• Malaquías 3:10 es uno de esos versículos que resuena en casi todas las iglesias donde el dinero y la fe se cruzan.
  • En muchas iglesias contemporáneas, es común escuchar a líderes autoproclamarse "apóstoles", reclamando una autoridad especial y un estatus elevado dentro del cuerpo de Cristo.
  • En muchos círculos cristianos, Apocalipsis 3:20 se ha convertido en un versículo emblemático para el evangelismo.
  • La doctrina de la "confesión positiva" enseña que nuestras palabras tienen el poder de crear milagros, pero ¿es esto bíblico? Este artículo examina sus orígenes, contrastándolos con las Escrituras, y advierte sobre su peligrosa desviación del verdadero evangelio de Cristo.
  • La historia de la mujer con el flujo de sangre (Mateo 9:20-22, Marcos 5:25-34, Lucas 8:43-48) es más que un milagro físico: es una lección profunda sobre la verdadera fe. Más allá de la sanidad, Jesús le otorgó salvación, destacando que no fue el manto el que la curó, sino su confianza en Él. Este capítulo explora el significado espiritual de su historia y nos desafía a buscar a Cristo, no solo por sus milagros, sino por la vida eterna que ofrece.
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martes, 15 de abril de 2025

Hebreos 11:1 - ¿Creyeron los apóstoles en Cristo por fe o porque lo vieron?

La Biblia sobre un fondo marron, con el texto, creyeron los apostoles en cristo por fe o porque lo vieron, esto en pregunta.

Una de las preguntas más profundas que podemos hacernos al estudiar los evangelios es esta: 

¿Los apóstoles creyeron en Jesucristo por fe o simplemente porque lo vieron en acción? 

La respuesta no solo nos ayuda a entender mejor a los apóstoles, sino que también nos revela cómo obra la fe verdadera en el corazón del creyente.


 

¿Qué es la fe según la Biblia?

Hebreos 11:1 define la fe de esta manera:

"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve."

La fe bíblica es una confianza firme en las promesas de Dios, una seguridad en lo que aún no se ha visto ni experimentado plenamente. No depende de los sentidos, sino de la revelación divina.


Etapa 1: Fe basada en lo visible

Durante el ministerio terrenal de Cristo, los apóstoles caminaron con Él, lo vieron realizar milagros, enseñar con autoridad, calmar tormentas y resucitar muertos. Su reacción inicial fue creer en base a lo que veían.

Juan 2:11:

"Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él."

Esta fe era real pero incompleta. Era una fe que necesitaba ser afirmada, purificada y profundizada. De hecho, muchos vieron las mismas obras y no creyeron:

Juan 6:36:

"Pero os he dicho que aunque me habéis visto, no creéis."


Etapa 2: La fe verdadera viene por revelación divina

Jesús mismo declara que el conocimiento correcto de su identidad no proviene de la carne ni de la sangre, sino de la revelación del Padre:

Mateo 16:15-17:

"Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos."

Aun viendo a Cristo, la fe salvadora no es producto del intelecto ni de la observación, sino de la obra sobrenatural de Dios en el corazón del hombre.


Comparación entre Pedro y Judas: Vista sin fe vs. fe verdadera

Ambos fueron apóstoles, ambos vieron los milagros, ambos convivieron con Jesús. Pero uno fue salvo, y el otro fue condenado. ¿Por qué?

AspectoJudas IscariotePedro (Simón Pedro)
Llamado por Jesús
Vio milagros
Participó en el ministerio
Confesión de feNo registrada"Tú eres el Cristo..." (Mt 16:16)
Motivación internaAmbición, codiciaPasión, pero sinceridad
CaídaTraiciónNegación
Reacción al pecadoRemordimiento sin arrepentimientoArrepentimiento genuino
Destino finalPerdición eternaRestauración y liderazgo
Tuvo fe verdaderaNo

 

Judas lo vio todo, pero nunca tuvo fe verdadera. Pedro también vio, pero su fe fue revelada por el Padre y preservada por la oración de Cristo:

Lucas 22:32:

"Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte."


Conclusión

Los apóstoles inicialmente creyeron en Cristo por lo que vieron, pero esa fe era incipiente, parcial, y no necesariamente salvadora. Fue a través de la revelación del Padre y la obra del Espíritu Santo que sus corazones fueron transformados para tener una fe verdadera, firme y perseverante.

La visión puede impresionar, pero solo la revelación divina salva. Por eso Jesús dijo:

Juan 20:29:

"Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron."


Aplicación para nosotros hoy

Tú y yo no hemos visto a Jesús con nuestros ojos, pero podemos conocerlo con el corazón si el Padre nos lo revela. No necesitamos pruebas visuales; necesitamos fe dada por gracia. Como Pedro dijo:

1 Pedro 1:8-9:

"A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas."

Amemos, sigamos y confiemos en Cristo, no porque lo hayamos visto, sino porque Dios nos ha dado fe para creerle.

lunes, 14 de abril de 2025

Deuteronomio 14:22-23 - La Verdad Bíblica sobre el Diezmo.



Una imagen de una persona muy pobre poniendo dinero en las ofrendas en una iglesia, el plato de las ofrendas está a reventar, lleno de dinero, el dinero cae al suelo, frente al dinero hay un hombre de traje con cara de avaricia

Una Doctrina Malentendida


En muchas iglesias contemporáneas, el tema del diezmo se ha convertido en una enseñanza central, presentada como un mandato divino obligatorio para los creyentes. Sin embargo, al escudriñar las Escrituras con diligencia y bajo la guía del Espíritu Santo, encontramos que esta práctica, tal como se enseña hoy en día, carece de fundamento bíblico sólido para la iglesia del Nuevo Testamento. En este capítulo, examinaremos qué dice realmente la Palabra de Dios sobre el diezmo, su propósito en el contexto del Antiguo Pacto y cómo debemos vivir como cristianos bajo la gracia del Nuevo Pacto.

¿Qué significa la palabra "diezmo"?

La palabra "diezmo" proviene del hebreo ma'aser, que significa literalmente "la décima parte". En el contexto bíblico, se refiere a la décima parte de los productos agrícolas o ganaderos que el pueblo de Israel debía apartar para propósitos específicos ordenados por Dios. No era una contribución voluntaria ni un impuesto arbitrario, sino una ordenanza específica dentro del sistema levítico y del pacto mosaico.

¿Dónde y a quién ordenó Dios el diezmo como ley?

La primera mención clara del diezmo como una ordenanza legal se encuentra en el libro de Deuteronomio. En Deuteronomio 14:22-23, leemos:

"Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año, y lo comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre..."

Este mandato era claro: el diezmo debía ser tomado de los productos agrícolas y ganaderos, y se ofrecía anualmente, no semanal ni mensualmente.

Es crucial notar a quién iba dirigido este mandato. En Deuteronomio 5:1-3, Moisés declara:

"No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos."

Este pacto, incluyendo las leyes sobre el diezmo, fue dado específicamente a la nación de Israel, no a todas las naciones ni a los gentiles. Por tanto, no podemos asumir que esta ley aplica directamente a los cristianos de hoy, quienes no formamos parte del Israel físico ni estamos bajo el pacto mosaico.

