• Malaquías 3:10 es uno de esos versículos que resuena en casi todas las iglesias donde el dinero y la fe se cruzan.
  • En muchas iglesias contemporáneas, es común escuchar a líderes autoproclamarse "apóstoles", reclamando una autoridad especial y un estatus elevado dentro del cuerpo de Cristo.
  • En muchos círculos cristianos, Apocalipsis 3:20 se ha convertido en un versículo emblemático para el evangelismo.
  • La doctrina de la "confesión positiva" enseña que nuestras palabras tienen el poder de crear milagros, pero ¿es esto bíblico? Este artículo examina sus orígenes, contrastándolos con las Escrituras, y advierte sobre su peligrosa desviación del verdadero evangelio de Cristo.
  • La historia de la mujer con el flujo de sangre (Mateo 9:20-22, Marcos 5:25-34, Lucas 8:43-48) es más que un milagro físico: es una lección profunda sobre la verdadera fe. Más allá de la sanidad, Jesús le otorgó salvación, destacando que no fue el manto el que la curó, sino su confianza en Él. Este capítulo explora el significado espiritual de su historia y nos desafía a buscar a Cristo, no solo por sus milagros, sino por la vida eterna que ofrece.

martes, 15 de abril de 2025

Hebreos 11:1 - ¿Creyeron los apóstoles en Cristo por fe o porque lo vieron?

La Biblia sobre un fondo marron, con el texto, creyeron los apostoles en cristo por fe o porque lo vieron, esto en pregunta.

Una de las preguntas más profundas que podemos hacernos al estudiar los evangelios es esta: 

¿Los apóstoles creyeron en Jesucristo por fe o simplemente porque lo vieron en acción? 

La respuesta no solo nos ayuda a entender mejor a los apóstoles, sino que también nos revela cómo obra la fe verdadera en el corazón del creyente.


 

¿Qué es la fe según la Biblia?

Hebreos 11:1 define la fe de esta manera:

"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve."

La fe bíblica es una confianza firme en las promesas de Dios, una seguridad en lo que aún no se ha visto ni experimentado plenamente. No depende de los sentidos, sino de la revelación divina.


Etapa 1: Fe basada en lo visible

Durante el ministerio terrenal de Cristo, los apóstoles caminaron con Él, lo vieron realizar milagros, enseñar con autoridad, calmar tormentas y resucitar muertos. Su reacción inicial fue creer en base a lo que veían.

Juan 2:11:

"Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él."

Esta fe era real pero incompleta. Era una fe que necesitaba ser afirmada, purificada y profundizada. De hecho, muchos vieron las mismas obras y no creyeron:

Juan 6:36:

"Pero os he dicho que aunque me habéis visto, no creéis."


Etapa 2: La fe verdadera viene por revelación divina

Jesús mismo declara que el conocimiento correcto de su identidad no proviene de la carne ni de la sangre, sino de la revelación del Padre:

Mateo 16:15-17:

"Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos."

Aun viendo a Cristo, la fe salvadora no es producto del intelecto ni de la observación, sino de la obra sobrenatural de Dios en el corazón del hombre.


Comparación entre Pedro y Judas: Vista sin fe vs. fe verdadera

Ambos fueron apóstoles, ambos vieron los milagros, ambos convivieron con Jesús. Pero uno fue salvo, y el otro fue condenado. ¿Por qué?

AspectoJudas IscariotePedro (Simón Pedro)
Llamado por Jesús
Vio milagros
Participó en el ministerio
Confesión de feNo registrada"Tú eres el Cristo..." (Mt 16:16)
Motivación internaAmbición, codiciaPasión, pero sinceridad
CaídaTraiciónNegación
Reacción al pecadoRemordimiento sin arrepentimientoArrepentimiento genuino
Destino finalPerdición eternaRestauración y liderazgo
Tuvo fe verdaderaNo

 

Judas lo vio todo, pero nunca tuvo fe verdadera. Pedro también vio, pero su fe fue revelada por el Padre y preservada por la oración de Cristo:

Lucas 22:32:

"Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte."


Conclusión

Los apóstoles inicialmente creyeron en Cristo por lo que vieron, pero esa fe era incipiente, parcial, y no necesariamente salvadora. Fue a través de la revelación del Padre y la obra del Espíritu Santo que sus corazones fueron transformados para tener una fe verdadera, firme y perseverante.

