• Malaquías 3:10 es uno de esos versículos que resuena en casi todas las iglesias donde el dinero y la fe se cruzan.
  • En muchas iglesias contemporáneas, es común escuchar a líderes autoproclamarse "apóstoles", reclamando una autoridad especial y un estatus elevado dentro del cuerpo de Cristo.
  • En muchos círculos cristianos, Apocalipsis 3:20 se ha convertido en un versículo emblemático para el evangelismo.
  • La doctrina de la "confesión positiva" enseña que nuestras palabras tienen el poder de crear milagros, pero ¿es esto bíblico? Este artículo examina sus orígenes, contrastándolos con las Escrituras, y advierte sobre su peligrosa desviación del verdadero evangelio de Cristo.
  • La historia de la mujer con el flujo de sangre (Mateo 9:20-22, Marcos 5:25-34, Lucas 8:43-48) es más que un milagro físico: es una lección profunda sobre la verdadera fe. Más allá de la sanidad, Jesús le otorgó salvación, destacando que no fue el manto el que la curó, sino su confianza en Él. Este capítulo explora el significado espiritual de su historia y nos desafía a buscar a Cristo, no solo por sus milagros, sino por la vida eterna que ofrece.
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jueves, 13 de marzo de 2025

Mateo 25:20 - El Líder Fiel



Imagen mostrando 1 timoteo 4:15



Un Reflejo de Cristo en Progreso y Servicio


Si alguien te pidiera definir qué es un líder, tal vez dirías algo simple: alguien a quien un grupo sigue, alguien que guía y orienta. Es una idea clara, cotidiana, que encontramos en la vida misma. Pero cuando miramos las páginas del Nuevo Testamento, pocos encarnan esa definición tan plenamente como el apóstol Pablo. No era un líder que buscaba aplausos o poder; era un hombre entregado a Cristo, guiando a otros con una pasión que ardía por la verdad. Y en una de sus cartas más personales, escrita a su discípulo Timoteo, nos deja un retrato del líder fiel, competente y eficaz. Sus palabras resuenan como un consejo directo, casi como si nos hablara hoy: “Que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos… Pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Timoteo 4:15-16). En esas líneas se esconden tres cualidades esenciales: un progreso evidente, un beneficio personal y un impacto colectivo. Son el corazón de lo que significa liderar para la gloria de Dios.



Un Progreso que Todos Puedan Ver


Imagina a Timoteo, joven y quizás inseguro, preguntándole a Pablo: "¿Por qué me pides que me dedique tanto a estudiar y enseñar la Palabra?". La respuesta del apóstol es directa: "Para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos". No se trata de un esfuerzo vacío ni de una rutina religiosa; es una vida de diligencia que muestra un progreso espiritual claro, visible, imposible de ignorar. Un líder fiel no se queda estancado. Si Cristo le dio cinco talentos, no se conforma con devolver cinco; busca ganar cinco más (Mateo 25:20). Su vida es como una parábola viva: lo que cree se refleja en lo que hace, en público y en privado. Hay una armonía entre su doctrina y su conducta, entre lo que predica y lo que practica.

Esto no es automático. Vivir así requiere esfuerzo, un compromiso constante con la Palabra y una mirada fija en agradar a Dios, no a los hombres. Jesús lo dijo sin rodeos: “Ninguno puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). Un líder fiel no se mueve por intereses personales ni por las ventajas terrenales que el ministerio pueda ofrecer. No busca el pan que sacia el estómago, como aquellos que seguían a Jesús solo por los milagros (Juan 6:26); busca al Pan de Vida que transforma el alma. Si algo más —dinero, fama, comodidad— toma el control de su corazón, ese algo se convierte en su amo, y Cristo queda relegado. Pero el líder fiel tiene un solo Señor, y su mayor gozo es estudiar cómo agradarlo, no cómo impresionar a la multitud.

Piensa en Pablo mismo. Naufragios, prisiones, azotes (2 Corintios 11:23-25) —nada de eso lo detuvo. Su progreso era evidente: un hombre que pasó de perseguir a la iglesia a plantar iglesias por todo el mundo conocido. Su vida era un testimonio vivo de lo que creía, y quienes lo veían no podían negarlo. Un líder fiel no es un letrero que señala el camino y se queda atrás; es un viajero que avanza hacia Cristo y lleva a otros consigo.