¿Qué era el diezmo según la ley de Dios?

El diezmo ordenado por Dios no era dinero, como suele enseñarse hoy, sino productos agrícolas y ganaderos. Esto se detalla claramente en las Escrituras: Levítico 27:30: "Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, es de Jehová..." 

 
Levítico 27:32: "Y todo el diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado a Jehová." 
 
Deuteronomio 14:23: "Y comerás delante de Jehová tu Dios... el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite..."

En ningún pasaje del Antiguo Testamento se menciona que el diezmo debía ser dado en dinero. Más aún, el propósito del diezmo era sostener a los levitas (quienes no tenían heredad de tierra), proveer para los pobres y celebrar las fiestas en el lugar que Dios escogiera (como se detalla en Números 18 y Deuteronomio 14). El "alfolí" mencionado en Malaquías 3:10 (tema que trataremos específicamente más adelante) no era una caja fuerte para dinero, sino un almacén para alimentos, como lo indica el contexto:

"Y haya alimento en mi casa."


¿Es Malaquías 3:8-10 un mandato para los cristianos?

Uno de los textos más utilizados para exhortar a los creyentes a diezmar es Malaquías 3:8-10, donde Dios reprende a Israel diciendo:

"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado... en vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición..."


Sin embargo, este pasaje tiene un contexto específico: Dios está hablando a la nación de Israel bajo el Antiguo Pacto, no a la iglesia del Nuevo Testamento. El reclamo era por la negligencia de los israelitas en cumplir con las leyes mosaicas, incluyendo el diezmo de productos agrícolas y ganaderos, que debían llevar al templo para el sustento de los levitas y las necesidades del culto.

Usar este pasaje para exigir el diezmo de dinero a los cristianos es una mala aplicación de la Escritura. Además, el Antiguo Pacto, con todas sus ordenanzas ceremoniales y civiles, ha sido cumplido y abrogado en Cristo. Como dice Hebreos 7:18-19:

"Porque el mandamiento anterior es abrogado por ser débil e inútil (pues la ley nada perfeccionó), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios."

Asimismo, Colosenses 2:14 nos enseña que Cristo "canceló el acta de los decretos que había contra nosotros... quitándola de en medio y clavándola en la cruz." Por tanto, las leyes del Antiguo Pacto, incluyendo el diezmo levítico, no son vinculantes para los creyentes del Nuevo Pacto.

¿Se enseña el diezmo en el Nuevo Testamento?

El diezmo se menciona en el Nuevo Testamento, pero no como un mandato para la iglesia. En Mateo 23:23 y Lucas 11:42, Jesús reprende a los fariseos por su hipocresía, diciendo que diezman hasta de la menta y el comino, pero descuidan la justicia, la misericordia y la fe. Aquí, Jesús no está estableciendo una norma para los cristianos, sino señalando la actitud legalista de los fariseos bajo la ley mosaica.

La otra mención significativa está en Hebreos 7:1-14, donde se habla del diezmo que Abraham dio a Melquisedec. Sin embargo, el propósito de este pasaje no es enseñar que los cristianos deben diezmar, sino demostrar la superioridad del sacerdocio de Melquisedec (que prefigura a Cristo) sobre el sacerdocio levítico. En ningún lugar del Nuevo Testamento se exhorta a los creyentes a dar un diezmo obligatorio del 10% de sus ingresos.

En cambio, el Nuevo Testamento nos enseña principios de ofrendas generosas y voluntarias. En 2 Corintios 9:7, Pablo escribe:

"Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre."

La ofrenda cristiana no está sujeta a un porcentaje fijo ni a una maldición por no cumplirlo, sino que fluye de un corazón agradecido y generoso.


¿Por qué tantas iglesias enseñan el diezmo obligatorio?

Si el diezmo obligatorio no tiene fundamento en el Nuevo Testamento, ¿por qué tantas iglesias insisten en enseñarlo? La respuesta puede ser doble: 
 
Ignorancia de las Escrituras: Algunos líderes no han estudiado a fondo el contexto bíblico del diezmo y repiten tradiciones humanas sin cuestionarlas. 
 
Avaricia y manipulación: Otros, lamentablemente, usan el diezmo como una herramienta para obtener ganancias personales, manipulando a los creyentes con temor y falsas promesas de bendición. Esto es precisamente lo que el apóstol Pedro advierte en 2 Pedro 2:3:

"Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas."

La práctica de exigir el diezmo de dinero, acompañada de amenazas de maldición basadas en Malaquías 3, es una distorsión de la Palabra de Dios. Como cristianos, debemos rechazar estas enseñanzas y regresar a la verdad de las Escrituras.

Vivamos bajo la gracia del Nuevo Pacto


El diezmo, como se prescribe en el Antiguo Testamento, era una ley específica para Israel bajo el pacto mosaico. No hay base bíblica para exigir un diezmo de dinero a los cristianos, ni para amenazar con maldiciones a quienes no lo entregan. En el Nuevo Pacto, somos llamados a dar generosamente, con alegría y conforme a lo que hemos decidido en nuestro corazón, no bajo coacción ni legalismo.

Amado hermano, te exhorto a escudriñar las Escrituras por ti mismo, como nos manda el Señor Jesús en Juan 5:39. No permitas que tradiciones humanas o manipulaciones te aparten de la verdad. Si una iglesia o líder te enseña que debes dar un diezmo obligatorio para evitar una maldición, pregúntate: ¿está esto en armonía con el evangelio de la gracia? Como dice Pablo en 1 Timoteo 6:5, debemos apartarnos de aquellos “que toman la piedad como fuente de ganancia."

Que el Señor te dé entendimiento y libertad para vivir conforme a Su Palabra, no bajo el yugo de mandamientos humanos, sino bajo la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

miércoles, 9 de abril de 2025

¿Qué Dice la Biblia Sobre la Forma del Mundo? Una Perspectiva Bíblica Reformada.

 

Imagen de un paisaje árido y desértico con un cielo azul despejado. En el centro aparece el texto: "¿Qué dice la Biblia sobre la forma del mundo? Una perspectiva bíblica reformada".

 La Biblia, como Palabra inspirada de Dios (2 Timoteo 3:16), es el fundamento de nuestra fe y una fuente de verdad que ha guiado a millones a lo largo de los siglos. Uno de los temas que a menudo genera curiosidad es lo que las Escrituras revelan sobre la forma del mundo. 

Aunque la Biblia no es un tratado científico moderno, sí presenta una cosmología consistente que refleja la comprensión del pueblo de Dios en el contexto de la revelación divina. En este artículo, exploraremos cómo las Escrituras, desde Génesis hasta Apocalipsis, describen el mundo como un plano fijo bajo una bóveda celeste, y cómo esta visión es coherente con la fe bíblica.