La visión puede impresionar, pero solo la revelación divina salva. Por eso Jesús dijo:

Juan 20:29:

"Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron."


Aplicación para nosotros hoy

Tú y yo no hemos visto a Jesús con nuestros ojos, pero podemos conocerlo con el corazón si el Padre nos lo revela. No necesitamos pruebas visuales; necesitamos fe dada por gracia. Como Pedro dijo:

1 Pedro 1:8-9:

"A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas."

Amemos, sigamos y confiemos en Cristo, no porque lo hayamos visto, sino porque Dios nos ha dado fe para creerle.

lunes, 14 de abril de 2025

Deuteronomio 14:22-23 - La Verdad Bíblica sobre el Diezmo.



Una imagen de una persona muy pobre poniendo dinero en las ofrendas en una iglesia, el plato de las ofrendas está a reventar, lleno de dinero, el dinero cae al suelo, frente al dinero hay un hombre de traje con cara de avaricia

Una Doctrina Malentendida


En muchas iglesias contemporáneas, el tema del diezmo se ha convertido en una enseñanza central, presentada como un mandato divino obligatorio para los creyentes. Sin embargo, al escudriñar las Escrituras con diligencia y bajo la guía del Espíritu Santo, encontramos que esta práctica, tal como se enseña hoy en día, carece de fundamento bíblico sólido para la iglesia del Nuevo Testamento. En este capítulo, examinaremos qué dice realmente la Palabra de Dios sobre el diezmo, su propósito en el contexto del Antiguo Pacto y cómo debemos vivir como cristianos bajo la gracia del Nuevo Pacto.

¿Qué significa la palabra "diezmo"?

La palabra "diezmo" proviene del hebreo ma'aser, que significa literalmente "la décima parte". En el contexto bíblico, se refiere a la décima parte de los productos agrícolas o ganaderos que el pueblo de Israel debía apartar para propósitos específicos ordenados por Dios. No era una contribución voluntaria ni un impuesto arbitrario, sino una ordenanza específica dentro del sistema levítico y del pacto mosaico.

¿Dónde y a quién ordenó Dios el diezmo como ley?

La primera mención clara del diezmo como una ordenanza legal se encuentra en el libro de Deuteronomio. En Deuteronomio 14:22-23, leemos:

"Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año, y lo comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre..."

Este mandato era claro: el diezmo debía ser tomado de los productos agrícolas y ganaderos, y se ofrecía anualmente, no semanal ni mensualmente.

Es crucial notar a quién iba dirigido este mandato. En Deuteronomio 5:1-3, Moisés declara:

"No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos."

Este pacto, incluyendo las leyes sobre el diezmo, fue dado específicamente a la nación de Israel, no a todas las naciones ni a los gentiles. Por tanto, no podemos asumir que esta ley aplica directamente a los cristianos de hoy, quienes no formamos parte del Israel físico ni estamos bajo el pacto mosaico.

¿Qué era el diezmo según la ley de Dios?

El diezmo ordenado por Dios no era dinero, como suele enseñarse hoy, sino productos agrícolas y ganaderos. Esto se detalla claramente en las Escrituras: Levítico 27:30: "Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, es de Jehová..." 

 
Levítico 27:32: "Y todo el diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado a Jehová." 
 
Deuteronomio 14:23: "Y comerás delante de Jehová tu Dios... el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite..."

En ningún pasaje del Antiguo Testamento se menciona que el diezmo debía ser dado en dinero. Más aún, el propósito del diezmo era sostener a los levitas (quienes no tenían heredad de tierra), proveer para los pobres y celebrar las fiestas en el lugar que Dios escogiera (como se detalla en Números 18 y Deuteronomio 14). El "alfolí" mencionado en Malaquías 3:10 (tema que trataremos específicamente más adelante) no era una caja fuerte para dinero, sino un almacén para alimentos, como lo indica el contexto:

"Y haya alimento en mi casa."


¿Es Malaquías 3:8-10 un mandato para los cristianos?