Un Beneficio que Empieza en Casa


Pero Pablo no se detiene ahí. Le dice a Timoteo: “Haciendo esto, te salvarás a ti mismo”. A primera vista, suena extraño. ¿Timoteo no era ya un creyente, un discípulo fiel? ¿De qué salvación habla? No se refiere a la salvación eterna que Cristo ya aseguró en la cruz; habla de una salvación diaria, una liberación constante del pecado que aún acecha en nosotros. Sí, fuimos perdonados del pecado original, pero seguimos luchando con ese "pecado remanente" que Pablo describe como una batalla interna (Romanos 7:19-20). El líder fiel no solo predica para otros; se predica a sí mismo, se sumerge en la lectura, la exhortación y la enseñanza (1 Timoteo 4:13) para que su propia alma sea preservada y fortalecida.

Es como si Pablo dijera: "Timoteo, ocúpate en estas cosas, pero empieza contigo". Antes de alumbrar a otros, asegúrate de que la luz brille en ti. “No descuides el don que hay en ti… Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas” (1 Timoteo 4:14-15). Un líder que no cuida su propia vida espiritual es como una lámpara sin aceite: no puede iluminar a nadie. Su estudio de la Palabra, su oración, su lucha contra el pecado no son solo herramientas para el ministerio; son el oxígeno que lo mantiene vivo en la fe. Es un buen hombre antes de ser un buen líder, transformado por el evangelio que enseña, para que su vida sea un reflejo de Cristo.

Mira a los ejemplos que Dios puso en las Escrituras. Lot en Sodoma, rodeado de corrupción, pero preservado por su fe (2 Pedro 2:7-8). Dos creyentes en la casa de Nerón, brillando en medio de la oscuridad (Filipenses 4:22). Una "hermanita" en la casa de Lamán, un destello de gracia entre espinas. Estos líderes fieles no solo sobrevivieron; su fidelidad personal los sostuvo para ser luz donde Dios los plantó. El líder fiel sabe que no puede dar lo que no tiene, y por eso cuida su alma con la misma diligencia que cuida a su rebaño.



Un Impacto que Salva a Otros


Y luego viene el fruto colectivo: “Haciendo esto… salvarás a los que te oyeren”. Aquí está el propósito final del líder fiel. No puede haber esperanza de guiar a otros a la salvación si él mismo no está arraigado en ella. El orden del versículo no es casual: primero te salvas a ti mismo, luego a los que te escuchan. Es un prerrequisito, una cadena inseparable. ¿Y quiénes son "los que te oyeren"? Son el pueblo que Dios le confía, aquellos que reciben su enseñanza con fe. La tarea principal del líder cristiano no es organizar eventos, llenar bancas o inspirar emociones; es predicar la Palabra de Dios con claridad y poder, para que otros encuentren la vida en Cristo.

Esto no es un juego de números ni un espectáculo de popularidad. El líder fiel no mide su éxito por los aplausos, sino por el impacto de la verdad en las almas. Pablo lo vivió y lo enseñó: “Rechazamos los tapujos de vergüenza, no procediendo con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, por la clara demostración de la verdad, nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios” (2 Corintios 4:2). No hay engaño, no hay manipulación; solo la Palabra pura, expuesta con sinceridad. Cuando Jesús predicó, algunos lo alabaron, otros lo abandonaron (Juan 6:66), pero Él no buscó los elogios por Su elocuencia o sabiduría; buscó que la verdad transformara corazones. El líder fiel sigue ese ejemplo: su gozo no está en que lo admiren, sino en que otros experimenten el poder salvador de Dios.

He visto líderes así. Un pastor en un pueblo pequeño, sin grandes recursos, predicaba cada domingo con una Biblia gastada y un corazón humilde. No tenía micrófono ni proyector, pero sus palabras, llenas de verdad, llevaron a una familia entera al arrepentimiento. Su progreso era evidente, su vida intachable, y su enseñanza cambió vidas. Ese es el líder fiel: no un showman, sino un siervo que vive lo que predica.

