jueves, 3 de abril de 2025

Entre el Abismo y las Llamas: Una Exploración Bíblica de los Reinos de la Justicia Divina - Andres Martinez





"Entre el Abismo y las Llamas: Una Exploración Bíblica de los Reinos de la Justicia Divina"


En las profundidades de las Sagradas Escrituras, encontramos términos que despiertan tanto asombro como temor: el "abismo" y el "infierno". Estas palabras evocan imágenes de oscuridad, juicio y el peso inescapable de la santidad de Dios. Pero, ¿son lo mismo? ¿Qué distingue el pozo sellado del abismo de las llamas eternas del infierno? Como cristianos reformados, comprometidos con la autoridad suprema de la Palabra, debemos desentrañar estos conceptos con reverencia y precisión. Este capítulo nos llevará a través de los pasajes bíblicos que definen el abismo y el infierno, comparará sus naturalezas y propósitos, y nos invitará a contemplar la soberanía de Dios sobre ambos. Con la guía de las Escrituras y la sabiduría de teólogos reformados, descubriremos cómo estas realidades testifican del poder, la justicia y la gracia del Creador.I. El abismo: El pozo de la oscuridad primordial

Imagina un lugar envuelto en tinieblas, un abismo sellado donde las fuerzas del mal son contenidas por la mano soberana de Dios. Este es el "abismo" que las Escrituras nos presentan, un término que resuena desde los albores de la creación hasta los tiempos finales. Su historia comienza en Génesis 1:2:

"Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas."

Aquí, el hebreo tehom pinta un cuadro de caos acuoso, una profundidad informe que precede al orden divino. No es un lugar de castigo, sino un estado primordial que Dios somete con su palabra. Sin embargo, a medida que avanzamos en la narrativa bíblica, el abismo evoluciona hacia algo más definido y siniestro.

En el Salmo 71:20, el salmista clama:

"Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra." 
 
Aunque metafórico, este uso sugiere una conexión con la aflicción y la muerte, un eco de la separación de la presencia de Dios. Pero es en el Nuevo Testamento donde el abismo (abyssos en griego) toma forma como un lugar específico. En Lucas 8:31, los demonios imploran a Jesús:

"Y le rogaban que no los mandase al abismo."

¿Qué temen estas criaturas espirituales? Apocalipsis 9:1-2 nos ofrece una visión:

"Y el quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y le fue dada la llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno."

El abismo es un "pozo" sellado, una prisión de oscuridad de donde emergen seres demoníacos bajo el juicio de Dios. Más adelante, en Apocalipsis 20:1-3, su propósito se aclara:

"Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso sellos sobre él."

Aquí, el abismo es un lugar de reclusión temporal, una celda divina para Satanás y sus huestes. Juan Calvino, en su Comentario a Apocalipsis, lo describe con precisión:

"El abismo es un lugar de tinieblas, ordenado por la sabiduría de Dios para contener a los rebeldes espirituales hasta que su juicio final sea ejecutado. No es su fin, sino su cadena."

El abismo, entonces, no es un destino eterno, sino un instrumento de la soberanía divina, un preludio al castigo final.
 
 
II. El infierno: Las llamas de la justicia eterna

Si el abismo es una prisión temporal, el infierno es el tribunal eterno de Dios, un lugar donde su ira contra el pecado arde sin fin. Sin embargo, el término "infierno" en nuestras Biblias abarca varias palabras bíblicas —Sheol, Hades, Gehenna, y el "lago de fuego"— que debemos distinguir para captar su profundidad.

En el Antiguo Testamento, Sheol es el reino de los muertos. En Salmo 16:10, David ora con esperanza:

"Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción."

Sheol no discrimina entre justos e injustos; es un estado intermedio, un lugar de espera. El Nuevo Testamento lo llama Hades. En Lucas 16:23, Jesús narra la parábola del rico y Lázaro:

"Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno."

Aunque Hades incluye tormento para los impíos, sigue siendo un estado temporal. El verdadero "infierno" emerge con Gehenna, un término que 
 
Jesús usa para el castigo eterno. En Mateo 25:41, Él declara:

"Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles."

Gehenna, inspirada en el Valle de Hinom —un sitio de idolatría y fuego perpetuo cerca de Jerusalén—, simboliza destrucción y sufrimiento sin fin. 
 
