• Malaquías 3:10 es uno de esos versículos que resuena en casi todas las iglesias donde el dinero y la fe se cruzan.
  • En muchas iglesias contemporáneas, es común escuchar a líderes autoproclamarse "apóstoles", reclamando una autoridad especial y un estatus elevado dentro del cuerpo de Cristo.
  • En muchos círculos cristianos, Apocalipsis 3:20 se ha convertido en un versículo emblemático para el evangelismo.
  • La doctrina de la "confesión positiva" enseña que nuestras palabras tienen el poder de crear milagros, pero ¿es esto bíblico? Este artículo examina sus orígenes, contrastándolos con las Escrituras, y advierte sobre su peligrosa desviación del verdadero evangelio de Cristo.
  • La historia de la mujer con el flujo de sangre (Mateo 9:20-22, Marcos 5:25-34, Lucas 8:43-48) es más que un milagro físico: es una lección profunda sobre la verdadera fe. Más allá de la sanidad, Jesús le otorgó salvación, destacando que no fue el manto el que la curó, sino su confianza en Él. Este capítulo explora el significado espiritual de su historia y nos desafía a buscar a Cristo, no solo por sus milagros, sino por la vida eterna que ofrece.
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martes, 15 de abril de 2025

Hebreos 11:1 - ¿Creyeron los apóstoles en Cristo por fe o porque lo vieron?

La Biblia sobre un fondo marron, con el texto, creyeron los apostoles en cristo por fe o porque lo vieron, esto en pregunta.

Una de las preguntas más profundas que podemos hacernos al estudiar los evangelios es esta: 

¿Los apóstoles creyeron en Jesucristo por fe o simplemente porque lo vieron en acción? 

La respuesta no solo nos ayuda a entender mejor a los apóstoles, sino que también nos revela cómo obra la fe verdadera en el corazón del creyente.


 

¿Qué es la fe según la Biblia?

Hebreos 11:1 define la fe de esta manera:

"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve."

La fe bíblica es una confianza firme en las promesas de Dios, una seguridad en lo que aún no se ha visto ni experimentado plenamente. No depende de los sentidos, sino de la revelación divina.


Etapa 1: Fe basada en lo visible

Durante el ministerio terrenal de Cristo, los apóstoles caminaron con Él, lo vieron realizar milagros, enseñar con autoridad, calmar tormentas y resucitar muertos. Su reacción inicial fue creer en base a lo que veían.

Juan 2:11:

"Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él."

Esta fe era real pero incompleta. Era una fe que necesitaba ser afirmada, purificada y profundizada. De hecho, muchos vieron las mismas obras y no creyeron:

Juan 6:36:

"Pero os he dicho que aunque me habéis visto, no creéis."


Etapa 2: La fe verdadera viene por revelación divina

Jesús mismo declara que el conocimiento correcto de su identidad no proviene de la carne ni de la sangre, sino de la revelación del Padre:

Mateo 16:15-17:

"Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos."

Aun viendo a Cristo, la fe salvadora no es producto del intelecto ni de la observación, sino de la obra sobrenatural de Dios en el corazón del hombre.


Comparación entre Pedro y Judas: Vista sin fe vs. fe verdadera

Ambos fueron apóstoles, ambos vieron los milagros, ambos convivieron con Jesús. Pero uno fue salvo, y el otro fue condenado. ¿Por qué?

AspectoJudas IscariotePedro (Simón Pedro)
Llamado por Jesús
Vio milagros
Participó en el ministerio
Confesión de feNo registrada"Tú eres el Cristo..." (Mt 16:16)
Motivación internaAmbición, codiciaPasión, pero sinceridad
CaídaTraiciónNegación
Reacción al pecadoRemordimiento sin arrepentimientoArrepentimiento genuino
Destino finalPerdición eternaRestauración y liderazgo
Tuvo fe verdaderaNo

 

Judas lo vio todo, pero nunca tuvo fe verdadera. Pedro también vio, pero su fe fue revelada por el Padre y preservada por la oración de Cristo:

Lucas 22:32:

"Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte."


Conclusión

Los apóstoles inicialmente creyeron en Cristo por lo que vieron, pero esa fe era incipiente, parcial, y no necesariamente salvadora. Fue a través de la revelación del Padre y la obra del Espíritu Santo que sus corazones fueron transformados para tener una fe verdadera, firme y perseverante.

La visión puede impresionar, pero solo la revelación divina salva. Por eso Jesús dijo:

Juan 20:29:

"Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron."


Aplicación para nosotros hoy

Tú y yo no hemos visto a Jesús con nuestros ojos, pero podemos conocerlo con el corazón si el Padre nos lo revela. No necesitamos pruebas visuales; necesitamos fe dada por gracia. Como Pedro dijo:

1 Pedro 1:8-9:

"A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas."

Amemos, sigamos y confiemos en Cristo, no porque lo hayamos visto, sino porque Dios nos ha dado fe para creerle.

domingo, 23 de marzo de 2025

¿Qué sucede tras la muerte? ¿Cielo o infierno inmediato, espera del juicio, o ambos?




Paisaje simbólico que muestra el contraste entre el cielo brillante con nubes y un valle de fuego, ilustrando la pregunta sobre el destino después de la muerte, con el texto "¿Qué sucede tras la muerte? ¿Cielo o infierno inmediato, espera del juicio, o ambos?"