Uno de los textos más utilizados para exhortar a los creyentes a diezmar es Malaquías 3:8-10, donde Dios reprende a Israel diciendo:

"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado... en vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición..."


Sin embargo, este pasaje tiene un contexto específico: Dios está hablando a la nación de Israel bajo el Antiguo Pacto, no a la iglesia del Nuevo Testamento. El reclamo era por la negligencia de los israelitas en cumplir con las leyes mosaicas, incluyendo el diezmo de productos agrícolas y ganaderos, que debían llevar al templo para el sustento de los levitas y las necesidades del culto.

Usar este pasaje para exigir el diezmo de dinero a los cristianos es una mala aplicación de la Escritura. Además, el Antiguo Pacto, con todas sus ordenanzas ceremoniales y civiles, ha sido cumplido y abrogado en Cristo. Como dice Hebreos 7:18-19:

"Porque el mandamiento anterior es abrogado por ser débil e inútil (pues la ley nada perfeccionó), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios."

Asimismo, Colosenses 2:14 nos enseña que Cristo "canceló el acta de los decretos que había contra nosotros... quitándola de en medio y clavándola en la cruz." Por tanto, las leyes del Antiguo Pacto, incluyendo el diezmo levítico, no son vinculantes para los creyentes del Nuevo Pacto.

¿Se enseña el diezmo en el Nuevo Testamento?

El diezmo se menciona en el Nuevo Testamento, pero no como un mandato para la iglesia. En Mateo 23:23 y Lucas 11:42, Jesús reprende a los fariseos por su hipocresía, diciendo que diezman hasta de la menta y el comino, pero descuidan la justicia, la misericordia y la fe. Aquí, Jesús no está estableciendo una norma para los cristianos, sino señalando la actitud legalista de los fariseos bajo la ley mosaica.

La otra mención significativa está en Hebreos 7:1-14, donde se habla del diezmo que Abraham dio a Melquisedec. Sin embargo, el propósito de este pasaje no es enseñar que los cristianos deben diezmar, sino demostrar la superioridad del sacerdocio de Melquisedec (que prefigura a Cristo) sobre el sacerdocio levítico. En ningún lugar del Nuevo Testamento se exhorta a los creyentes a dar un diezmo obligatorio del 10% de sus ingresos.

En cambio, el Nuevo Testamento nos enseña principios de ofrendas generosas y voluntarias. En 2 Corintios 9:7, Pablo escribe:

"Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre."

La ofrenda cristiana no está sujeta a un porcentaje fijo ni a una maldición por no cumplirlo, sino que fluye de un corazón agradecido y generoso.


¿Por qué tantas iglesias enseñan el diezmo obligatorio?

Si el diezmo obligatorio no tiene fundamento en el Nuevo Testamento, ¿por qué tantas iglesias insisten en enseñarlo? La respuesta puede ser doble: 
 
Ignorancia de las Escrituras: Algunos líderes no han estudiado a fondo el contexto bíblico del diezmo y repiten tradiciones humanas sin cuestionarlas. 
 
Avaricia y manipulación: Otros, lamentablemente, usan el diezmo como una herramienta para obtener ganancias personales, manipulando a los creyentes con temor y falsas promesas de bendición. Esto es precisamente lo que el apóstol Pedro advierte en 2 Pedro 2:3:

"Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas."

La práctica de exigir el diezmo de dinero, acompañada de amenazas de maldición basadas en Malaquías 3, es una distorsión de la Palabra de Dios. Como cristianos, debemos rechazar estas enseñanzas y regresar a la verdad de las Escrituras.

Vivamos bajo la gracia del Nuevo Pacto


El diezmo, como se prescribe en el Antiguo Testamento, era una ley específica para Israel bajo el pacto mosaico. No hay base bíblica para exigir un diezmo de dinero a los cristianos, ni para amenazar con maldiciones a quienes no lo entregan. En el Nuevo Pacto, somos llamados a dar generosamente, con alegría y conforme a lo que hemos decidido en nuestro corazón, no bajo coacción ni legalismo.

