jueves, 16 de octubre de 2014

Idolatría Pastoral



Comenzare esta entrada con una frase de John MacArthur que dice:

“Predicar el evangelio entre los “cristianos” de hoy en día, es meterte a ti mismo en peor guerra que predicando el evangelio en el mundo”

Desde que el Santo Espíritu de Dios me inspiro para leer lo que en verdad dice el Señor en Su Palabra, he descubierto cualquier cantidad de errores en las enseñanzas que he recibido durante el tiempo como hijo de Dios que me ha llevado a agradecer con denuedo por las revelaciones que he encontrado en el olvidado principio vital de escudriñar las Sagradas Escrituras, en un análisis profundo de la importancia que ha sido para mí el conocer la Verdad directamente de la boca de Dios, he podido darme cuenta que de no ser por esta necesidad, hubiese podido pasar toda mi vida siguiendo un camino trazado por hombres y no por la misma mano del Señor y que mi vida estuvo a punto de ser guiada hacia un desfiladero de condenación por colocar mi fe en la “interpretación” de alguien o en la herencia religiosa aprendida de un predicador.

Las Escrituras nos mencionan que Cristo es la cabeza de la iglesia. Así lo menciona el apóstol Pablo: 

“y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:22-23).

Dios delega su autoridad a Jesucristo, y Él la emplea a la iglesia: 

“porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su salvador” (Efesios 5:23). 

Sin embargo, las Escrituras no sólo mencionan que Jesús es la autoridad, sino que también la iglesia es un cuerpo conformado por los hijos de Dios, de los cuales nadie es más que nadie, léase bien: “nadie es más que nadie”.

Es obvio que no todos poseemos los mismos dones espirituales que Dios entrega, pero conformamos un solo cuerpo, así lo mencionó el apóstol Pablo: 

“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:4-5).

Ahora bien, ¿porque nos empeñamos en engrandecer y sobrevalorar la posición pastoral en la iglesia? ¿Porque algunos cristianos damos por sentado que todo lo que sale de la boca del pastor o líder es absolutamente cierto e irrefutable? ¿Por qué asumimos que el hecho de estar en un pulpito es credencial del conocimiento total y fiel de las Sagradas Escrituras?

No mis hermanos el hecho de que alguien este parado en un pulpito no es autoridad para la credulidad de lo que escuchamos, bien lo decía el pastor John Stott

"No se preocupen por quién entra y sale de vuestras iglesias; preocúpese por lo que entra y sale de vuestro púlpito."

Una evidencia obvia de la exaltación al pastor o líder que la congregación realiza es la gran cantidad de “títulos” que condecoran al liderazgo de una divina superioridad. Esta variedad de nombres magnifican en sobremanera el rol pastoral, muchas veces rebajando a la congregación a simples oyentes o receptores de una revelación única e incuestionable. Les declaramos ungidos, profetas, ángeles de la iglesia, voces de Dios, y en muchos casos, sacerdotes o apóstoles. Estos títulos suelen ser naturalmente empleados para adoptar calificaciones divinas a un sistema humano. Muchas veces se menciona que los pastores son ungidos de Jehová. 

¿Acaso son los únicos ungidos? El Nuevo Pacto nos unge a todos los cristianos en el amor de Dios y el Espíritu Santo: 

“Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas” 
(1 Juan 2:20).

La unción descrita en el Nuevo Testamento es espiritual, y está relacionada con el Espíritu Santo de Dios: 

“cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret…” 
(Hechos 10:38) y 

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres…” (Lucas 4:18).

A lo que voy con todo esto es que he escuchado infinidad de veces en mi iglesia la típica frase:

“El Señor dijo por medio de nuestro Pastor que…”.

¿Qué sucedería si el pastor menciona algo que carece de sentido y fundamento bíblico? 

¿Cómo sabemos que sus “interpretaciones” van acorde a la totalidad del mensaje de la Palabra de Dios?

Pues no hay otra manera más que leyendo la Biblia constantemente, escudriñando la verdad que Dios nos ha dado por herencia (Juan 5:39Mateo 7:15), el hecho que un pastor opine su versión de la Biblia no requiere que sea acatado fielmente si dicha opinión dista ampliamente de la verdad expuesta por Dios en Su Palabra.