Introducción: Planteando el dilema teológico

La pregunta sobre lo que sucede tras la muerte y el propósito de la segunda venida de Cristo es fundamental para la fe cristiana. La Biblia enseña con claridad que hay un destino inmediato para las almas al morir, pero también afirma que Cristo regresará para un juicio final. ¿Cómo se reconcilian estos eventos? Este estudio, desde la perspectiva reformada, se apega estrictamente a la Palabra de Dios para responder: ¿van las almas directamente al cielo o al infierno al morir? Y si es así, ¿a quién viene Cristo a juzgar y por qué? Nos guiaremos obviamente por las Escrituras, interpretadas en su contexto, para ofrecer una enseñanza fiel y sólida.


1. El destino inmediato de las almas al morir: Evidencia bíblica detallada

La Biblia enseña consistentemente que la muerte marca una transición inmediata para el alma, llevándola a un estado provisional según la relación de la persona con Dios a través de Cristo. Este "estado intermedio" entre la muerte y la resurrección es un tema crucial para entender el propósito del juicio final.

Lucas 23:42-43: ¿Aplica a todos?

"Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso."

Jesús le promete al ladrón en la cruz que estará con Él en el paraíso ese mismo día. Sin embargo, esto no significa que esta sea la norma para todos los creyentes. Podría ser un caso excepcional, así como la ascensión de Enoc o Elías no implica que todos los creyentes sean llevados al cielo sin morir (2 Reyes 2:11). Además, algunos argumentan que la interpretación depende de la coma en la traducción:


"De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso."


Si se lee de esta manera, Jesús estaría enfatizando la certeza de la promesa y no necesariamente el tiempo exacto en que ocurriría.

Filipenses 1:23 y 2 Corintios 5:8: ¿Indican una ida inmediata al cielo?

Filipenses 1:23 en contexto

En Filipenses 1:23, Pablo dice:


"Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor."


Aquí, Pablo expresa su deseo personal de "partir y estar con Cristo". Sin embargo, esta declaración es subjetiva y no es un pronunciamiento doctrinal sobre lo que sucede inmediatamente después de la muerte. No dice que al instante de morir estará con Cristo, sino que su deseo es llegar a ese estado.

Este tipo de expresión puede compararse con el caso de alguien que ha estado viviendo en el extranjero durante años y dice:


"No sé qué hacer: si quedarme aquí y seguir trabajando o regresar a mi país natal para estar con mi Padre."


Esta afirmación refleja un anhelo profundo de volver a su hogar y reunirse con su padre, pero no implica que, en el momento en que tome la decisión de partir, estará de inmediato en su destino. De manera similar, Pablo expresa su deseo de estar con Cristo, sin que ello signifique necesariamente una transición instantánea tras la muerte.

Además, en el mismo capítulo, Pablo reconoce que su permanencia en la carne es útil para los creyentes, lo que indica que su partida no es inminente ni que su comprensión del destino post-mortem sea instantánea.


2 Corintios 5:8 en contexto

En 2 Corintios 5:8, Pablo declara:


"Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor."


Este versículo es utilizado frecuentemente para argumentar que la muerte de un creyente implica una transición inmediata a la presencia de Dios. Sin embargo, el pasaje en su contexto más amplio (2 Corintios 5:1-10) habla sobre la esperanza de recibir una morada celestial y la transformación futura del creyente.

Pablo contrasta dos estados:

Estar en el cuerpo terrenal (actualidad).

Estar con el Señor (esperanza futura).

Lo que no menciona explícitamente es si hay un período intermedio entre la muerte y la presencia con Cristo o cuándo ocurre esa transición.


¿Prueba esto una entrada inmediata al cielo?


Pablo no está enseñando explícitamente que en el momento de la muerte se pasa directamente al cielo.

El uso del lenguaje en ambos pasajes refleja su deseo y esperanza de estar con Cristo, pero no establece una doctrina detallada sobre el momento exacto en que esto sucede.

El resto de la Escritura enfatiza la resurrección futura y el juicio final en la segunda venida de Cristo, lo que implica que la glorificación del creyente no ocurre instantáneamente al morir.

Por lo tanto, estos pasajes no pueden ser usados de manera concluyente para afirmar que los creyentes van inmediatamente al cielo al morir. Más bien, refuerzan la certeza de la esperanza cristiana de estar con Cristo en el futuro, sin definir con precisión el estado intermedio.


Ahora bien, La enseñanza bíblica es inequívoca: al morir, el alma no vaga sin propósito, ni espera en un limbo indefinido. Más bien, experimenta una transición inmediata a un estado provisional que refleja la condición espiritual de la persona en vida, ya sea en comunión con Cristo o en separación de Dios. Este "estado intermedio" es fundamental para entender la necesidad y el propósito del juicio final.

Veamos estos versiculos:

Job 14:12
"Así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño."

Daniel 12:2
"Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua."

Mateo 9:24
"Les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él."

Juan 11:11-14
"Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto."

Hechos 7:60
"Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió."

Hechos 13:36
"Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción."

1 Corintios 11:30
"Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen."

1 Corintios 15:6
"Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen."

1 Corintios 15:18
"Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron."

1 Corintios 15:20
"Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho."

1 Corintios 15:51
"He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados."

1 Tesalonicenses 4:13-15
"Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza... Porque el mismo Señor con voz de mando... descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero."


En el Antiguo Testamento la Palabra: יָשַׁן (yashán)

Significa: Dormir, descansar, estar inactivo. Se usa tanto para el sueño natural como para la muerte en algunos casos.