Un Llamado a la Fidelidad

Entonces, ¿qué hace a un líder fiel? No es el éxito que el mundo aplaude ni el carisma que llena auditorios. Es un progreso espiritual que todos pueden ver, una vida preservada del pecado por la Palabra, y un ministerio que lleva a otros a Cristo. No está en nuestro poder garantizar los resultados —eso es obra de Dios—, pero sí podemos ser diligentes, como si todo dependiera de nosotros, confiando en que Él obra a través de nuestra fidelidad. El líder fiel no vive para el aplauso humano; vive para la gloria de Aquel que lo llamó. Su identidad no está en lo que otros dicen de él, sino en el evangelio que proclama.

Mira tu vida. Si lideras —en una iglesia, un grupo, una familia—, pregúntate: ¿Es mi progreso evidente? ¿Estoy creciendo en mi fe, o me he estancado? ¿Cuido mi propia alma, o predico sin practicar? ¿Llevo a otros a Cristo con la verdad, o solo busco su aprobación? El líder fiel no es perfecto, pero sí es constante, humilde, entregado. Es un reflejo de Cristo, no un eco del mundo. Que nuestro liderazgo sea como el de Pablo: un testimonio vivo de la gracia que nos salva y nos envía a salvar a otros. Porque al final, no se trata de nosotros; se trata de Él. Amén.



Génesis 50:20 - ¿Nacidos para Cambiar el Mundo?

foto realista de una persona americana mirando a las estrellas, soñando, pensando, anhelando conseguir sus sueños. 16:9



Lecciones de José y el Propósito Redentor de Dios.


En un mundo donde los sueños a menudo se ven como meras fantasías, la Palabra de Dios nos recuerda que un sueño alineado con Su voluntad no solo es posible, sino que puede transformar vidas y naciones. Hace poco, mi esposa compartió conmigo un texto inspirador titulado Con un sueño, basado en un libro de nuestro mentor en liderazgo que lleva un título poderoso: Cambie su mundo, todos pueden marcar una diferencia sin importar donde estén. Desde las primeras líneas, una frase capturó mi atención: “Soñar es gratis, pero el viaje no”. Esta verdad resonó profundamente en mi corazón y me llevó a reflexionar sobre una pregunta clave:

¿Es bíblico decir que estamos nacidos para cambiar el mundo?

A través de la vida de José en Génesis y las verdades eternas de la Escritura, exploremos cómo los sueños que Dios pone en nosotros, junto con el viaje que implica cumplirlos, forman parte de Su propósito redentor para nuestras vidas.
 

Soñar es Gratis, pero el Viaje No: La Historia de José

 
La frase “soñar es gratis, pero el viaje no” tiene una profundidad que se alinea perfectamente con la vida de José, un joven soñador descrito en Génesis 37 al 50.

En Génesis 37:5-11, José recibe visiones de grandeza: sus hermanos y padres inclinándose ante él. Sin embargo, lo que sigue no es un camino de gloria inmediata, sino un viaje lleno de adversidad. Es vendido como esclavo por sus propios hermanos, acusado falsamente por la esposa de Potifar, y encarcelado injustamente (Génesis 39-40).

¿Dónde estaba el sueño en esos momentos oscuros? La respuesta está en la soberanía de Dios: cada paso del “viaje” de José lo estaba preparando para cumplir el propósito que Dios había diseñado. Como dice Isaías 55:8-9:

“Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el Señor—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!”

José no entendió de inmediato el propósito de su sufrimiento, pero confió en que Dios estaba obrando, incluso en las circunstancias más dolorosas.
¿Nacidos para Cambiar el Mundo? 
 

Una Perspectiva Bíblica

 
Esto nos lleva a una pregunta fundamental: ¿Es bíblico decir que hemos nacido para cambiar el mundo? La respuesta, desde una perspectiva reformada, es un sí matizado.

La Biblia enseña que cada persona ha sido creada a imagen de Dios (Génesis 1:26-27) y que Él tiene un propósito específico para cada uno de nosotros. Efesios 2:10 declara:

“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano para que las hiciéramos.”

Esto implica que nuestra vida tiene un propósito que puede glorificar a Dios y bendecir a otros, lo cual puede entenderse como un “cambio” en el mundo, ya sea en nuestra esfera inmediata (familia, comunidad) o en un alcance mayor, según el plan de Dios.