1. La Cosmología Bíblica: Un Mundo Plano y Estable
 
La Biblia nos ofrece una imagen unificada del cosmos que se alinea con la cosmovisión de los antiguos hebreos, quienes fueron guiados por la revelación divina. A diferencia de las especulaciones modernas, las Escrituras presentan la Tierra como un plano extenso, firme y creado con propósito por Dios. Esta perspectiva no solo es consistente a lo largo de los libros bíblicos, sino que también resuena con las cosmologías de las culturas vecinas, como los egipcios y los babilonios, aunque siempre bajo la autoridad soberana de Yahvé.
 
En Génesis 1:1-2 leemos:
 
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”. 
 
Este pasaje establece el fundamento de la creación, donde la Tierra es el centro del propósito divino. Más adelante, en el segundo día (Génesis 1:6-8), Dios crea un firmamento para separar las aguas de arriba de las de abajo: 
 
“Dijo Dios: Haya un firmamento en medio de las aguas, que separe las aguas de las aguas. E hizo Dios el firmamento, y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las aguas que estaban sobre el firmamento”. 
 
Este firmamento, o raqia en hebreo, implica una estructura sólida extendida sobre la Tierra, un concepto que aparece 17 veces en la Biblia y que sugiere un cielo abovedado.
 
 
2. El Firmamento: Una Bóveda Física
 
El término hebreo raqia deriva de una raíz que significa “extender” o “golpear para formar una lámina”, lo que apunta a una estructura física y resistente. Job 37:18 lo describe poéticamente: 
 
“¿Extendiste tú con él los cielos, firmes como un espejo de metal fundido?”. 
 
Asimismo, Salmo 19:1 declara: 
 
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. 
 
Esta bóveda no solo separa las aguas, sino que también sirve como el lugar donde Dios coloca el sol, la luna y las estrellas en el cuarto día (Génesis 1:14-17).
 
Esta imagen de un firmamento sólido tiene sentido teológico: refleja la soberanía de Dios al ordenar el caos y establecer límites en la creación. Isaías 40:22 añade profundidad al describir a Dios como aquel que “está sentado sobre el círculo de la tierra” y “extiende los cielos como una cortina, y los despliega como una tienda para morar”. Aquí, “círculo” (hebreo chug) no implica una esfera, sino una forma abovedada o redondeada que cubre un plano.
 
 
3. La Tierra Fija y los Cuerpos Celestes en Movimiento
 
Las Escrituras también presentan la Tierra como inmóvil y los cuerpos celestes como objetos que se mueven dentro del firmamento. 
 
Josué 10:12-13 relata cómo, por mandato de Dios, “el sol se detuvo en Gabaón, y la luna en el valle de Ajalón”, mostrando que son el sol y la luna los que se mueven, no la Tierra. 
 
Salmo 19:4-6 refuerza esta idea al describir al sol como un corredor que “sale de un extremo de los cielos y su curso llega hasta el otro extremo”.
 
Además, pasajes como Daniel 4:10-11 y Mateo 4:8 apoyan la idea de una Tierra plana.
 
"Me parecía ver en medio de la tierra un árbol, cuya altura era grande. Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra. "
 
 
En Daniel, un árbol es visible “hasta los confines de toda la tierra”, algo imposible en una esfera. 
 
En Mateo, Satanás muestra a Jesús “todos los reinos del mundo” desde un monte alto, lo que presupone una superficie plana y extensa. Estos textos, interpretados literalmente, reflejan la cosmovisión hebrea bajo la inspiración divina.
 
 
4. Los Cuatro Ángulos y la Visión Profética
 
La Biblia menciona repetidamente los “cuatro ángulos de la tierra” (Apocalipsis 7:1; Isaías 11:12), una expresión que sugiere una forma cuadrada o rectangular con límites definidos. Aunque el modelo plano moderno no requiere esquinas literales, estas referencias pueden entenderse como las regiones extremas de la Tierra, coherentes con la cosmología antigua. 
 
En Ezequiel 1:22-26, el profeta ve una “bóveda como cristal” sobre la cual está el trono de Dios, reforzando la idea de un cielo físico elevado sobre un plano terrestre.
 
 
5. Implicaciones Teológicas para la Fe Reformada
 
Como cristianos reformados, afirmamos que la Biblia es suficiente y clara en lo que enseña (Sola Scriptura). La cosmología bíblica no busca competir con la ciencia moderna, sino revelar la gloria de Dios como Creador soberano. La Tierra plana y el firmamento no son meras metáforas poéticas, sino descripciones inspiradas que reflejan cómo Dios quiso que su pueblo entendiera el mundo. Aunque las culturas vecinas compartían ideas similares, la Biblia las eleva al declarar que solo Yahvé es el autor y sustentador de todo (Isaías 45:12).
 
Conclusión
 
La Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, presenta una Tierra plana y fija, cubierta por un firmamento sólido donde se mueven los cuerpos celestes. Esta cosmología, arraigada en la revelación divina, no solo es consistente dentro de las Escrituras, sino que también exalta la majestad de Dios como el Arquitecto del universo. 
 
Como creyentes, no nos avergonzamos de lo que la Palabra afirma, pues “los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). 
 
Que esta reflexión nos lleve a adorar al Dios que extiende los cielos con sus manos y sostiene la creación por su poder.

jueves, 3 de abril de 2025

Entre el Abismo y las Llamas: Una Exploración Bíblica de los Reinos de la Justicia Divina.

Imagen con tonos oscuros y rojizos que muestra figuras humanas cayendo en espiral hacia un abismo ardiente, representando un ambiente infernal. En el centro se encuentra el texto: "Entre el abismo y las llamas. Una exploración bíblica de los reinos de la justicia divina".



"Entre el Abismo y las Llamas: Una Exploración Bíblica de los Reinos de la Justicia Divina"


En las profundidades de las Sagradas Escrituras, encontramos términos que despiertan tanto asombro como temor: el "abismo" y el "infierno". Estas palabras evocan imágenes de oscuridad, juicio y el peso inescapable de la santidad de Dios. Pero, ¿son lo mismo? ¿Qué distingue el pozo sellado del abismo de las llamas eternas del infierno? Como cristianos reformados, comprometidos con la autoridad suprema de la Palabra, debemos desentrañar estos conceptos con reverencia y precisión. Este capítulo nos llevará a través de los pasajes bíblicos que definen el abismo y el infierno, comparará sus naturalezas y propósitos, y nos invitará a contemplar la soberanía de Dios sobre ambos. Con la guía de las Escrituras y la sabiduría de teólogos reformados, descubriremos cómo estas realidades testifican del poder, la justicia y la gracia del Creador.I. El abismo: El pozo de la oscuridad primordial

Imagina un lugar envuelto en tinieblas, un abismo sellado donde las fuerzas del mal son contenidas por la mano soberana de Dios. Este es el "abismo" que las Escrituras nos presentan, un término que resuena desde los albores de la creación hasta los tiempos finales. Su historia comienza en Génesis 1:2:

"Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas."

Aquí, el hebreo tehom pinta un cuadro de caos acuoso, una profundidad informe que precede al orden divino. No es un lugar de castigo, sino un estado primordial que Dios somete con su palabra. Sin embargo, a medida que avanzamos en la narrativa bíblica, el abismo evoluciona hacia algo más definido y siniestro.

En el Salmo 71:20, el salmista clama:

"Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra." 
 