Ejemplo:

Job 14:12 → "Así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño (yashán).”

En el Nuevo Testamento la Palabra: κοιμάομαι (koimáomai)

Significa: Dormir, reposar, estar inactivo. En el Nuevo Testamento, se usa comúnmente para describir la muerte de creyentes con la esperanza de la resurrección.

Ejemplo:

1 Tesalonicenses 4:13 → "Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen (koimáomai), para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza."



La Biblia describe la muerte de los creyentes como un "sueño" (koimáomai en griego, yashán o shakab en hebreo), lo que plantea la pregunta:

¿Dónde están las almas de los muertos mientras "duermen"?

La Biblia compara la muerte con el sueño porque:

Los muertos no están conscientes (Eclesiastés 9:5,10).

Esperan la resurrección en el futuro (Daniel 12:2, Juan 5:28-29).

Jesús mismo usó este lenguaje al hablar de Lázaro (Juan 11:11-14).



Esto indica que las almas no están activamente en el cielo o el infierno, sino en un estado de espera hasta la resurrección.

¿Están los muertos conscientes en el cielo o el infierno?

Eclesiastés 9:5-6,10 dice que los muertos “nada saben” y “su amor, su odio y su envidia fenecieron ya”.

Salmo 146:4 dice que cuando el hombre muere, “perecen sus pensamientos”.

Job 14:12-14 enseña que los muertos esperan su resurrección.



Esto contradice la idea de que las almas inmediatamente van al cielo o al infierno en un estado consciente.

Jesús enseñó sobre la resurrección, no sobre almas conscientes en el cielo

Juan 5:28-29 → “Los que están en los sepulcros oirán su voz, y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida, y los que hicieron lo malo a resurrección de condenación.”

Lucas 14:14 → Jesús dijo que los justos recibirán su recompensa en “la resurrección de los justos”.

1 Corintios 15:51-52 → Pablo explica que los muertos en Cristo serán transformados “en un abrir y cerrar de ojos” en la segunda venida.



Esto implica que los muertos están esperando en un estado de "sueño" hasta el regreso de Cristo.

¿Qué pasa con las almas de los muertos?

El alma no es inmortal por sí misma.

Ezequiel 18:4 → “El alma que pecare, esa morirá.”

Mateo 10:28 → Jesús dijo que Dios puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

Las almas de los justos y de los impíos esperan la resurrección:

Daniel 12:2 → “Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión perpetua.”

Hechos 24:15 → Pablo enseñó que habrá una resurrección “de justos e injustos.”


Esto significa que los muertos no están en actividad ni en el cielo ni en el infierno hasta la resurrección.


¿Pero entonces en donde están?


La Biblia enseña que después de la muerte, las almas van a un lugar de espera antes de la resurrección final y el juicio definitivo. Estos lugares de espera son comúnmente llamados el Cielo Provisional (Paraíso) y el Infierno Provisional (Hades).

1. El Cielo Provisional (Paraíso)

El cielo provisional es el estado de descanso y comunión con Dios en el que las almas de los justos esperan la resurrección y el juicio de recompensas. Aunque aún no han recibido sus cuerpos glorificados, están con el Señor.

Evidencias bíblicas del Cielo Provisional

Lucas 23:42-43 → Jesús le dice al ladrón en la cruz: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Indica que los justos van a un lugar de descanso con Cristo inmediatamente después de morir.

2 Corintios 5:8 → Pablo dice: “Preferimos estar ausentes del cuerpo y presentes con el Señor.”

Muestra que después de la muerte, los creyentes están con Cristo.

Filipenses 1:23 → Pablo expresa su deseo de “partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.”

No se menciona un intervalo de tiempo, pero deja claro que su destino es estar con el Señor.

Apocalipsis 6:9-11 → Las almas de los mártires claman a Dios desde debajo del altar, esperando el cumplimiento del juicio final.

El Cielo Provisional es un estado de gozo y comunión con Dios para los creyentes antes de la resurrección final y la instauración del cielo nuevo y la tierra nueva (Apocalipsis 21:1-4).


2. El Infierno Provisional (Hades)

El Hades es el lugar donde las almas de los injustos esperan el juicio final. No es el lago de fuego (Gehena), sino un estado intermedio de sufrimiento antes del juicio definitivo.

Evidencias bíblicas del Infierno Provisional (Hades)

Lucas 16:22-23 → En la parábola del rico y Lázaro, Jesús describe cómo el hombre rico muere y va al Hades en tormento, mientras que Lázaro es llevado al "seno de Abraham".

Aunque es una parábola, muestra una distinción clara entre el estado de los justos y los impíos después de la muerte.

Apocalipsis 20:13-14 → “La muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos… y fueron lanzados al lago de fuego.”

Esto indica que el Hades es temporal, y su destino final es el lago de fuego.

Hechos 2:27, 31 → Pedro dice que Jesús “no fue dejado en el Hades”, lo que confirma que es un lugar donde van las almas después de la muerte.



¿Porque los justos esperarían un juicio si ya están con Cristo?, no se supone que si están con Cristo es porque ya están aceptados?


La respuesta se encuentra en la distinción entre el juicio para salvación y el juicio para recompensas.

1. No hay juicio para determinar salvación

Los creyentes que han muerto en Cristo ya han sido justificados por la fe (Romanos 5:1). No necesitan ser juzgados para determinar si son salvos o no. Jesús mismo afirmó en Juan 5:24:

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”

Esto indica que los creyentes ya tienen asegurada su salvación en el momento de su muerte.