Jesús mismo nos llama a ser luz del mundo y sal de la tierra (Mateo 5:13-16), y nos da la Gran Comisión de hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19-20). Esto significa que, como cristianos, estamos llamados a influir en el mundo llevando el evangelio, que es el poder de Dios para salvación (Romanos 1:16). Cambiar el mundo, desde esta perspectiva, no se trata de buscar fama o poder humano, sino de participar en la obra redentora de Dios al traer Su reino a la tierra a través de nuestras vidas. Sin embargo, debemos tener cuidado de no interpretar esta idea desde una visión humanista o centrada en el ego, como si todos estuviéramos destinados a tener un impacto global visible. La Biblia nos llama a la humildad y a la fidelidad en lo que Dios nos ha encomendado, ya sea grande o pequeño a los ojos humanos (1 Corintios 10:31).
 

Lecciones del Viaje de José: Fe, Carácter y Servicio

 
La vida de José nos ofrece principios bíblicos claros sobre cómo vivir los sueños que Dios pone en nuestro corazón y cómo estos sueños pueden tener un impacto transformador. El texto original menciona varias lecciones que podemos extraer de su historia, y cada una está profundamente arraigada en la Escritura:
 
No perder la fe nos dará esperanza: En Génesis 39:2, se nos dice repetidamente que “el Señor estaba con José”. A pesar de ser esclavo y prisionero, José no dudó de la presencia de Dios. Hebreos 11:1 define la fe como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. José vivió con esa certeza, y nosotros también estamos llamados a hacerlo.
 
Seguir los valores fortalece el carácter: Cuando la esposa de Potifar intentó seducir a José, él respondió: “¿Cómo podría yo hacer algo tan malo y pecar contra Dios?” (Génesis 39:9). Su integridad no solo lo preservó, sino que lo preparó para liderar con autoridad moral en el futuro. Romanos 5:3-4 nos recuerda que el sufrimiento produce perseverancia, la perseverancia carácter, y el carácter esperanza.
 
Estar dispuestos a servir nos hará visibles: José no se quejó de su situación; en cambio, sirvió fielmente, primero en la casa de Potifar y luego en la prisión (Génesis 39:4, 40:4). Su disposición a servir lo llevó a ser notado y, finalmente, a ser elevado a una posición de influencia. Jesús mismo dijo: “El que quiera ser el primero, debe ser esclavo de todos” (Marcos 10:44).
 
Perdonar nos hará libres: Uno de los momentos más poderosos de la vida de José ocurre en Génesis 45, cuando perdona a sus hermanos y declara: “Ustedes planearon hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien” (Génesis 50:20). El perdón no solo liberó a José de la amargura, sino que también restauró su familia. Como cristianos, estamos llamados a perdonar como Cristo nos perdonó (Efesios 4:32).
 

Eres un Sueño de Dios: El Precio Pagado por Ti

 
El texto original concluye con un recordatorio poderoso: “Eres un sueño de Dios, y Él pagó el precio por ti”. Esto nos lleva al corazón del evangelio. En Juan 3:16, leemos que Dios amó tanto al mundo que dio a Su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Si Dios pagó el precio supremo por nosotros, ¿cómo no vamos a vivir para Él? Los sueños que Dios pone en nuestros corazones no son accidentales. Como dice el texto, “Dios cuando permite un sueño en nuestras vidas, es porque dentro de nosotros están los recursos para trabajarlo”. Esto se alinea con Efesios 2:10: hemos sido creados para buenas obras que Dios dispuso de antemano.

José no buscaba cambiar el mundo por ambición propia, pero su obediencia y fidelidad a Dios lo llevaron a una posición donde salvó a su familia y a una nación del hambre. De manera similar, personajes como Moisés, que liberó a Israel, o Pablo, que llevó el evangelio a gran parte del mundo conocido, muestran que Dios puede usar a personas comunes para cumplir propósitos extraordinarios que impactan al mundo, siempre dentro de Su plan soberano.
 

Una Invitación a Perseverar en el Viaje

 
La vida de José nos enseña que los sueños de Dios siempre tienen un propósito mayor. Su historia no termina en la esclavitud ni en la prisión, sino en Génesis 50, donde se convierte en el segundo al mando de Egipto, salva a su familia y a toda una nación del hambre, y declara que lo que sus hermanos intentaron para mal, Dios lo usó para bien. Del mismo modo, los sueños que Dios ha puesto en tu corazón pueden cambiar tu mundo, si estás dispuesto a pagar el precio del viaje.

Así que te invito a reflexionar: ¿Cuál es tu sueño? ¿Estás estancado por las circunstancias, o estás dispuesto a confiar en que Dios usará cada paso para cumplir Su propósito en ti? Como dice Filipenses 1:6, “Estoy convencido de que el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús”. No todos cambiaremos el mundo como lo hicieron José o Pablo, pero todos estamos llamados a ser instrumentos de Dios donde Él nos coloque, participando en Su obra redentora. Persevera, porque tu sueño, en las manos de Dios, puede transformar vidas para Su gloria.

¡Que tengas un bendecido día en el Señor!

Efesios 2:20 - ¿Existen Los Apóstoles Hoy Día?




Jesucristo caminando con sus discipulos por un camino antiguo de israel del primer siglo, todos visten de acuerdo a la epoca

Una Perspectiva Bíblica

En muchas iglesias contemporáneas, es común escuchar a líderes autoproclamarse "apóstoles", reclamando una autoridad especial y un estatus elevado dentro del cuerpo de Cristo. Sin embargo, al examinar las Escrituras con diligencia, descubrimos que el oficio de apóstol, tal como fue establecido en el Nuevo Testamento, tiene características únicas y requisitos específicos que no se cumplen en la actualidad. En este capítulo, exploraremos qué dice la Biblia sobre los apóstoles, quiénes calificaban para este oficio y por qué debemos ser cautelosos con aquellos que hoy reclaman este título sin fundamento bíblico.

¿Qué Es un Apóstol Según la Escritura?

La palabra "apóstol" proviene del griego apostolos, que significa "enviado" o "mensajero". Sin embargo, en el contexto del Nuevo Testamento, el término tiene un significado más específico cuando se aplica a los apóstoles de Jesucristo. No todos los "enviados" en un sentido general (como lo serían los misioneros hoy) califican como apóstoles en el sentido técnico que la Escritura les otorga.

Según las Escrituras, un apóstol debía cumplir con dos requisitos fundamentales: Haber sido testigo ocular del Cristo resucitado: Esto incluía haber visto a Jesús después de Su resurrección, como un testimonio directo de Su victoria sobre la muerte. 
 
Haber sido comisionado personalmente por Jesús: Los apóstoles no se autoproclamaban; eran escogidos y enviados directamente por el Señor para cumplir una misión única en los fundamentos de la iglesia.


Estos requisitos se ven claramente en el proceso de selección del reemplazo de Judas Iscariote, registrado en Hechos 1:21-22:

"Es necesario, pues, que de los hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección."

Matías fue elegido porque cumplía con estos criterios: había acompañado a Jesús durante Su ministerio terrenal y había sido testigo de Su resurrección, y su elección fue confirmada por oración y sorteo bajo la dirección soberana de Dios (Hechos 1:24-26).

Pablo: El Último Apóstol

El apóstol Pablo también cumple con estos requisitos, aunque de una manera única. En 1 Corintios 9:1, él mismo declara:


"¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?"


Pablo tuvo un encuentro directo con el Cristo resucitado en el camino a Damasco (Hechos 9:3-6), y fue comisionado personalmente por Jesús para ser "apóstol a los gentiles" (Romanos 11:13; Gálatas 1:15-16). Sin embargo, Pablo también señala algo crucial en 1 Corintios 15:8:


"Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí."

Con esta declaración, Pablo afirma que él fue el último apóstol escogido por Cristo. Su uso del término "abortivo" indica que su apostolado fue extraordinario: no formó parte del grupo original de los doce, pero recibió revelaciones directas del Señor para compensar su falta de instrucción durante el ministerio terrenal de Jesús (Gálatas 1:11-12).

La lista de apariciones de Cristo resucitado que Pablo ofrece en 1 Corintios 15:5-8 (a Pedro, a los doce, a más de quinientos, a Santiago, a todos los apóstoles y finalmente a él) parece cerrar el círculo de aquellos que fueron testigos directos y comisionados como apóstoles. No hay indicación en las Escrituras de que este oficio continuaría más allá de esta generación fundacional.

El Rol Único de los Apóstoles en la Iglesia

Los apóstoles desempeñaron un papel único en la fundación de la iglesia. Efesios 2:20 nos enseña que la iglesia está "edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo". Este fundamento no necesita ser establecido nuevamente; fue puesto una vez para siempre por los apóstoles del primer siglo, quienes recibieron revelación directa de Cristo y transmitieron las Escrituras inspiradas que ahora tenemos como nuestra autoridad final.

Además, los apóstoles tenían una autoridad exclusiva para establecer doctrina y guiar a la iglesia primitiva. Sus escritos, inspirados por el Espíritu Santo, forman parte del canon del Nuevo Testamento y son la norma para toda enseñanza cristiana. No hay evidencia bíblica de que este oficio tuviera sucesores con la misma autoridad o los mismos dones milagrosos que autenticaban su ministerio (como los "señales de apóstol" mencionados en 2 Corintios 12:12).

¿Existen Apóstoles Hoy Día?

Dado lo que las Escrituras enseñan sobre los requisitos y el rol de los apóstoles, debemos concluir que no existen apóstoles en el sentido bíblico hoy día. Nadie puede cumplir con los criterios de haber visto al Cristo resucitado y haber sido comisionado directamente por Él. Además, el fundamento de la iglesia ya ha sido establecido, y la revelación de Dios ha sido completada en las Escrituras. Cualquier persona que reclame el título de "apóstol" con la misma autoridad que los apóstoles del Nuevo Testamento está yendo más allá de lo que la Biblia permite.

Sin embargo, es importante aclarar que la palabra "apóstol" puede usarse en un sentido secundario y más amplio para referirse a "enviados" o misioneros (como en el caso de Bernabé en Hechos 14:14, quien es llamado "apóstol" en un sentido genérico). Pero este uso no implica que tengan la misma autoridad o función que los doce y Pablo. En la iglesia contemporánea, los pastores, maestros, evangelistas y misioneros cumplen roles vitales para edificar al cuerpo de Cristo, pero ninguno de ellos es un apóstol en el sentido técnico del Nuevo Testamento.

El Peligro de la Obsesión con Títulos y Poder

Lamentablemente, en muchas iglesias modernas, el título de "apóstol" se ha convertido en un símbolo de poder, prestigio y autoridad que no está respaldado por la Escritura. Esta obsesión con títulos elevados refleja una sed de reconocimiento humano que es contraria al espíritu humilde de Jesucristo. Como dijo el Señor en Marcos 10:43-44:


"Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos."


En lugar de buscar títulos grandiosos, los líderes de la iglesia deben imitar el ejemplo de Cristo, quien "no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:45). La verdadera grandeza en el reino de Dios no se mide por el nombre que llevamos, sino por la humildad y fidelidad con que servimos.

Además, esta obsesión con títulos a menudo va acompañada de un culto casi idolátrico hacia personalidades famosas dentro de la iglesia. Muchos creyentes, en lugar de aferrarse a la Palabra de Dios, depositan su fe en líderes carismáticos que prometen bendiciones o revelaciones especiales. Esto no solo desvía la gloria que pertenece únicamente a Cristo, sino que también expone a los creyentes al engaño y a falsas enseñanzas.

Volvamos a la Humildad del Evangelio

Amado lector, la Escritura nos enseña que los apóstoles del Nuevo Testamento fueron un grupo único, escogido por Cristo para establecer el fundamento de la iglesia. Su autoridad y función no tienen paralelo en la iglesia actual, pues nadie puede cumplir con los requisitos que ellos cumplieron ni reclamar la misma revelación directa que ellos recibieron. En lugar de buscar títulos como "apóstol" para inflar nuestro ego, debemos abrazar la humildad que Cristo modeló y que los apóstoles vivieron.

Como bien dice el viejo refrán: "Al pie de la cruz, todos somos párvulos". No necesitamos títulos elevados para ser usados por Dios; necesitamos corazones humildes, vidas consagradas y una fe arraigada en la Palabra. Si alguien te invita a seguir a un "apóstol" moderno con autoridad sobre las Escrituras, examina sus palabras a la luz de la Biblia y recuerda que nuestra lealtad suprema es a Cristo, no a hombres.

Que el Señor nos dé discernimiento para reconocer la verdad y humildad para servirle sin buscar gloria para nosotros mismos. Que nuestro único deseo sea exaltar a Cristo, el verdadero fundamento y cabeza de la iglesia.