Aunque metafórico, este uso sugiere una conexión con la aflicción y la muerte, un eco de la separación de la presencia de Dios. Pero es en el Nuevo Testamento donde el abismo (abyssos en griego) toma forma como un lugar específico. En Lucas 8:31, los demonios imploran a Jesús:

"Y le rogaban que no los mandase al abismo."

¿Qué temen estas criaturas espirituales? Apocalipsis 9:1-2 nos ofrece una visión:

"Y el quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y le fue dada la llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno."

El abismo es un "pozo" sellado, una prisión de oscuridad de donde emergen seres demoníacos bajo el juicio de Dios. Más adelante, en Apocalipsis 20:1-3, su propósito se aclara:

"Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso sellos sobre él."

Aquí, el abismo es un lugar de reclusión temporal, una celda divina para Satanás y sus huestes. Juan Calvino, en su Comentario a Apocalipsis, lo describe con precisión:

"El abismo es un lugar de tinieblas, ordenado por la sabiduría de Dios para contener a los rebeldes espirituales hasta que su juicio final sea ejecutado. No es su fin, sino su cadena."

El abismo, entonces, no es un destino eterno, sino un instrumento de la soberanía divina, un preludio al castigo final.
 
 
II. El infierno: Las llamas de la justicia eterna

Si el abismo es una prisión temporal, el infierno es el tribunal eterno de Dios, un lugar donde su ira contra el pecado arde sin fin. Sin embargo, el término "infierno" en nuestras Biblias abarca varias palabras bíblicas —Sheol, Hades, Gehenna, y el "lago de fuego"— que debemos distinguir para captar su profundidad.

En el Antiguo Testamento, Sheol es el reino de los muertos. En Salmo 16:10, David ora con esperanza:

"Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción."

Sheol no discrimina entre justos e injustos; es un estado intermedio, un lugar de espera. El Nuevo Testamento lo llama Hades. En Lucas 16:23, Jesús narra la parábola del rico y Lázaro:

"Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno."

Aunque Hades incluye tormento para los impíos, sigue siendo un estado temporal. El verdadero "infierno" emerge con Gehenna, un término que 
 
Jesús usa para el castigo eterno. En Mateo 25:41, Él declara:

"Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles."

Gehenna, inspirada en el Valle de Hinom —un sitio de idolatría y fuego perpetuo cerca de Jerusalén—, simboliza destrucción y sufrimiento sin fin. 
 
En Marcos 9:47-48, Jesús advierte:

"Mejor te es entrar en el reino de Dios con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado a la Gehenna, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga."

La culminación del infierno aparece en Apocalipsis 20:14-15:

"Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego."

El "lago de fuego" es el infierno en su forma definitiva, un lugar de tormento eterno tras el juicio final. Louis Berkhof, en su Teología Sistemática, lo define con claridad:

"El infierno es la separación eterna de la presencia benigna de Dios, un estado de tormento consciente y justo para los réprobos y los ángeles caídos, ejecutado con perfecta equidad." 
 
 
III. El contraste revelado: Abismo versus infierno


Con el abismo y el infierno definidos, comparemos sus diferencias en un lienzo teológico, trazando sus contornos en propósito, naturaleza, cronología y habitantes.
 
Propósito: El abismo es una prisión temporal, un lugar donde Dios contiene a los seres espirituales caídos, como los demonios (Lucas 8:31) y Satanás (Apocalipsis 20:3). Su función es restrictiva, un acto de control divino en el drama redentor. 
 
El infierno, en cambio, es el castigo eterno, el destino final de los impíos y los demonios tras el juicio (Mateo 25:41). Su propósito es vindicar la santidad de Dios y ejecutar su justicia.
 
Naturaleza: El abismo es un "pozo del abismo" (Apocalipsis 9:1), un lugar de oscuridad y reclusión. Aunque los demonios lo temen, no se describe explícitamente como un sitio de tormento activo. 
 
El infierno es un reino de sufrimiento consciente, con "fuego eterno" y "gusanos que no mueren" (Marcos 9:48), culminando en el lago de fuego, donde el tormento es perpetuo.
 
Cronología: El abismo opera en el presente (2 Pedro 2:4) y durante el milenio (Apocalipsis 20:1-3), pero es temporal; Satanás es liberado brevemente antes de su fin (Apocalipsis 20:7-10). 
 
El infierno es eterno, consumado tras el juicio final, cuando incluso el Hades es arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20:14).
 
Habitantes: El abismo alberga a seres espirituales como demonios y Satanás (Apocalipsis 9:11; 20:3); no hay indicio de humanos allí. 
 
El infierno incluye a los impíos humanos, Satanás y sus ángeles tras el juicio (Apocalipsis 20:15).
 
 
IV. La visión reformada: Soberanía y redención

La teología reformada, anclada en la Sola Scriptura, ve el abismo y el infierno como expresiones de la soberanía de Dios sobre el mal. Charles Spurgeon, en un sermón sobre Apocalipsis 20, proclama:

"El abismo es la celda donde el Todopoderoso encadena a los rebeldes espirituales, un testimonio de su dominio; el infierno es su tribunal final, donde la justicia resplandece en llamas eternas."

R.C. Sproul, en La Santidad de Dios, añade:

"El abismo es un preludio al infierno, una sombra de la sentencia final. Ambos declaran que Dios no negocia con el pecado, sino que lo somete a su voluntad santa."

Un pasaje clave es 2 Pedro 2:4:

"Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno [Tártaro, un término afín al abismo], los entregó a prisiones de oscuridad, reservados para el juicio."

Aquí, el "Tártaro" se asemeja al abismo como un lugar de espera, distinto del lago de fuego eterno.
 
 
Conclusión: Del abismo a la cruz

El abismo y el infierno, aunque relacionados, son distintos en las Escrituras. El abismo es el pozo temporal donde Dios restringe el mal espiritual, un recordatorio de su poder sobre las tinieblas. El infierno es el fuego eterno, el destino final donde la justicia divina arde contra el pecado impenitente. La Confesión de Fe de Westminster (Capítulo XXXIII) lo resume: "Los impíos serán castigados con tormento eterno, apartados de la presencia del Señor." Sin embargo, esta verdad no nos deja sin esperanza. Cristo, quien descendió a las profundidades (Efesios 4:9) y venció el poder del abismo, nos libra del infierno por su cruz. Que este contraste nos lleve a adorar al Dios soberano y a buscar refugio en su gracia. ¿Qué te revela esta distinción sobre el corazón de nuestro Salvador?

sábado, 29 de marzo de 2025

La Voz del Verbo: ¿Afirmó Jesús Ser Dios?


Representación de Jesús predicando a sus discípulos en una colina, con un cielo azul de fondo. Sobre la imagen, se lee el texto en español 'YO SOY' en letras grandes azules, y 'JUAN 8:58' en letras más pequeñas.



"La Voz del Verbo: ¿Afirmó Jesús Ser Dios?"
 
En el corazón de la fe cristiana yace una pregunta que ha resonado a través de los siglos: 
 
¿Quién es Jesús de Nazaret? 
 