Si exaltamos a nuestros pastores como únicos reveladores de la voluntad de Dios para nuestras vidas estamos propensos a ser manipulados por mensajes extra bíblicos, muchas veces proclamados sin conciencia de manipulación y mientras más exaltamos a nuestros pastores como únicos receptores de la interpretación bíblica más descuidamos el estudio de la Palabra de Dios por considerar que la única revelación proviene del pastor y sus exhortaciones. Todo esto lleva a una idolatría pastoral, elevando a nuestros pastores a lugares divinos, calificándolos de ser más especiales que el resto.

Pero eso no es todo, el mayor de los daños esta en aquellos que por su idolatría al pastor colocan sus interpretaciones por encima de la Palabra del Señor y a la hora que alguien los confronte con autoridad y fundamento bíblico se cierran a cualquier otra opinión que no sea la que “su pastor” le ha enseñado y por consiguiente hay vidas enteras que se han fundamentado en enseñanzas pastorales anti bíblicas y que son tomadas como “verdad” y las continúan enseñando cayendo así en lo que llamamos herencia religiosa.

Y este tipo de cristianos son a los que Mark Twain hacía referencia cuando dijo:

“Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados”

Y es cierto, para nosotros los cristianos que deseamos que nuestros hermanos conozcan la verdad, se nos hace más difícil que si predicamos a los inconversos que desconocen la Palabra de Dios, ya que se niegan a creer que han desperdiciado su vida de cristianos colocando su fe en algo que no es real.

Nuestras iglesias se han contagiado de una extensa red de burocracia cristiana que hace más difícil el resolver los problemas comunes de la congregación. La mayoría de las iglesias contiene unas redes cerradas que apuntan siempre a un solo líder, o a un grupo de líderes, del cual proceden todo tipo de autorizaciones y mandatos. En la mayoría de las iglesias los pastores dependen de otros grupos directivos, y a su vez estos últimos dependen de otros grupos de mayor jerarquía.

Este afán de diseñar mega organizaciones puede imposibilitar el real propósito de la iglesia: servir.

Muchas veces la iglesia no ejerce aquel servicio, sino que es la congregación quien sirve a la iglesia, muchas veces explotando a los hermanos quienes humildemente aceptan aquellos trabajos con el argumento manipulado de que todo lo que haces en la iglesia es servir a Dios, una cosa es servir a Dios y otra muy distinta trabajar en la iglesia o para la iglesia.

El hecho que alguien revise si la doctrina enseñada por la iglesia tiene una real validez en las Escrituras es considerado un acto de “murmuración contra Dios”.

Muchas veces, a aquellos hermanos que examinan la real validez de nuestras tradiciones les calificamos con apelativos como: “enfermo en el espíritu”, “letrado”, “se cree pastor”, “tiene demonio”, “espíritu jezabelico”, “rebelde”, “porfiado”, “descarriado”, “está probado en su fe”, “no sigue la sana doctrina”, o van más allá y te dicen como me dijo una vez un líder “Aléjate de mi satanás”

Sin embargo, el hecho que la mayoría acepte determinadas prácticas no garantiza que aquellas sean correctas, pues lo correcto o incorrecto no se regula por votación, sino por una revisión de su apego a las Escrituras.

 La consulta es:

¿Quiénes están en error?

¿Aquellos que buscan la voluntad de Dios mediante las Escrituras? ¿O aquellos que persisten con una actitud sometida al designio de un determinado líder?

¿La persona que escudriña la Palabra de Dios buscando la real validez de nuestras prácticas? ¿O quienes siguen un camino desviado de forma tan cómoda que jamás se alertan de su error?

Por lo tanto, es muy probable que toda una iglesia siga un conjunto de tradiciones humanas que no llevan a ningún destino, y pueda que solo uno esté en lo correcto, renovando su entendimiento de la voluntad de Dios a cada instante, por medio de la Santa Palabra de nuestro Dios y la comunión con Él.

El entendimiento de Dios, por medio de Su Santa Palabra y de Su Santo Espíritu, es el mejor antídoto contra las tradiciones humanas, las cuales son una droga mortífera que nos separa de Cristo.



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