2. El Juicio de Recompensas para los Creyentes

Aunque los justos no son juzgados para determinar su salvación, sí enfrentarán un juicio de recompensas. Este juicio es conocido como el Tribunal de Cristo (Bema) y es diferente del Juicio del Gran Trono Blanco, que es para los incrédulos.
Versículos que hablan del Juicio de Recompensas

2 Corintios 5:10 → “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.”

Romanos 14:10-12 → “Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.”

1 Corintios 3:12-15 → Habla de cómo las obras de los creyentes serán probadas con fuego, y algunos recibirán recompensa mientras que otros sufrirán pérdida (pero aún serán salvos).

Este juicio no es para decidir si una persona va al cielo o al infierno, sino para evaluar la fidelidad de cada creyente y determinar su recompensa en el reino de Dios.



3. El Juicio del Gran Trono Blanco (para los impíos)

Este es un juicio completamente diferente, reservado para los incrédulos. Se describe en Apocalipsis 20:11-15, donde los muertos son resucitados y juzgados según sus obras antes de ser lanzados al lago de fuego.

Los creyentes no estarán en este juicio porque sus nombres ya están escritos en el Libro de la Vida del Cordero (Apocalipsis 21:27).


Los creyentes que están en el cielo provisional (Paraíso) no están esperando un juicio para determinar si son salvos o no. Su salvación ya fue asegurada por la obra de Cristo en la cruz. Sin embargo, sí enfrentarán el Juicio de Recompensas, donde Cristo evaluará sus obras y les dará galardones según su fidelidad.

Este juicio no es de condenación, sino de reconocimiento y recompensa por su servicio a Dios.


¿Qué propósito tiene la venida de Cristo y el juicio final?


La Biblia enseña que este evento abarca a toda la humanidad —muertos y vivos— y cumple múltiples propósitos que trascienden el estado intermedio.

Evidencia bíblica del juicio universal

Apocalipsis 20:11-15: "Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se halló para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono; y los libros fueron abiertos... y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos... Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego".

Este pasaje describe un juicio exhaustivo que incluye a todos los muertos. "El mar, la muerte y el Hades entregaron los muertos" indica que los impíos, que estaban en el Hades, son traídos ante el trono. Los creyentes, resucitados previamente (1 Tesalonicenses 4:16), también están presentes, pues "todos" comparecen (Romanos 14:10). El "lago de fuego" es distinto del Hades, mostrando una transición del estado provisional al eterno.

Mateo 25:31-46: "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos... Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna".

La expresión "todas las naciones" abarca a toda la humanidad, tanto los muertos resucitados como los vivos en ese momento. El juicio separa a los justos (que reciben vida eterna) de los impíos (que enfrentan castigo eterno), mostrando que todos están involucrados.

Juan 5:28-29: "No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación".

Jesús afirma que "todos los que están en los sepulcros" serán resucitados para enfrentar el juicio, lo que incluye a los creyentes (resurrección de vida) y los impíos (resurrección de condenación).

2 Timoteo 4:1: "Te encargo delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino".

El juicio abarca dos grupos: los "muertos" (que estaban en el cielo o el Hades) y los "vivos" (los que permanecen en la tierra al momento de la venida).



¿A quién juzga Cristo?

Los muertos en el Hades: Apocalipsis 20:13 dice que "el Hades entregó los muertos que había en él". Los impíos, que han estado en tormento provisional desde su muerte, son resucitados físicamente para comparecer ante Cristo. Su juicio resulta en el "lago de fuego" (v. 15), el castigo eterno que reemplaza al Hades.

Los muertos en Cristo: 1 Tesalonicenses 4:16-17: "Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire".

Los creyentes, cuyas almas estaban con Cristo, son resucitados para reunirse con sus cuerpos glorificados. Aunque no enfrentan condenación (Romanos 8:1: "Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús"), comparecen ante el tribunal para la evaluación de sus obras y la recepción de recompensas (1 Corintios 3:13-15: "La obra de cada uno se hará manifiesta... si la obra de alguno se quemare, sufrirá pérdida, aunque él mismo será salvo").

Los vivos en la venida de Cristo: 1 Corintios 15:51-52: "He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta".

Los creyentes vivos son transformados instantáneamente en cuerpos glorificados, mientras que los impíos vivos enfrentan juicio inmediato (Mateo 25:46).


Propósito del juicio final según la Escritura

Resurrección de los muertos: 1 Corintios 15:22-23: "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida".

La resurrección es esencial para completar la salvación de los creyentes (Filipenses 3:20-21: "Transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya") y para traer a los impíos al juicio final.

Sentencia definitiva: Apocalipsis 20:14-15: "Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego".

El Hades, como estado provisional, es abolido, y los impíos pasan al castigo eterno. Esto no es una repetición, sino una culminación del juicio inicial experimentado tras la muerte.

Manifestación pública de la justicia de Dios: Romanos 2:5-6: "Por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras".

El juicio final no solo ejecuta, sino que revela la justicia divina ante toda la creación. Hechos 17:31: "Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó". Esta declaración pública glorifica a Dios.

Renovación de la creación: 2 Pedro 3:10-13: "Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas... Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia". El juicio prepara el camino para la nueva creación (Apocalipsis 21:1-5), un propósito que trasciende el estado intermedio.


Armonizando el estado intermedio y el juicio final


La Escritura no presenta el destino inmediato y el juicio final como contradictorios, sino como partes de un plan progresivo y soberano:


Estado intermedio: Es inmediato y real. Los creyentes están con Cristo (2 Corintios 5:8), y los impíos en el Hades (Lucas 16:23). Sin embargo, es incompleto: los creyentes carecen de sus cuerpos glorificados, y los impíos no han recibido el castigo eterno pleno.

Juicio final: Es la culminación. Cristo resucita a todos (Juan 5:28-29), completa la redención de los suyos (1 Tesalonicenses 4:17), sentencia a los impíos eternamente (Apocalipsis 20:15), y renueva la creación (Apocalipsis 21:1). No es una repetición, sino un perfeccionamiento del estado inicial.

Ejemplo bíblico: En Daniel 12:2: "Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua". Los muertos "duermen" (estado intermedio), pero son "despertados" (juicio final) para su destino eterno.
Conclusión: La enseñanza fiel de la Biblia

La Palabra de Dios revela que las almas van directamente a su destino al morir: los creyentes a la presencia de Cristo (cielo provisional) y los impíos al Hades (infierno provisional). Cristo regresa para juzgar a todos: los muertos en el Hades, los muertos en Cristo y los vivos en su venida. El juicio final resucita a los muertos, completa la salvación de los creyentes, ejecuta el castigo eterno de los impíos, manifiesta la justicia de Dios y renueva la creación. Esto no es especulación, sino la verdad clara de las Escrituras, que como reformados debemos enseñar con fidelidad y reverencia.


Amados, la Palabra de Dios nos muestra que la muerte nos espera a todos y que Cristo vendrá a juzgar, pero en su inmenso amor Él ofrece salvación hoy: arrepientan sus corazones por completo, miren a Jesús, el Hijo de Dios que murió por nuestros pecados y resucitó para darnos vida; no dejen pasar esta dulce invitación, porque solo siguiéndolo encontrarán el abrazo eterno del Padre y escaparán del juicio que viene— ¡escuchen su voz, respóndanle ahora con fe y amor, pues su gracia los llama antes de que sea tarde!

 

viernes, 14 de marzo de 2025

25 de Diciembre: ¿El Nacimiento de Jesús o un Desvío Pagano?

Un calendario con estilo navideño, en el se ve la fecha 25 de diciembre.

 
"Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí."
(Juan 5:39, RVR1960)




Un Llamado a Escudriñar la Verdad
 
Querido hermano en Cristo, el mes de diciembre llega con su encanto: luces que titilan en las calles, árboles adornados, y villancicos que resuenan en cada esquina. Para muchos, la Navidad es un tiempo de alegría y reflexión, un momento que asocian con el nacimiento de nuestro Salvador, Jesucristo. Pero, ¿es esto lo que las Escrituras nos enseñan? ¿Es el 25 de diciembre un mandato divino para celebrar el nacimiento del Verbo hecho carne (Juan 1:14), o una tradición humana que nos desvía del camino angosto hacia la cruz? Como creyentes reformados, estamos llamados a someter todas nuestras prácticas a la autoridad de la Palabra de Dios, no a las tradiciones de los hombres. En este artículo, examinaremos con humildad y valentía las raíces de la Navidad, apoyándonos en las Escrituras y en la enseñanza de pastores reformados de sana doctrina, para discernir si esta celebración honra verdaderamente al Señor o si, sin saberlo, nos lleva a un altar pagano.

Como dijo Charles Spurgeon, el "príncipe de los predicadores": "La Palabra de Dios debe ser nuestro único estándar; cualquier cosa que no esté fundamentada en ella es arena movediza." Con este espíritu, escudriñemos la verdad.
 
 
La Ausencia de Evidencia Bíblica: El Silencio de las Escrituras
 
La Biblia no nos da ninguna indicación sobre la fecha exacta del nacimiento de Jesús. No hay un solo versículo que señale el 25 de diciembre, ni siquiera un mes específico. Los evangelios de Mateo y Lucas relatan el nacimiento de Cristo con detalle (Mateo 1:18-25; Lucas 2:1-20), pero no mencionan un día concreto. Esto no es un descuido, sino una evidencia de que Dios, en Su soberanía, no consideró necesario que conociéramos esa fecha. Como dice Deuteronomio 29:29:

"Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos."

Si la fecha del nacimiento de Jesús fuera esencial para nuestra fe, ¿no habría Dios provisto esa información en Su Palabra?

Juan Calvino, en su comentario sobre las tradiciones humanas, advirtió: "Cuando los hombres añaden a las Escrituras lo que Dios no ha ordenado, no solo oscurecen la verdad, sino que la corrompen."

La ausencia de una fecha específica en la Biblia debería hacernos reflexionar: ¿por qué hemos asignado un día que Dios no ha establecido? La respuesta no está en las Escrituras, sino en la historia humana y sus raíces paganas.
 
Las Raíces Paganas del 25 de Diciembre: Una Fiesta del Sol, No del Hijo
La primera celebración documentada del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre ocurrió en el año 354 d.C., bajo el obispo Liberio de Roma, y se extendió más tarde a otras regiones del Imperio Romano. Sin embargo, esta fecha no fue elegida por una revelación divina ni por una tradición apostólica, sino por conveniencia cultural dentro de un imperio saturado de idolatría. 
 
En diciembre, los romanos celebraban varias festividades paganas:
 
Las Saturnales (del 17 al 24 de diciembre), en honor a Saturno, dios de la agricultura, eran días de excesos, banquetes y desenfreno.
Las Sigilares, donde se intercambiaban regalos y muñecas como parte de rituales paganos.
 
El Solsticio de Invierno (25 de diciembre), conocido como el "Natalis Solis Invicti" (el nacimiento del Sol Invencible), una fiesta dedicada al dios sol Mitra y al renacimiento del sol tras el solsticio.
 
Los cristianos de la época, rodeados de estas prácticas, buscaron "cristianizar" el 25 de diciembre. Pensaron que, al asociarlo con el nacimiento de Jesús, podrían contrarrestar las festividades paganas y atraer a los gentiles al cristianismo. Algunos justificaron esta decisión con la idea de que Jesús es el "Sol de Justicia" (Malaquías 4:2). Sin embargo, esta lógica ignora un principio fundamental de la fe bíblica: no podemos santificar lo que Dios no ha ordenado. Como dice Éxodo 20:3: "No tendrás dioses ajenos delante de mí." Mezclar lo santo con lo profano es un acto de desobediencia, no de devoción.

El pastor reformado A.W. Pink, en su ensayo "La Navidad y las Escrituras", escribe: "No hay mandato en la Palabra de Dios para celebrar el nacimiento de Cristo, y mucho menos en una fecha que coincide con las fiestas paganas del sol. Tal práctica es una abominación a los ojos de un Dios celoso." La historia confirma que el 25 de diciembre no tiene origen cristiano, sino pagano, y adoptarlo como una fecha "cristiana" fue un compromiso que abrió la puerta al sincretismo.
 
 
Evidencia Histórica y Bíblica: ¿Cuándo Nació Jesús?
 
Investigaciones históricas y bíblicas sugieren que es improbable que Jesús naciera en diciembre. Lucas 2:8 nos dice que los pastores estaban en el campo, cuidando sus rebaños de noche, cuando los ángeles anunciaron el nacimiento de Cristo. En Judea, diciembre es una época fría y lluviosa, y los pastores no solían estar en los campos durante el invierno. Estudios como los del Instituto Franklin y otros eruditos bíblicos indican que Jesús pudo haber nacido en primavera (marzo o abril) o incluso en otoño (septiembre u octubre), posiblemente cerca de la Fiesta de los Tabernáculos, que simboliza a Dios habitando con Su pueblo (Levítico 23:34-43).

Además, la tradición pagana del 25 de diciembre está vinculada a figuras como Nimrod, quien, según algunas interpretaciones de Génesis 10:8-12 y tradiciones antiguas, fue un líder rebelde que promovió la idolatría y cuyo cumpleaños se asociaba con el solsticio de invierno. Aunque estas conexiones no están explícitamente en la Biblia, nos recuerdan la advertencia de 2 Corintios 6:14:

"¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?"
 
 
El Engaño de Satanás: Adoración al Sol Disfrazada
 
Satanás, el gran engañador (Juan 8:44), rara vez actúa de manera evidente; sus trampas son sutiles, disfrazadas de piedad. En Ezequiel 8:14-18, vemos una advertencia clara: hombres en el templo de Jehová daban la espalda a Dios para adorar al sol hacia el oriente. Dios lo llama "abominación" y promete juicio: "No perdonará mi ojo, ni tendré misericordia" (v. 18). Este pasaje no es un relato aislado; es un recordatorio eterno de que mezclar la adoración a Dios con prácticas paganas es una traición grave.

La Navidad no es el único ejemplo de este sincretismo. El culto dominical, instituido por el emperador Constantino en 321 d.C. como el "venerable día del Sol", también refleja esta influencia pagana. La Biblia manda santificar el sábado como día de reposo (Éxodo 20:8-11), y aunque los cristianos del Nuevo Testamento se reunían el primer día de la semana para conmemorar la resurrección de Cristo (Hechos 20:7; 1 Corintios 16:2), no hay mandato bíblico que traslade el sábado al domingo como día de adoración obligatorio. Como profetizó Daniel 7:25, el enemigo "pensará en cambiar los tiempos y la ley" de Dios, y así ha sucedido a lo largo de la historia.

El pastor reformado R.C. Sproul advirtió: "No debemos permitir que las tradiciones humanas, por más arraigadas que estén, reemplacen la autoridad de las Escrituras. Dios no se complace con una adoración que mezcla Su verdad con las mentiras del mundo." Satanás no nos pide rechazar a Cristo abiertamente; nos invita a adorarlo dentro de un marco que Él nunca estableció, desviándonos así del camino hacia la cruz.
 
 
El Camino Verdadero: La Cruz, No las Tradiciones Humanas
 
Frente a este engaño, ¿cuál es el camino que nos lleva a la cruz? No son las luces de un árbol ni los regalos del 25 de diciembre; es el evangelio puro y sin adulterar. Jesús mismo nos confronta: "¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" (Lucas 6:46). Celebrar tradiciones humanas puede parecer inofensivo, pero si desobedecemos el mandato de adorar a Dios en espíritu y en verdad (Juan 4:24), nos desviamos del camino angosto (Mateo 7:14).

La cruz no necesita adornos paganos; brilla por sí sola como el acto supremo de amor y justicia divina. Como dice Romanos 5:8: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros." No sabemos la fecha exacta del nacimiento de Cristo, pero sabemos que nació, vivió, murió y resucitó para salvarnos. Eso es lo que importa. No necesitamos un día inventado para celebrarlo; cada día, en la Palabra y la oración, caminamos hacia la cruz.