Para algunos, fue un maestro sabio; para otros, un profeta poderoso. Pero la Iglesia, desde sus inicios, ha proclamado una verdad más audaz: 
 
Jesús es Dios encarnado, el Verbo eterno hecho carne. 
 
Sin embargo, surge una objeción persistente: "Jesús nunca dijo que era Dios, ¿o sí?" Este capítulo explorará las palabras y acciones de Cristo en los Evangelios, demostrando que, aunque no pronunció la frase exacta "Yo soy Dios," su testimonio sobre sí mismo, entendido en su contexto histórico y respaldado por la teología reformada, revela inequívocamente su identidad divina. Acompáñame en este viaje a través de las Escrituras, donde la voz del Salvador resuena con autoridad celestial.
 
I. El eco del "Yo Soy": Afirmaciones explícitas de divinidad

Imagina una escena en el templo de Jerusalén: una multitud escucha a Jesús mientras los líderes religiosos lo desafían. En medio del debate, Él pronuncia palabras que detienen el tiempo: 
 
"De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy" (Juan 8:58). 
 
Para el oído moderno, esto podría parecer una simple declaración de existencia. Pero para los judíos del siglo I, fue un trueno teológico. La frase "Yo soy" (ego eimi en griego) no era un giro casual; evocaba el nombre sagrado de Dios revelado a Moisés en la zarza ardiente: 
 
"YO SOY EL QUE SOY" (Éxodo 3:14). 
 
En hebreo, este nombre, YHWH, era tan santo que no se pronunciaba. Al apropiarse de él, Jesús no solo afirmaba preexistencia, sino que se identificaba con la esencia eterna de Dios.

La reacción de la multitud lo confirma: 
 
"Tomaron entonces piedras para arrojárselas" (Juan 8:59). 
 
¿Por qué? Porque entendieron que Jesús reclamaba ser Dios, un acto de blasfemia castigado con la muerte según Levítico 24:16. 
 
Juan Calvino, el gran reformador, reflexiona sobre este pasaje en su Comentario al Evangelio de Juan: 
 
"Cristo no se limita a decir que existió antes de Abraham, sino que, al usar 'Yo soy,' se reviste del nombre inefable de Dios, declarando su eternidad y deidad." 
 
Este no es un malentendido; es una revelación.

Otro momento clave ocurre en Juan 10:30, cuando Jesús proclama: 
 
"Yo y el Padre uno somos." 
 
No habla de una mera unidad de propósito, como algunos podrían sugerir, sino de una identidad esencial. Los judíos lo captan de inmediato: 
 
"Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios" (Juan 10:33). 
 
Charles Spurgeon, el "príncipe de los predicadores" reformados, escribe con pasión: 
 
"Si Cristo no fuera Dios, estas palabras serían una arrogancia intolerable. Pero siendo Él el Hijo eterno, son la roca sobre la cual edificamos nuestra esperanza." 
 
La unidad con el Padre no es una metáfora; es una afirmación ontológica de divinidad.

Finalmente, considera cómo Jesús acepta adoración, un privilegio exclusivo de Dios. Tras su resurrección, las mujeres lo encuentran y "le abrazaron los pies, y le adoraron" (Mateo 28:9). Tomás, al verlo, exclama: "¡Señor mío, y Dios mío!" (Juan 20:28). Jesús no lo reprende, como hicieron los ángeles (Apocalipsis 19:10) o Pedro (Hechos 10:25-26), sino que lo bendice (Juan 20:29). 
 
Louis Berkhof, en su monumental Teología Sistemática, observa: 
 
"Al recibir adoración, Cristo se coloca en el trono de la deidad, confirmando con hechos lo que sus palabras insinúan." Estas afirmaciones explícitas, aunque no usan la fórmula exacta "Soy Dios," son inequívocas en su contexto.
 
 
II. El reflejo de la gloria: Afirmaciones implícitas de divinidad

Más allá de sus palabras, las acciones de Jesús pintan un retrato divino con pinceladas audaces. Sus milagros, enseñanzas y autoridad revelan una identidad que trasciende lo humano. Tomemos, por ejemplo, su poder para perdonar pecados. 
 
En Marcos 2:5, ante un paralítico, Jesús declara: 
 
"Hijo, tus pecados te son perdonados." 
 
Los escribas, atónitos, murmuran: 
 
"¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?" (Marcos 2:7). 
 
Tienen razón: Isaías 43:25 reserva este derecho a YHWH: "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo." Jesús no corrige su teología; la confirma al sanar al hombre, diciendo: 
 
"Para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados" (Marcos 2:10). 
 
Calvino escribe: "Aquí Cristo no solo reclama un poder divino, sino que lo demuestra, silenciando a sus críticos con la evidencia de su deidad."

Otro reflejo brilla en Marcos 2:28, cuando Jesús afirma: 
 
"El Hijo del Hombre es Señor aun del sábado." 
 
El sábado, instituido por Dios en Éxodo 20:8-11, era un pilar de la identidad judía. ¿Quién podría reclamar autoridad sobre él sino su Creador? 
 
R.C. Sproul, teólogo reformado contemporáneo, señala: 
 
"Al declararse Señor del sábado, Jesús no solo desafía a los fariseos, sino que se identifica con el Dios que santificó ese día." 
 
Esta autoridad no es delegada; es inherente.

Además, Jesús habla de su preexistencia en Juan 17:5:
 
"Glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese." 
 
Estas palabras, pronunciadas en su oración sacerdotal, revelan una existencia eterna junto al Padre, un atributo exclusivo de Dios. Juan 1:1-3 lo amplifica: 
 
"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios... Todas las cosas por él fueron hechas." 
 
El Verbo no es un ser creado; es el Creador. Estas afirmaciones implícitas, tejidas en el tapiz de su ministerio, forman un testimonio irresistible de su divinidad.
 
 
III. El juicio de los testigos: La percepción de sus contemporáneos

Si las palabras y obras de Jesús fueran ambiguas, podríamos esperar confusión entre sus oyentes. Pero la respuesta de sus contemporáneos es clara: lo entendieron como alguien que se igualaba a Dios. En su juicio ante el Sanedrín, el Sumo Sacerdote lo interroga: 
 
"¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?" Jesús responde: "Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo" (Mateo 26:63-64). 
 
Esta declaración fusiona Daniel 7:13-14, donde una figura divina recibe dominio eterno, con Salmo 110:1, donde el Señor invita a otro "Señor" a sentarse a su diestra. El Sumo Sacerdote rasga sus vestiduras y grita: 
 
"¡Ha blasfemado!" (Mateo 26:65). 
 
No lo acusan por ser un profeta, sino por afirmar ser Dios.

Spurgeon reflexiona: "Los judíos no lo clavaron en la cruz por sus milagros o sus parábolas, sino porque captaron la magnitud de sus palabras. Su error no fue entenderlo, sino rechazarlo." 
 
Cada intento de apedrearlo, cada acusación de blasfemia, testifica que sus oyentes percibieron lo que Él proclamaba: una identidad divina.
 