Amado hermano, te exhorto a escudriñar las Escrituras por ti mismo, como nos manda el Señor Jesús en Juan 5:39. No permitas que tradiciones humanas o manipulaciones te aparten de la verdad. Si una iglesia o líder te enseña que debes dar un diezmo obligatorio para evitar una maldición, pregúntate: ¿está esto en armonía con el evangelio de la gracia? Como dice Pablo en 1 Timoteo 6:5, debemos apartarnos de aquellos “que toman la piedad como fuente de ganancia."

Que el Señor te dé entendimiento y libertad para vivir conforme a Su Palabra, no bajo el yugo de mandamientos humanos, sino bajo la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

viernes, 11 de abril de 2025

Romanos 1:19-20 - ¿Qué pasa con aquellos que nunca escucharon el evangelio?

 

Un grupo de personas en una cueva oscura, iluminadas por un rayo de luz que entra desde la entrada, con rocas y sombras a su alrededor. Sobre la imagen, un texto en letras blancas con borde negro dice: "¿QUÉ PASA CON AQUELLOS QUE NUNCA ESCUCHARON EL EVANGELIO?" y debajo, en letras más pequeñas de color dorado, se lee: "CAMINANDO CON JESÚS". La escena evoca un ambiente de misterio y reflexión espiritual.


1. El punto de partida: La soberanía de Dios y la revelación divina

 
La teología reformada comienza con la soberanía absoluta de Dios sobre toda la creación, incluyendo la salvación de las personas. Según las Escrituras, Dios es justo, santo y misericordioso, y sus juicios son perfectos (Deuteronomio 32:4; Salmos 89:14). Además, la Biblia enseña que todos los seres humanos son pecadores por naturaleza y están separados de Dios (Romanos 3:23; Salmos 51:5). Nadie merece la salvación; esta es un regalo de la gracia divina (Efesios 2:8-9).
 
Sin embargo, la pregunta sobre aquellos que nunca escucharon el evangelio plantea un desafío: 
 
¿cómo puede un Dios justo condenar a quienes no tuvieron la oportunidad de conocer a Cristo? 
 
Para responder, debemos considerar dos tipos de revelación divina descritos en la Biblia:
 
Revelación general: Dios se revela a todos los seres humanos a través de la creación y la conciencia moral. Romanos 1:19-20 declara: 
 
"Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa." 
 
Esto implica que nadie es completamente ignorante de la existencia de Dios, ya que la creación misma testifica de su poder y deidad.
 
Revelación especial: Esta es la proclamación específica del evangelio de Jesucristo, que revela el plan de salvación (Hechos 4:12; Juan 14:6). La revelación especial es necesaria para conocer el camino de la redención, ya que la fe viene por el oir la Palabra de Dios (Romanos 10:17).
 
Desde la perspectiva reformada, la revelación general es suficiente para condenar, ya que todos rechazan a Dios en su pecado (Romanos 1:21-23), pero solo la revelación especial, a través del evangelio, lleva a la salvación. Esto plantea la tensión central: ¿qué ocurre con aquellos que solo recibieron la revelación general?
 

2. La posición reformada: Exclusivismo y la necesidad de Cristo

 
La teología reformada es generalmente exclusivista, lo que significa que la salvación viene únicamente a través de la fe consciente en Jesucristo. Esta postura se basa en textos claros como:Juan 14:6: 
 
Jesús dijo, "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí."
 
Hechos 4:12: "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos."
 
Romanos 10:13-14: "Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?"
 
Estos pasajes subrayan que la fe en Cristo es el medio designado por Dios para la salvación. En la tradición reformada, esto se refuerza con la doctrina de la elección soberana: Dios, en su voluntad eterna, elige a quienes salvará (Efesios 1:4-5; Romanos 9:11-16). La proclamación del evangelio es el instrumento ordinario por el cual Dios llama a sus elegidos, y la responsabilidad de predicar recae en la iglesia (Mateo 28:19-20).
 
Desde esta perspectiva, aquellos que nunca escucharon el evangelio no tienen acceso al conocimiento salvífico de Cristo y, por lo tanto, no pueden ser salvos, ya que carecen de la fe explícita en Él. Además, Romanos 1:18-20 sugiere que todos son culpables ante Dios por rechazar la revelación general, incluso sin haber oído el evangelio. La justicia divina no está en entredicho, porque nadie merece la salvación, y Dios no está obligado a proporcionar la revelación especial a todos.
 