El apóstol Pablo nos exhorta en Gálatas 1:8-9: "Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema." Cualquier adición al mensaje de Cristo—sea la Navidad o cualquier otra tradición humana—no proviene de Dios y debe ser rechazada.
 
 
Una Perspectiva Reformada: La Sola Scriptura como Nuestra Guía
 
La fe reformada nos llama a vivir bajo el principio de Sola Scriptura: la Escritura sola es nuestra autoridad final. Como dijo Martín Lutero: "Mi conciencia está cautiva a la Palabra de Dios. No puedo ni quiero retractarme de nada, porque ir contra la conciencia no es justo ni seguro." Si la Biblia no establece el 25 de diciembre como el día del nacimiento de Cristo, no tenemos derecho a imponerlo como una práctica cristiana.

John Knox, el reformador escocés, afirmó: "Todo lo que no está ordenado por la Palabra de Dios es una invención humana, y adherirse a ello como si tuviera autoridad divina es idolatría." No se trata de condenar a quienes celebran la Navidad con buena intención, sino de despertarnos a la verdad. Como dice 2 Corintios 4:4, Satanás "ha cegado el entendimiento de los incrédulos," y a veces también confunde a los creyentes con tradiciones que parecen piadosas pero carecen de fundamento bíblico.
 
 
Una Invitación a la Fidelidad y la Obediencia
 
Amado hermano, te invito a reflexionar: ¿Qué sendero estás siguiendo? ¿Uno iluminado por las luces del mundo o por la luz de la Palabra? Ezequiel 9:4 promete una señal de salvación para quienes "gimen y claman" por las abominaciones, mientras que el juicio caerá sobre quienes persisten en el engaño (v. 6). El camino hacia la cruz es un camino de obediencia, no de conveniencia.

No necesitamos "cristianizar" lo pagano; necesitamos dejarlo atrás y aferrarnos a la verdad. Como dice el salmista: "Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino" (Salmos 119:105). Que nuestro caminar sea firme, no en fechas humanas, sino en la gracia soberana que nos lleva a la cruz. En Cristo tenemos libertad para adorar solo a Dios, sin las cadenas de las tradiciones humanas.

¿Y tú, qué piensas? Escudriña las Escrituras, examina la historia y deja que el Espíritu Santo guíe tu corazón. Que juntos podamos decir con Pablo: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe" (2 Timoteo 4:7). Ese es el camino verdadero, el que nos guía a la eternidad con nuestro Salvador.
 
Este artículo ha sido redactado desde una perspectiva reformada, enfatizando la autoridad de las Escrituras y la necesidad de rechazar cualquier práctica que no esté fundamentada en la Palabra de Dios. Que sea de bendición y edificación para todos los que lo lean.


jueves, 13 de marzo de 2025

La verdadera Enseñanza de Malaquías 3:10.




Una biblia abierta sobre una mesa enseñando el versiculo malaquias 3:!0


Más Allá de la Prosperidad


Malaquías 3:10 es uno de esos versículos que resuena en casi todas las iglesias donde el dinero y la fe se cruzan:

“Traigan todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en Mi casa; y pónganme ahora a prueba en esto –dice el Señor de los ejércitos– si no les abro las ventanas de los cielos, y derramo para ustedes bendición hasta que sobreabunde. Por ustedes reprenderé al devorador…” (Malaquías 3:10-11).

Si has estado en un culto donde se habla de ofrendas, es probable que hayas escuchado esto como una promesa irresistible:

"Diezma, y Dios te hará prosperar. Ofrenda, y Él detendrá todo lo que amenaza tu economía".

Es un mensaje que suena a buena inversión: das un poco, y recibes mucho más. Pero, ¿es eso realmente lo que Malaquías estaba enseñando? ¿O hemos torcido un pasaje antiguo para que encaje en nuestras ambiciones modernas?

Imagina por un momento el escenario en que estas palabras fueron escritas. Estamos en Judá, unos cuatrocientos años antes de que Jesús naciera. El pueblo judío había regresado de su exilio en Babilonia, un castigo de setenta años por su idolatría y desobediencia. Dios había usado a hombres como Esdras, Hageo y Zacarías para reavivar la esperanza, para reconstruir el templo y restaurar la identidad de Israel como nación de Dios. Pero para cuando Malaquías toma la pluma, algo ha cambiado. La chispa inicial se ha apagado. El fervor se ha convertido en apatía, la obediencia en mediocridad. Los sacerdotes ofrecen sacrificios defectuosos, el pueblo se casa con extranjeros paganos, y los diezmos —esos recursos que sostenían el templo y a los levitas— han dejado de llegar. Es un tiempo de crisis espiritual, y Malaquías llega como la voz de Dios para confrontar a una nación que ha olvidado su pacto.

Ahora, retrocedamos un poco más. En Deuteronomio 28, Dios había dejado claro cómo funcionaba Su relación con Israel bajo la ley mosaica: obediencia traería bendiciones específicas —cosechas abundantes, paz en la tierra, prosperidad nacional—, mientras que la desobediencia traería maldiciones concretas —sequías, plagas, derrota ante los enemigos—.

Israel no era solo un pueblo; era una teocracia, una nación gobernada directamente por Dios a través de Su ley. Los diezmos no eran una ofrenda voluntaria como la entendemos hoy; eran un mandato, una contribución obligatoria para mantener el culto en el templo y sustentar a los sacerdotes y levitas que dependían de ellos para comer. Cuando Malaquías dice en el versículo 9,

“Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado”,

no está hablando de individuos que olvidaron dar el 10% de su sueldo; está señalando una desobediencia colectiva que ha puesto a toda la nación bajo el juicio de Dios.

