el que teje la mentira, su éxito depende de alguien más: su mejor amigo.

No es un conspirador malvado ni un socio consciente de su plan; es alguien como tú o como yo, alguien que, sin mala intención, se convierte en el pilar que sostiene su engaño.

¿Quién es este mejor amigo?

Es el que no lee bien su Biblia, el que prefiere la pereza al esfuerzo de buscar la verdad, el que no entiende el valor de lo que Dios habla en Su Palabra.

Este amigo no es un extraño. Lo encuentras en las bancas de la iglesia, en los comentarios de Facebook, en las conversaciones casuales sobre fe. Es el que se traga las charlatanerías de estos lobos porque nunca se ha detenido a contrastarlas con la Escritura. Jesús lo advirtió:

“Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20),

pero este amigo no sabe qué frutos buscar porque su Biblia está cerrada, acumulando polvo en un rincón. Prefiere las mentiras dulces —"Eres más que vencedor", "Dentro de ti hay un campeón"— a la verdad dura de que somos pecadores necesitados de un Salvador (Romanos 3:23). No se da cuenta de lo que pierde al rechazar la luz de la Palabra por los vientos doctrinales que lo arrastran. Estos vientos no buscan su bien; buscan su bolsillo —plata, más plata, siempre plata—. Él cree que está ganando, pero es una víctima, alejándose del cielo mientras el falso maestro lo empuja, paso a paso, hacia el infierno.

Mira cómo opera este amigo. El falso maestro dice: "Declara tu bendición, siembra tu ofrenda, y Dios te prosperará". Y este aliado, sin pensarlo dos veces, comparte el mensaje en redes sociales con un "¡Amén!" entusiasta.

Lo repite a sus amigos, lo defiende en charlas, convirtiéndose en un eco de lo que Dios aborrece. Pablo lo llamó sin rodeos:

“Hombres de mente corrompida… que tienen la piedad como fuente de ganancia” (1 Timoteo 6:5).

Pero este amigo no lo ve. Da credibilidad a lo despreciable, amplificando el alcance del engaño. Cada "me gusta", cada publicación compartida, es una mano que ayuda al falso maestro a atrapar a más almas desprevenidas. Sin querer, se convierte en un megáfono de la condenación, todo por no tomarse el tiempo de abrir la Biblia y preguntar: "¿Esto es verdad?".

 

Una ironía que corta como cuchillo

Este mejor amigo a menudo es también el mejor aliado del ateo. Suena extraño, pero es real. Los críticos de la fe —esos que rechazan a Cristo y se burlan de la iglesia— suelen tener un olfato agudo para detectar a los charlatanes "cristianos". Ven las promesas vacías, los jets privados, las manipulaciones emocionales, y dicen: "Esto es todo lo que ofrece el cristianismo: un show de codicia". El amigo, al compartir esas enseñanzas torcidas, les da la razón. Les entrega un retrato falso de la fe —uno sin cruz, sin arrepentimiento, sin santidad— y los aleja aún más del evangelio verdadero. Es un daño doble: fortalece al falso maestro y arma a los enemigos de la cruz, todo porque no ha aprendido a discernir.

A veces, este amigo toma la forma de un líder. Es el pastor o el anciano que abre su púlpito al predicador itinerante, pensando: "Traerá más gente, llenará las arcas". No le importa si lo que se predica es veneno, siempre que las luces brillen y las ofrendas lleguen. Es un eco del pragmatismo que Jesús rechazó cuando limpió el templo de los mercaderes (Juan 2:16). Otras veces, es un fanático ciego. Puedes sentarte con él, abrir las Escrituras, mostrarle cómo “muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1), y aun así no cederá. Su mente está atrofiada por años de mensajes vacíos. Se enojará contigo, te acusará de dividir, mientras abraza al que lo engaña con una devoción que desafía la lógica.

 

Y luego está el que defiende al falso maestro con versículos mal entendidos. "No juzguen", dice, sacando Mateo 7:1 de contexto, ignorando que Jesús también dijo:

“Guardaos de los falsos profetas” (Mateo 7:15).

O clama por la "unión" cristiana, sin ver que Pablo llamó a apartarnos de quienes predican otro evangelio (Gálatas 1:8-9). Este amigo confunde tolerancia con amor, y en nombre de la paz, deja que las herejías se cuelen como hierba mala. No se indigna cuando se predica un Cristo falso, pero sí arde de furia si alguien lo denuncia, gritando: "¡Eso causa confusión!". No ha aprendido que obedecer a Dios pesa más que agradar a los hombres (Hechos 5:29), que no todo lo que suena bonito viene de Él.

Recuerdo a un hermano que seguía a un predicador famoso, (no diré el nombre del predicador, pero su nombre literal es “Dinero en Efectivo”). "Me motiva", decía, mientras compartía videos de promesas de riqueza. Le mostré cómo ese hombre torcía Romanos 8:37 —"Somos más que vencedores"— para vender un evangelio de éxito terrenal, cuando Pablo hablaba de victoria en Cristo a pesar de las aflicciones (Romanos 8:35-39).

Su respuesta fue un ceño fruncido: "No seas tan crítico". Su Biblia seguía cerrada, y su fe seguía atada a un espejismo. Otro caso fue un líder que invitó a un "profeta" a su iglesia. Las ofrendas subieron, pero meses después, la congregación estaba llena de desilusionados que abandonaron la fe cuando los "milagros" no llegaron. El líder se encogió de hombros: "Al menos lo intentamos". La pereza y la ceguera habían hecho su trabajo.

El mejor amigo de un falso maestro no es un monstruo; es alguien común, atrapado por su propia desidia o credulidad. Pero su complicidad no pasa desapercibida ante Dios. La Palabra es clara:

“Reprended a los que andan desordenadamente” (2 Tesalonicenses 3:6). “Guardaos de los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina” (Romanos 16:17).

El día que este amigo esté frente al Señor, no podrá culpar al charlatán por su desobediencia. “Nunca os conocí” (Mateo 7:23) será el eco de una vida que prefirió mentiras a la verdad, y créeme, no quieres estar en sus zapatos cuando ese momento llegue.

Pero no todo está perdido. Este amigo puede romper las cadenas del engaño. Puede dejar de ser el mejor amigo del falso maestro y convertirse en su mayor enemigo: alguien que ama la Palabra, que la lee con diligencia, que la proclama con fuego. Imagina si tomara su Biblia y viera que la verdadera riqueza no es oro, sino Cristo (Colosenses 2:3). Si entendiera que el poder no está en sus declaraciones, sino en el Espíritu que obra en él (Efesios 3:20). Si, en lugar de compartir frases vacías, denunciara a los lobos como Jesús y los apóstoles lo hicieron (Mateo 23:13; 2 Pedro 2:1). Ese cambio no solo lo salvaría a él; sería una luz para otros atrapados en la oscuridad.

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