 
IV. La roca de la Reforma: Perspectiva teológica reformada

La tradición reformada, arraigada en la Sola Scriptura, ha defendido con vigor la deidad de Cristo como fundamento de la salvación. 
 
Juan Calvino, en su Institución de la Religión Cristiana (Libro II, Capítulo 14), argumenta que Jesús revela su divinidad progresivamente: 
 
"Hablando como hombre, no oculta su deidad, sino que la manifiesta para que, por fe, veamos al Hijo de Dios en el Hijo del Hombre." 
 
Para Calvino, las palabras de Cristo son un puente entre su humildad humana y su gloria divina, invitándonos a adorarlo.

La Confesión de Fe de Westminster (1646), un pilar del pensamiento reformado, declara en el Capítulo VIII: 
 
"El Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, siendo verdadero y eterno Dios, de una misma sustancia e igual al Padre, tomó sobre sí la naturaleza humana." 
 
Este credo se apoya en Colosenses 2:9: 
 
"Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad." 
 
Los reformadores no inventaron esta doctrina; la extrajeron de las Escrituras, donde Cristo brilla como Dios encarnado.
 
 
V. La objeción silenciada: ¿Por qué no fue más explícito?

Algunos podrían preguntar: 
 
"Si Jesús era Dios, ¿por qué no lo dijo más claramente?" 
 
La respuesta yace en su misión y contexto. En una cultura judía monoteísta, afirmar "Soy Dios" sin preparación habría sido un escándalo prematuro (Juan 7:6: "Mi tiempo aún no ha venido"). Jesús eligió revelar su deidad a través de signos y palabras que invitaran a la fe, no solo a la confrontación. Juan 20:31 lo resume: 
 
"Estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre." 
 
 
Su claridad no está en una sola frase, sino en el coro de su vida.
 
 
Conclusión: El Verbo que habla eternamente

Jesús no necesitó decir "Soy Dios" en esas palabras exactas porque su testimonio resuena con una autoridad que trasciende el lenguaje humano. 
 
Con "Yo soy," se identifica con el Dios de la zarza. Con "Yo y el Padre uno somos," proclama unidad divina. Con sus obras—perdonando pecados, gobernando el sábado, aceptando adoración—pinta su deidad en colores vivos. Sus contemporáneos lo entendieron, y la tradición reformada lo ha afirmado: Jesús es Dios. Este capítulo no es solo una defensa teológica; es una invitación a escuchar la voz del Verbo y, como Tomás, exclamar: 
 
"¡Señor mío, y Dios mío!" 
 
¿Qué eco de esta verdad resuena en tu corazón hoy?

domingo, 23 de marzo de 2025

¿Qué sucede tras la muerte? ¿Cielo o infierno inmediato, espera del juicio, o ambos?




Paisaje simbólico que muestra el contraste entre el cielo brillante con nubes y un valle de fuego, ilustrando la pregunta sobre el destino después de la muerte, con el texto "¿Qué sucede tras la muerte? ¿Cielo o infierno inmediato, espera del juicio, o ambos?"



Introducción: Planteando el dilema teológico

La pregunta sobre lo que sucede tras la muerte y el propósito de la segunda venida de Cristo es fundamental para la fe cristiana. La Biblia enseña con claridad que hay un destino inmediato para las almas al morir, pero también afirma que Cristo regresará para un juicio final. ¿Cómo se reconcilian estos eventos? Este estudio, desde la perspectiva reformada, se apega estrictamente a la Palabra de Dios para responder: ¿van las almas directamente al cielo o al infierno al morir? Y si es así, ¿a quién viene Cristo a juzgar y por qué? Nos guiaremos obviamente por las Escrituras, interpretadas en su contexto, para ofrecer una enseñanza fiel y sólida.


1. El destino inmediato de las almas al morir: Evidencia bíblica detallada

La Biblia enseña consistentemente que la muerte marca una transición inmediata para el alma, llevándola a un estado provisional según la relación de la persona con Dios a través de Cristo. Este "estado intermedio" entre la muerte y la resurrección es un tema crucial para entender el propósito del juicio final.

Lucas 23:42-43: ¿Aplica a todos?

"Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso."

Jesús le promete al ladrón en la cruz que estará con Él en el paraíso ese mismo día. Sin embargo, esto no significa que esta sea la norma para todos los creyentes. Podría ser un caso excepcional, así como la ascensión de Enoc o Elías no implica que todos los creyentes sean llevados al cielo sin morir (2 Reyes 2:11). Además, algunos argumentan que la interpretación depende de la coma en la traducción:


"De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso."


Si se lee de esta manera, Jesús estaría enfatizando la certeza de la promesa y no necesariamente el tiempo exacto en que ocurriría.

Filipenses 1:23 y 2 Corintios 5:8: ¿Indican una ida inmediata al cielo?

Filipenses 1:23 en contexto

En Filipenses 1:23, Pablo dice:


"Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor."


Aquí, Pablo expresa su deseo personal de "partir y estar con Cristo". Sin embargo, esta declaración es subjetiva y no es un pronunciamiento doctrinal sobre lo que sucede inmediatamente después de la muerte. No dice que al instante de morir estará con Cristo, sino que su deseo es llegar a ese estado.

Este tipo de expresión puede compararse con el caso de alguien que ha estado viviendo en el extranjero durante años y dice:


"No sé qué hacer: si quedarme aquí y seguir trabajando o regresar a mi país natal para estar con mi Padre."


Esta afirmación refleja un anhelo profundo de volver a su hogar y reunirse con su padre, pero no implica que, en el momento en que tome la decisión de partir, estará de inmediato en su destino. De manera similar, Pablo expresa su deseo de estar con Cristo, sin que ello signifique necesariamente una transición instantánea tras la muerte.

Además, en el mismo capítulo, Pablo reconoce que su permanencia en la carne es útil para los creyentes, lo que indica que su partida no es inminente ni que su comprensión del destino post-mortem sea instantánea.


2 Corintios 5:8 en contexto

En 2 Corintios 5:8, Pablo declara:


"Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor."


Este versículo es utilizado frecuentemente para argumentar que la muerte de un creyente implica una transición inmediata a la presencia de Dios. Sin embargo, el pasaje en su contexto más amplio (2 Corintios 5:1-10) habla sobre la esperanza de recibir una morada celestial y la transformación futura del creyente.

Pablo contrasta dos estados:

Estar en el cuerpo terrenal (actualidad).

Estar con el Señor (esperanza futura).

Lo que no menciona explícitamente es si hay un período intermedio entre la muerte y la presencia con Cristo o cuándo ocurre esa transición.


¿Prueba esto una entrada inmediata al cielo?


Pablo no está enseñando explícitamente que en el momento de la muerte se pasa directamente al cielo.

El uso del lenguaje en ambos pasajes refleja su deseo y esperanza de estar con Cristo, pero no establece una doctrina detallada sobre el momento exacto en que esto sucede.

El resto de la Escritura enfatiza la resurrección futura y el juicio final en la segunda venida de Cristo, lo que implica que la glorificación del creyente no ocurre instantáneamente al morir.