En Marcos 9:47-48, Jesús advierte:

"Mejor te es entrar en el reino de Dios con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado a la Gehenna, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga."

La culminación del infierno aparece en Apocalipsis 20:14-15:

"Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego."

El "lago de fuego" es el infierno en su forma definitiva, un lugar de tormento eterno tras el juicio final. Louis Berkhof, en su Teología Sistemática, lo define con claridad:

"El infierno es la separación eterna de la presencia benigna de Dios, un estado de tormento consciente y justo para los réprobos y los ángeles caídos, ejecutado con perfecta equidad." 
 
 
III. El contraste revelado: Abismo versus infierno


Con el abismo y el infierno definidos, comparemos sus diferencias en un lienzo teológico, trazando sus contornos en propósito, naturaleza, cronología y habitantes.
 
Propósito: El abismo es una prisión temporal, un lugar donde Dios contiene a los seres espirituales caídos, como los demonios (Lucas 8:31) y Satanás (Apocalipsis 20:3). Su función es restrictiva, un acto de control divino en el drama redentor. 
 
El infierno, en cambio, es el castigo eterno, el destino final de los impíos y los demonios tras el juicio (Mateo 25:41). Su propósito es vindicar la santidad de Dios y ejecutar su justicia.
 
Naturaleza: El abismo es un "pozo del abismo" (Apocalipsis 9:1), un lugar de oscuridad y reclusión. Aunque los demonios lo temen, no se describe explícitamente como un sitio de tormento activo. 
 
El infierno es un reino de sufrimiento consciente, con "fuego eterno" y "gusanos que no mueren" (Marcos 9:48), culminando en el lago de fuego, donde el tormento es perpetuo.
 
Cronología: El abismo opera en el presente (2 Pedro 2:4) y durante el milenio (Apocalipsis 20:1-3), pero es temporal; Satanás es liberado brevemente antes de su fin (Apocalipsis 20:7-10). 
 
El infierno es eterno, consumado tras el juicio final, cuando incluso el Hades es arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20:14).
 
Habitantes: El abismo alberga a seres espirituales como demonios y Satanás (Apocalipsis 9:11; 20:3); no hay indicio de humanos allí. 
 
El infierno incluye a los impíos humanos, Satanás y sus ángeles tras el juicio (Apocalipsis 20:15).
 
 
IV. La visión reformada: Soberanía y redención

La teología reformada, anclada en la Sola Scriptura, ve el abismo y el infierno como expresiones de la soberanía de Dios sobre el mal. Charles Spurgeon, en un sermón sobre Apocalipsis 20, proclama:

"El abismo es la celda donde el Todopoderoso encadena a los rebeldes espirituales, un testimonio de su dominio; el infierno es su tribunal final, donde la justicia resplandece en llamas eternas."

R.C. Sproul, en La Santidad de Dios, añade:

"El abismo es un preludio al infierno, una sombra de la sentencia final. Ambos declaran que Dios no negocia con el pecado, sino que lo somete a su voluntad santa."

Un pasaje clave es 2 Pedro 2:4:

"Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno [Tártaro, un término afín al abismo], los entregó a prisiones de oscuridad, reservados para el juicio."

Aquí, el "Tártaro" se asemeja al abismo como un lugar de espera, distinto del lago de fuego eterno.
 
 
Conclusión: Del abismo a la cruz

El abismo y el infierno, aunque relacionados, son distintos en las Escrituras. El abismo es el pozo temporal donde Dios restringe el mal espiritual, un recordatorio de su poder sobre las tinieblas. El infierno es el fuego eterno, el destino final donde la justicia divina arde contra el pecado impenitente. La Confesión de Fe de Westminster (Capítulo XXXIII) lo resume: "Los impíos serán castigados con tormento eterno, apartados de la presencia del Señor." Sin embargo, esta verdad no nos deja sin esperanza. Cristo, quien descendió a las profundidades (Efesios 4:9) y venció el poder del abismo, nos libra del infierno por su cruz. Que este contraste nos lleve a adorar al Dios soberano y a buscar refugio en su gracia. ¿Qué te revela esta distinción sobre el corazón de nuestro Salvador?

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