En este contexto, “abriré las ventanas de los cielos” no es una metáfora vaga de riqueza ilimitada. Es una imagen de lluvia —literal y figurativa— que asegura buenas cosechas, algo vital para una sociedad agraria como la de Israel. Y “reprenderé al devorador” no se refiere a un ángel guardián que protege tu cuenta bancaria; habla de detener las plagas de langostas o las sequías que arruinaban los cultivos, formas de juicio que Dios enviaba bajo el pacto mosaico, como vemos en el libro de Joel. Cuando el pueblo retenía los diezmos, el templo se quedaba sin alimento, los levitas sin sustento, y la nación entera sufría las consecuencias de romper su compromiso con Dios. Pero si se arrepentían y obedecían, Dios prometía restaurar la bendición pactada. Es lo mismo que vemos en Hageo: cuando el pueblo dejó de construir el templo para enfocarse en sus propios hogares, las cosechas fallaron; cuando volvieron a priorizar a Dios, las bendiciones regresaron.

Entonces, ¿qué pasó con este pasaje? ¿Cómo llegamos de una reprensión a una nación teocrática desobediente a un eslogan de prosperidad personal? La respuesta está en el evangelio de la prosperidad, una teología que ha tomado Malaquías 3:10 y lo ha convertido en una herramienta para motivar —o manipular— a las personas.

"Diezma, y Dios te hará rico", dicen. "Ofrenda, y Él multiplicará tus finanzas".



Es una distorsión que odia el corazón del evangelio verdadero. En lugar de glorificar a Dios, este mensaje utiliza a Dios como un medio para nuestros fines egoístas. Pinta un cuadro donde el dar se convierte en una transacción:

yo te doy algo, Señor, y Tú me das más a cambio.

Y si no recibes la bendición prometida, la culpa es tuya: no tuviste suficiente fe, no diste lo suficiente. Es una mentira que ha alejado a muchos del evangelio auténtico, dejándolos resentidos cuando las promesas vacías no se cumplen.

Pero detengámonos aquí y seamos honestos: no vivimos en el Israel de Malaquías. No somos una teocracia bajo la ley mosaica. Las promesas de Deuteronomio 28 y las advertencias de Malaquías 3 fueron dadas a un pueblo específico en un tiempo específico, bajo un pacto que Jesús cumplió y transformó con Su sangre (Hebreos 8:13). El Nuevo Testamento no nos manda a diezmar como lo hacía la ley; en cambio, nos llama a ofrendar según hayamos prosperado y según lo que decidamos en nuestro corazón (1 Corintios 16:2; 2 Corintios 9:7). El 10% puede ser una guía útil —como lo es el descanso del sábado—, pero no es un mandato ni un límite. Para algunos, dar el 10% es solo el comienzo; para otros, en tiempos de escasez, podría ser menos. Lo que importa no es la cantidad, sino la actitud: un corazón alegre, generoso y confiado en Dios.

Y aquí está la diferencia más profunda: la motivación.


En el evangelio de la prosperidad, damos para recibir. En el evangelio de Cristo, damos porque ya hemos recibido. Jesús se dio a Sí mismo por nosotros, cargó nuestro pecado, nos rescató de la condenación y nos dio vida eterna. ¿Qué mayor motivación necesitamos? Cuando ofrendamos, no estamos negociando con Dios; estamos respondiendo con gratitud a Su gracia inmerecida. Estamos diciendo: "Todo lo que tengo es Tuyo, Señor, porque Tú me diste todo". Dar se convierte en un acto de adoración, una expresión de confianza en que Él es nuestro proveedor, no en que nosotros podemos manipularlo con nuestras ofrendas. Como dijo Agustín: "No es lo que posee el hombre lo que realmente importa, tanto como lo que posee al hombre". Nuestra disposición a dar revela si el dinero es nuestro amo o nuestro siervo, si nuestro corazón está puesto en las cosas de este mundo o en las de arriba.

¿Qué hacemos con Malaquías 3:10 hoy?


No lo tiremos por la ventana; es Palabra de Dios y tiene mucho que enseñarnos. Nos muestra la seriedad de la obediencia, la realidad del juicio divino y la fidelidad de Dios para bendecir a los Suyos.

Pero no lo saquemos de su contexto para convertirlo en una fórmula mágica de prosperidad. En lugar de usarlo para prometer riquezas a individuos, podemos aprender de él como iglesia: ¿Estamos siendo fieles con lo que Dios nos ha confiado? ¿Estamos apoyando la obra del evangelio con generosidad? ¿O estamos reteniendo para nosotros mismos lo que pertenece al servicio de Su reino?

Si alguna vez te han enseñado que diezmar es una inversión para tu cuenta bancaria, te invito a mirar más allá. El evangelio no se trata de lo que podemos sacarle a Dios; se trata de lo que Él ya nos dio en Cristo. No necesitamos torcer Malaquías para encontrar bendiciones, porque la mayor bendición ya es nuestra: la salvación por gracia mediante la fe. Que nuestro dar refleje esa verdad, no un ansia por más cosas, sino un amor por Aquel que lo dio todo. Y que, al compartir esta enseñanza con otros, corrijamos las falsas percepciones y proclamemos el evangelio que exalta a Cristo, no al hombre.