Por lo tanto, estos pasajes no pueden ser usados de manera concluyente para afirmar que los creyentes van inmediatamente al cielo al morir. Más bien, refuerzan la certeza de la esperanza cristiana de estar con Cristo en el futuro, sin definir con precisión el estado intermedio.


Ahora bien, La enseñanza bíblica es inequívoca: al morir, el alma no vaga sin propósito, ni espera en un limbo indefinido. Más bien, experimenta una transición inmediata a un estado provisional que refleja la condición espiritual de la persona en vida, ya sea en comunión con Cristo o en separación de Dios. Este "estado intermedio" es fundamental para entender la necesidad y el propósito del juicio final.

Veamos estos versiculos:

Job 14:12
"Así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño."

Daniel 12:2
"Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua."

Mateo 9:24
"Les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él."

Juan 11:11-14
"Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto."

Hechos 7:60
"Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió."

Hechos 13:36
"Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción."

1 Corintios 11:30
"Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen."

1 Corintios 15:6
"Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen."

1 Corintios 15:18
"Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron."

1 Corintios 15:20
"Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho."

1 Corintios 15:51
"He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados."

1 Tesalonicenses 4:13-15
"Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza... Porque el mismo Señor con voz de mando... descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero."


En el Antiguo Testamento la Palabra: יָשַׁן (yashán)

Significa: Dormir, descansar, estar inactivo. Se usa tanto para el sueño natural como para la muerte en algunos casos.

Ejemplo:

Job 14:12 → "Así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño (yashán).”

En el Nuevo Testamento la Palabra: κοιμάομαι (koimáomai)

Significa: Dormir, reposar, estar inactivo. En el Nuevo Testamento, se usa comúnmente para describir la muerte de creyentes con la esperanza de la resurrección.

Ejemplo:

1 Tesalonicenses 4:13 → "Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen (koimáomai), para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza."



La Biblia describe la muerte de los creyentes como un "sueño" (koimáomai en griego, yashán o shakab en hebreo), lo que plantea la pregunta:

¿Dónde están las almas de los muertos mientras "duermen"?

La Biblia compara la muerte con el sueño porque:

Los muertos no están conscientes (Eclesiastés 9:5,10).

Esperan la resurrección en el futuro (Daniel 12:2, Juan 5:28-29).

Jesús mismo usó este lenguaje al hablar de Lázaro (Juan 11:11-14).



Esto indica que las almas no están activamente en el cielo o el infierno, sino en un estado de espera hasta la resurrección.

¿Están los muertos conscientes en el cielo o el infierno?

Eclesiastés 9:5-6,10 dice que los muertos “nada saben” y “su amor, su odio y su envidia fenecieron ya”.

Salmo 146:4 dice que cuando el hombre muere, “perecen sus pensamientos”.

Job 14:12-14 enseña que los muertos esperan su resurrección.



Esto contradice la idea de que las almas inmediatamente van al cielo o al infierno en un estado consciente.

Jesús enseñó sobre la resurrección, no sobre almas conscientes en el cielo

Juan 5:28-29 → “Los que están en los sepulcros oirán su voz, y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida, y los que hicieron lo malo a resurrección de condenación.”

Lucas 14:14 → Jesús dijo que los justos recibirán su recompensa en “la resurrección de los justos”.

1 Corintios 15:51-52 → Pablo explica que los muertos en Cristo serán transformados “en un abrir y cerrar de ojos” en la segunda venida.



Esto implica que los muertos están esperando en un estado de "sueño" hasta el regreso de Cristo.

¿Qué pasa con las almas de los muertos?

El alma no es inmortal por sí misma.

Ezequiel 18:4 → “El alma que pecare, esa morirá.”

Mateo 10:28 → Jesús dijo que Dios puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

Las almas de los justos y de los impíos esperan la resurrección:

Daniel 12:2 → “Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión perpetua.”

Hechos 24:15 → Pablo enseñó que habrá una resurrección “de justos e injustos.”


Esto significa que los muertos no están en actividad ni en el cielo ni en el infierno hasta la resurrección.


¿Pero entonces en donde están?


La Biblia enseña que después de la muerte, las almas van a un lugar de espera antes de la resurrección final y el juicio definitivo. Estos lugares de espera son comúnmente llamados el Cielo Provisional (Paraíso) y el Infierno Provisional (Hades).

1. El Cielo Provisional (Paraíso)

El cielo provisional es el estado de descanso y comunión con Dios en el que las almas de los justos esperan la resurrección y el juicio de recompensas. Aunque aún no han recibido sus cuerpos glorificados, están con el Señor.

Evidencias bíblicas del Cielo Provisional

Lucas 23:42-43 → Jesús le dice al ladrón en la cruz: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Indica que los justos van a un lugar de descanso con Cristo inmediatamente después de morir.

2 Corintios 5:8 → Pablo dice: “Preferimos estar ausentes del cuerpo y presentes con el Señor.”

Muestra que después de la muerte, los creyentes están con Cristo.

Filipenses 1:23 → Pablo expresa su deseo de “partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.”

No se menciona un intervalo de tiempo, pero deja claro que su destino es estar con el Señor.

Apocalipsis 6:9-11 → Las almas de los mártires claman a Dios desde debajo del altar, esperando el cumplimiento del juicio final.

El Cielo Provisional es un estado de gozo y comunión con Dios para los creyentes antes de la resurrección final y la instauración del cielo nuevo y la tierra nueva (Apocalipsis 21:1-4).


2. El Infierno Provisional (Hades)

El Hades es el lugar donde las almas de los injustos esperan el juicio final. No es el lago de fuego (Gehena), sino un estado intermedio de sufrimiento antes del juicio definitivo.

Evidencias bíblicas del Infierno Provisional (Hades)

Lucas 16:22-23 → En la parábola del rico y Lázaro, Jesús describe cómo el hombre rico muere y va al Hades en tormento, mientras que Lázaro es llevado al "seno de Abraham".

Aunque es una parábola, muestra una distinción clara entre el estado de los justos y los impíos después de la muerte.

Apocalipsis 20:13-14 → “La muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos… y fueron lanzados al lago de fuego.”

Esto indica que el Hades es temporal, y su destino final es el lago de fuego.

Hechos 2:27, 31 → Pedro dice que Jesús “no fue dejado en el Hades”, lo que confirma que es un lugar donde van las almas después de la muerte.



¿Porque los justos esperarían un juicio si ya están con Cristo?, no se supone que si están con Cristo es porque ya están aceptados?


La respuesta se encuentra en la distinción entre el juicio para salvación y el juicio para recompensas.

1. No hay juicio para determinar salvación

Los creyentes que han muerto en Cristo ya han sido justificados por la fe (Romanos 5:1). No necesitan ser juzgados para determinar si son salvos o no. Jesús mismo afirmó en Juan 5:24:

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”

Esto indica que los creyentes ya tienen asegurada su salvación en el momento de su muerte.



2. El Juicio de Recompensas para los Creyentes

Aunque los justos no son juzgados para determinar su salvación, sí enfrentarán un juicio de recompensas. Este juicio es conocido como el Tribunal de Cristo (Bema) y es diferente del Juicio del Gran Trono Blanco, que es para los incrédulos.
Versículos que hablan del Juicio de Recompensas

2 Corintios 5:10 → “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.”

Romanos 14:10-12 → “Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.”

