En lenguaje común o sencillo un líder es definido así: “Persona
a la que un grupo sigue, reconociéndola como jefe u orientadora” (RAE). Siendo este el
caso, pocos líderes hay en el Nuevo Testamento como el apóstol Pablo. Y
nosotros tenemos la dicha de recibir, junto con Timoteo, las direcciones o
cualidades de un buen líder. En un texto, el apóstol lo resume así: “Que tu
aprovechamiento sea manifiesto a todos… Pues haciendo esto, te salvarás a ti
mismo y a los que te oyeren” (1
Timoteo 4:15-16). El líder fiel, competente y eficaz reúne en su persona
tres cualidades básicas: Un progreso: “Que tu aprovechamiento sea manifiesto a
todos”. Un beneficio personal: “Haciendo esto, te salvarás a ti mismo”. Un
beneficio colectivo: “Y salvarás a los que te oyeren”.
Un progreso personal
Imaginemos al discípulo preguntando al maestro:
¿Para qué me exhortas a una vida de estudio y de enseñanza bíblica? Pablo
responde: “Para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos”. Es decir que el
esfuerzo y constante diligencia de los líderes cristianos está supeditado a un
evidente o manifiesto progreso espiritual. De aquí se infiere que en todo líder
que procura vivir para la gloria de Cristo ha de haber una armonía entre la
santa doctrina y una buena vida. Su conducta sea una fuerte evidencia de su
creencia. Y en ambos, un buen ejemplo a su pueblo, tanto en público como en
privado. La idea es tal la parábola de los talentos, que si me dieron cinco,
que gane cinco más. Como alguien dijo: La vida del líder es una copia de
lo que cree. Sería irracional si piensa que su obra termina al finalizar su
enseñanza, quedando él mismo sin aprender. El líder no es un simple letrero,
que indica cómo llegar al sitio, pero él mismo se queda sin llegar.
Pudieran haber diversas razones que muevan el obrar de un
ministro o líder, pero al verdadero y fiel le mueve una sola cosa: agradar a
Aquel quien lo llamó a servirle. Su principal bien es Dios, y estudia cómo
agradarlo. Veamos este texto: “Ninguno puede servir a dos señores… No podéis
servir a Dios y a las riquezas” (Mateo
6:24). Donde el interés personal es servido o buscado, Cristo sería
relegado. Aquellos que sirven a Cristo por los beneficios materiales, o las
ventajas terrenales que trae la religión, no serían siervos fieles: “Me
buscáis, porque comisteis el pan y os saciasteis” (Juan
6:26). Si una criatura es nuestra motivación, no seríamos Sus siervos. Si
algo tiene el poder sobre nuestras conciencias, ese algo se convertiría en
nuestro señor.
Un beneficio personal
Leemos de nuevo: “Haciendo esto, te salvarás a ti mismo”. Al
leerlo uno se pregunta cómo es que siendo Timoteo un hombre de fe, verdadero
Creyente, discípulo del apóstol Pablo, aquí se le dice “te salvarás”. ¿Acaso no
era salvo? ¿Qué significa esta salvación? Se refiere a la salvación en la vida
diaria, o del dominio del pecado. Fuimos perdonados del pecado original, pero
seguimos con un pecado remanente. Así que, cuando Pablo exhorta: “Haciendo
esto, te salvarás a ti mismo”; la idea es, que su propia salvación sería
promovida y preservada.
De manera que cuando los Timoteos son exhortados: “Entre
tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. No
descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la
imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en
ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos” (1 Timoteo 4:13-15), es como si les dijera, empléate en
estas cosas, y sobre todo pensando primero en tu propia salvación. Aquí inicia
el ánimo diligente del líder evangélico; en ser cada día más salvo del pecado
remanente en su pecho. Que sea primero un buen hombre, transformado por sus
estudios teológicos, y enseñando el evangelio del Salvador, para que otros
también sean transformados a la imagen del Señor Jesús. Ellos son luz para
alumbrar a otros. Estas son las razones del porqué nuestro Señor dispersó
hombres en diferentes lugares: dos creyentes en la casa de Nerón, un Lot en
Sodoma, una hermanita en la casa de Lamán. Flores de Lila en medio de cardos y
espinas.
El beneficio colectivo
Leemos: “Haciendo esto… salvarás a los que te oyeren”.
Habría muy pocas esperanzas que un hombre logre salvar a otros sin que
antes se haya salvado a sí mismo. El orden en que fue escrito el versículo
parece indicarlo, como si lo uno fuese pre requisito de lo segundo. Notemos la
descripción del pueblo Creyente, o de “los que te oyeren”; de donde se infiere
que la obra principal de todo líder Cristiano es enseñar la Palabra de Dios, y
si oyen esta predicación con fe, esos otros serían salvados.
Conclusión
La evidencia de un llamado legítimo será la sinceridad y el
éxito espiritual que a ojos del pueblo manifieste el líder. El éxito espiritual
no está en nuestro poder, pero aun así, ha de hacerse con diligencia, como si
dependiera de uno. Sinceros en su amor a Cristo. No es un mero deleite en el aplauso
de los hombres: esa no sea su satisfacción, sino que los demás experimenten el
poder de la verdad en sus almas: “Rechazamos los tapujos de vergüenza, no
procediendo con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, por la
clara demostración de la verdad, nos recomendamos a nosotros mismos a toda
conciencia humana delante de Dios” (2
Corintios. 4:2). La labor de un líder evangélico ha de ser tal cual Jesús;
esto es, que después que oigan la predicación, sus elogios a nuestra sabiduría,
memoria, elocuencia, razonamiento no sean el exclusivo objeto de nuestro
agrado, como tampoco fueron a Cristo. Al final, nuestra identidad no está en el
aplauso del hombre, sino en el evangelio de Dios. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario