Comenzare
esta entrada con una frase de John MacArthur que dice:
“Predicar el evangelio entre los “cristianos” de hoy en día,
es meterte a ti mismo en peor guerra que predicando el evangelio en el mundo”
Desde que el Santo Espíritu de Dios me inspiro para leer lo
que en verdad dice el Señor en Su Palabra, he descubierto cualquier cantidad de
errores en las enseñanzas que he recibido durante el tiempo como hijo de Dios
que me ha llevado a agradecer con denuedo por las revelaciones que he encontrado
en el olvidado principio vital de escudriñar las Sagradas Escrituras, en un análisis
profundo de la importancia que ha sido para mí el conocer la Verdad
directamente de la boca de Dios, he podido darme cuenta que de no ser por esta
necesidad, hubiese podido pasar toda mi vida siguiendo un camino trazado por
hombres y no por la misma mano del Señor y que mi vida estuvo a punto de ser
guiada hacia un desfiladero de condenación por colocar mi fe en la “interpretación”
de alguien o en la herencia religiosa aprendida de un predicador.
Las Escrituras nos mencionan que
Cristo es la cabeza de la iglesia. Así lo menciona el apóstol Pablo:
“y
sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las
cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena
en todo” (Efesios 1:22-23).
Dios delega su autoridad a
Jesucristo, y Él la emplea a la iglesia:
“porque el marido es cabeza de la mujer, así
como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su salvador” (Efesios
5:23).
Sin embargo, las Escrituras no sólo mencionan que Jesús es la autoridad,
sino que también la iglesia es un cuerpo conformado por los hijos de Dios, de
los cuales nadie es más que nadie, léase bien: “nadie es más que nadie”.
Es obvio que no todos poseemos
los mismos dones espirituales que Dios entrega, pero conformamos un solo
cuerpo, así lo mencionó el apóstol Pablo:
“Porque de la manera que en un
cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma
función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos
miembros los unos de los otros” (Romanos 12:4-5).
Ahora bien, ¿porque nos empeñamos
en engrandecer y sobrevalorar la posición pastoral en la iglesia? ¿Porque algunos
cristianos damos por sentado que todo lo que sale de la boca del pastor o líder
es absolutamente cierto e irrefutable? ¿Por qué asumimos que el hecho de estar
en un pulpito es credencial del conocimiento total y fiel de las Sagradas
Escrituras?
No mis hermanos el hecho de que
alguien este parado en un pulpito no es autoridad para la credulidad de lo que
escuchamos, bien lo decía el pastor John
Stott
"No se preocupen por quién entra
y sale de vuestras iglesias; preocúpese por lo que entra y sale de vuestro
púlpito."
Una evidencia obvia de la
exaltación al pastor o líder que la congregación realiza es la gran cantidad de
“títulos” que condecoran al liderazgo de una divina superioridad. Esta variedad
de nombres magnifican en sobremanera el rol pastoral, muchas veces rebajando a
la congregación a simples oyentes o receptores de una revelación única e
incuestionable. Les declaramos ungidos, profetas, ángeles de la iglesia, voces
de Dios, y en muchos casos, sacerdotes o apóstoles. Estos títulos suelen ser
naturalmente empleados para adoptar calificaciones divinas a un sistema humano.
Muchas veces se menciona que los pastores son ungidos de Jehová.
¿Acaso son los únicos ungidos? El
Nuevo Pacto nos unge a todos los cristianos en el amor de Dios y el Espíritu
Santo:
“Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas”
(1
Juan 2:20).
La unción descrita en el Nuevo
Testamento es espiritual, y está relacionada con el Espíritu Santo de Dios:
“cómo
Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret…”
(Hechos
10:38) y
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar
buenas nuevas a los pobres…” (Lucas 4:18).
A lo que voy con todo esto es que
he escuchado infinidad de veces en mi iglesia la típica frase:
“El Señor dijo por medio de nuestro
Pastor que…”.
¿Qué sucedería si el pastor
menciona algo que carece de sentido y fundamento bíblico?
¿Cómo sabemos que sus “interpretaciones” van acorde a la totalidad del mensaje de la Palabra de Dios?
¿Cómo sabemos que sus “interpretaciones” van acorde a la totalidad del mensaje de la Palabra de Dios?
Pues no hay otra manera más que leyendo la Biblia constantemente,
escudriñando la verdad que Dios nos ha dado por herencia (Juan 5:39 – Mateo 7:15),
el hecho que un pastor opine su versión de la Biblia no requiere que sea
acatado fielmente si dicha opinión dista ampliamente de la verdad expuesta por
Dios en Su Palabra.
Si exaltamos a nuestros pastores
como únicos reveladores de la voluntad de Dios para nuestras vidas estamos
propensos a ser manipulados por mensajes extra bíblicos, muchas veces
proclamados sin conciencia de manipulación y mientras más exaltamos a nuestros
pastores como únicos receptores de la interpretación bíblica más descuidamos el
estudio de la Palabra de Dios por considerar que la única revelación proviene
del pastor y sus exhortaciones. Todo esto lleva a una idolatría pastoral,
elevando a nuestros pastores a lugares divinos, calificándolos de ser más
especiales que el resto.
Pero eso no es todo, el mayor de
los daños esta en aquellos que por su idolatría al pastor colocan sus
interpretaciones por encima de la Palabra del Señor y a la hora que alguien los
confronte con autoridad y fundamento bíblico se cierran a cualquier otra opinión
que no sea la que “su pastor” le ha enseñado y por consiguiente hay vidas
enteras que se han fundamentado en enseñanzas pastorales anti bíblicas y que
son tomadas como “verdad” y las continúan enseñando cayendo así en lo que
llamamos herencia religiosa.
Y este tipo de cristianos son a
los que Mark Twain hacía referencia cuando dijo:
“Es
más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados”
Y es cierto, para nosotros los
cristianos que deseamos que nuestros hermanos conozcan la verdad, se nos hace más
difícil que si predicamos a los inconversos que desconocen la Palabra de Dios,
ya que se niegan a creer que han desperdiciado su vida de cristianos colocando
su fe en algo que no es real.
Nuestras iglesias se han
contagiado de una extensa red de burocracia cristiana que hace más difícil el resolver
los problemas comunes de la congregación. La mayoría de las iglesias contiene
unas redes cerradas que apuntan siempre a un solo líder, o a un grupo de líderes,
del cual proceden todo tipo de autorizaciones y mandatos. En la mayoría de las
iglesias los pastores dependen de otros grupos directivos, y a su vez estos
últimos dependen de otros grupos de mayor jerarquía.
Este afán de diseñar mega
organizaciones puede imposibilitar el real propósito de la iglesia: servir.
Muchas veces la iglesia no ejerce
aquel servicio, sino que es la congregación quien sirve a la iglesia, muchas
veces explotando a los hermanos quienes humildemente aceptan aquellos trabajos
con el argumento manipulado de que todo lo que haces en la iglesia es servir a
Dios, una cosa es servir a Dios y otra muy distinta trabajar
en la iglesia o para la iglesia.
El hecho que alguien revise si la
doctrina enseñada por la iglesia tiene una real validez en las Escrituras es
considerado un acto de “murmuración contra Dios”.
Muchas veces, a aquellos hermanos
que examinan la real validez de nuestras tradiciones les calificamos con
apelativos como: “enfermo en el espíritu”, “letrado”, “se cree pastor”, “tiene
demonio”, “espíritu jezabelico”, “rebelde”, “porfiado”, “descarriado”, “está
probado en su fe”, “no sigue la sana doctrina”, o van más allá y te dicen como
me dijo una vez un líder “Aléjate de mi satanás”
Sin embargo, el hecho que la
mayoría acepte determinadas prácticas no garantiza que aquellas sean correctas,
pues lo correcto o incorrecto no se regula por votación, sino por una revisión
de su apego a las Escrituras.
La consulta es:
¿Quiénes están en error?
¿Aquellos que buscan la voluntad
de Dios mediante las Escrituras? ¿O aquellos que persisten con una actitud
sometida al designio de un determinado líder?
¿La persona que escudriña la
Palabra de Dios buscando la real validez de nuestras prácticas? ¿O quienes
siguen un camino desviado de forma tan cómoda que jamás se alertan de su error?
Por lo tanto, es muy probable que
toda una iglesia siga un conjunto de tradiciones humanas que no llevan a ningún
destino, y pueda que solo uno esté en lo correcto, renovando su entendimiento
de la voluntad de Dios a cada instante, por medio de la Santa Palabra de
nuestro Dios y la comunión con Él.
El entendimiento de Dios, por
medio de Su Santa Palabra y de Su Santo Espíritu, es el mejor antídoto contra
las tradiciones humanas, las cuales son una droga mortífera que nos separa de
Cristo.
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