1 Corintios 3:12-15 → Habla de cómo las obras de los creyentes serán probadas con fuego, y algunos recibirán recompensa mientras que otros sufrirán pérdida (pero aún serán salvos).

Este juicio no es para decidir si una persona va al cielo o al infierno, sino para evaluar la fidelidad de cada creyente y determinar su recompensa en el reino de Dios.



3. El Juicio del Gran Trono Blanco (para los impíos)

Este es un juicio completamente diferente, reservado para los incrédulos. Se describe en Apocalipsis 20:11-15, donde los muertos son resucitados y juzgados según sus obras antes de ser lanzados al lago de fuego.

Los creyentes no estarán en este juicio porque sus nombres ya están escritos en el Libro de la Vida del Cordero (Apocalipsis 21:27).


Los creyentes que están en el cielo provisional (Paraíso) no están esperando un juicio para determinar si son salvos o no. Su salvación ya fue asegurada por la obra de Cristo en la cruz. Sin embargo, sí enfrentarán el Juicio de Recompensas, donde Cristo evaluará sus obras y les dará galardones según su fidelidad.

Este juicio no es de condenación, sino de reconocimiento y recompensa por su servicio a Dios.


¿Qué propósito tiene la venida de Cristo y el juicio final?


La Biblia enseña que este evento abarca a toda la humanidad —muertos y vivos— y cumple múltiples propósitos que trascienden el estado intermedio.

Evidencia bíblica del juicio universal

Apocalipsis 20:11-15: "Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se halló para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono; y los libros fueron abiertos... y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos... Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego".

Este pasaje describe un juicio exhaustivo que incluye a todos los muertos. "El mar, la muerte y el Hades entregaron los muertos" indica que los impíos, que estaban en el Hades, son traídos ante el trono. Los creyentes, resucitados previamente (1 Tesalonicenses 4:16), también están presentes, pues "todos" comparecen (Romanos 14:10). El "lago de fuego" es distinto del Hades, mostrando una transición del estado provisional al eterno.

Mateo 25:31-46: "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos... Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna".

La expresión "todas las naciones" abarca a toda la humanidad, tanto los muertos resucitados como los vivos en ese momento. El juicio separa a los justos (que reciben vida eterna) de los impíos (que enfrentan castigo eterno), mostrando que todos están involucrados.

Juan 5:28-29: "No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación".

Jesús afirma que "todos los que están en los sepulcros" serán resucitados para enfrentar el juicio, lo que incluye a los creyentes (resurrección de vida) y los impíos (resurrección de condenación).

2 Timoteo 4:1: "Te encargo delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino".

El juicio abarca dos grupos: los "muertos" (que estaban en el cielo o el Hades) y los "vivos" (los que permanecen en la tierra al momento de la venida).



¿A quién juzga Cristo?

Los muertos en el Hades: Apocalipsis 20:13 dice que "el Hades entregó los muertos que había en él". Los impíos, que han estado en tormento provisional desde su muerte, son resucitados físicamente para comparecer ante Cristo. Su juicio resulta en el "lago de fuego" (v. 15), el castigo eterno que reemplaza al Hades.

Los muertos en Cristo: 1 Tesalonicenses 4:16-17: "Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire".

Los creyentes, cuyas almas estaban con Cristo, son resucitados para reunirse con sus cuerpos glorificados. Aunque no enfrentan condenación (Romanos 8:1: "Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús"), comparecen ante el tribunal para la evaluación de sus obras y la recepción de recompensas (1 Corintios 3:13-15: "La obra de cada uno se hará manifiesta... si la obra de alguno se quemare, sufrirá pérdida, aunque él mismo será salvo").

Los vivos en la venida de Cristo: 1 Corintios 15:51-52: "He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta".

Los creyentes vivos son transformados instantáneamente en cuerpos glorificados, mientras que los impíos vivos enfrentan juicio inmediato (Mateo 25:46).


Propósito del juicio final según la Escritura

Resurrección de los muertos: 1 Corintios 15:22-23: "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida".

La resurrección es esencial para completar la salvación de los creyentes (Filipenses 3:20-21: "Transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya") y para traer a los impíos al juicio final.

Sentencia definitiva: Apocalipsis 20:14-15: "Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego".

El Hades, como estado provisional, es abolido, y los impíos pasan al castigo eterno. Esto no es una repetición, sino una culminación del juicio inicial experimentado tras la muerte.

Manifestación pública de la justicia de Dios: Romanos 2:5-6: "Por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras".

El juicio final no solo ejecuta, sino que revela la justicia divina ante toda la creación. Hechos 17:31: "Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó". Esta declaración pública glorifica a Dios.

Renovación de la creación: 2 Pedro 3:10-13: "Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas... Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia". El juicio prepara el camino para la nueva creación (Apocalipsis 21:1-5), un propósito que trasciende el estado intermedio.


Armonizando el estado intermedio y el juicio final


La Escritura no presenta el destino inmediato y el juicio final como contradictorios, sino como partes de un plan progresivo y soberano:


Estado intermedio: Es inmediato y real. Los creyentes están con Cristo (2 Corintios 5:8), y los impíos en el Hades (Lucas 16:23). Sin embargo, es incompleto: los creyentes carecen de sus cuerpos glorificados, y los impíos no han recibido el castigo eterno pleno.

Juicio final: Es la culminación. Cristo resucita a todos (Juan 5:28-29), completa la redención de los suyos (1 Tesalonicenses 4:17), sentencia a los impíos eternamente (Apocalipsis 20:15), y renueva la creación (Apocalipsis 21:1). No es una repetición, sino un perfeccionamiento del estado inicial.

Ejemplo bíblico: En Daniel 12:2: "Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua". Los muertos "duermen" (estado intermedio), pero son "despertados" (juicio final) para su destino eterno.
Conclusión: La enseñanza fiel de la Biblia

La Palabra de Dios revela que las almas van directamente a su destino al morir: los creyentes a la presencia de Cristo (cielo provisional) y los impíos al Hades (infierno provisional). Cristo regresa para juzgar a todos: los muertos en el Hades, los muertos en Cristo y los vivos en su venida. El juicio final resucita a los muertos, completa la salvación de los creyentes, ejecuta el castigo eterno de los impíos, manifiesta la justicia de Dios y renueva la creación. Esto no es especulación, sino la verdad clara de las Escrituras, que como reformados debemos enseñar con fidelidad y reverencia.


Amados, la Palabra de Dios nos muestra que la muerte nos espera a todos y que Cristo vendrá a juzgar, pero en su inmenso amor Él ofrece salvación hoy: arrepientan sus corazones por completo, miren a Jesús, el Hijo de Dios que murió por nuestros pecados y resucitó para darnos vida; no dejen pasar esta dulce invitación, porque solo siguiéndolo encontrarán el abrazo eterno del Padre y escaparán del juicio que viene— ¡escuchen su voz, respóndanle ahora con fe y amor, pues su gracia los llama antes de que sea tarde!