3. La controversia: Exclusivismo, inclusivismo y universalismo

 
Para contextualizar la postura reformada, es útil compararla con otras posiciones teológicas:
 
Exclusivismo: Como se explicó, sostiene que la salvación requiere fe consciente en Cristo. Es la posición dominante en la teología reformada y evangélica, basada en la claridad de los textos mencionados. Sin embargo, algunos críticos argumentan que parece injusto que Dios condene a quienes nunca tuvieron la oportunidad de escuchar el evangelio.
 
Inclusivismo: Esta postura sostiene que, aunque Cristo es el único medio de salvación, Dios puede aplicar los beneficios de la obra de Cristo a aquellos que no lo conocieron explícitamente, pero respondieron con fe a la luz que recibieron (por ejemplo, a través de la revelación general o su conciencia). Algunos teólogos reformados, como J.I. Packer, han explorado esta posibilidad con cautela, sugiriendo que Dios podría salvar excepcionalmente a algunos en circunstancias extraordinarias, aunque esto no es normativo. Sin embargo, el inclusivismo es visto con escepticismo en la tradición reformada, ya que puede debilitar la urgencia de la misión evangelística y carece de respaldo bíblico explícito.
 
Universalismo: Esta visión afirma que todos serán salvos, independientemente de si escucharon el evangelio o creyeron en Cristo. Desde la perspectiva reformada, el universalismo es incompatible con las Escrituras, que hablan claramente del juicio final y la condenación de los impíos (Mateo 25:46; Apocalipsis 20:11-15). Además, socava la necesidad de la obra redentora de Cristo y la responsabilidad humana de responder al evangelio.
 
La teología reformada rechaza el universalismo y es cautelosa con el inclusivismo, manteniendo el exclusivismo como la postura más consistente con la Biblia. Sin embargo, reconoce que la justicia de Dios es insondable, y los detalles de su juicio final están más allá de nuestra comprensión total (Romanos 11:33-34).
 

4. Matices reformados: La justicia y misericordia de Dios

 
Aunque la postura reformada es exclusivista, algunos teólogos reformados han ofrecido matices para abordar la aparente tensión entre la justicia divina y la condenación de quienes nunca escucharon el evangelio. Estos matices no comprometen el exclusivismo, pero reflejan humildad ante los misterios de Dios:
 
Dios no está obligado a salvar a nadie: La teología reformada enfatiza que todos merecen la condenación por su pecado (Romanos 3:10-12). Que Dios elija salvar a algunos a través del evangelio es un acto de misericordia, no de obligación. Por lo tanto, no es injusto que algunos no reciban el evangelio, ya que nadie tiene derecho a la salvación.
 
La soberanía en la distribución del evangelio: Dios determina quién escucha el evangelio y cuándo (Hechos 16:6-10). Si alguien no lo escucha, esto cae bajo el propósito soberano de Dios, que siempre es justo, aunque no siempre comprendamos sus razones (Romanos 9:20-21).
 
Juicio según la luz recibida: Aunque la salvación requiere fe en Cristo, algunos reformados sugieren que Dios juzgará a las personas según la luz que recibieron. Aquellos que solo tuvieron acceso a la revelación general serán juzgados por su respuesta a ella, lo que aún los deja culpables (Romanos 1:20). Esto no implica salvación fuera de Cristo, pero sí que el juicio de Dios será perfectamente justo, tomando en cuenta las circunstancias de cada persona.
 
Esperanza en los misterios de Dios: Mientras que la Biblia no promete salvación para quienes no escucharon el evangelio, tampoco detalla exhaustivamente el destino de cada individuo. Como dice Deuteronomio 29:29, "Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, mas las reveladas son para nosotros." Esto invita a confiar en la justicia y misericordia de Dios, sin especular más allá de lo revelado.
 

5. Implicaciones prácticas: La urgencia de la misión

 
La perspectiva reformada, al enfatizar la necesidad de la fe en Cristo, subraya la importancia de la Gran Comisión (Mateo 28:19-20). Si la salvación viene solo a través del evangelio, la iglesia tiene la responsabilidad urgente de predicar a todas las naciones. Esto no solo refleja obediencia a Cristo, sino también amor por los perdidos, deseando que nadie perezca (2 Pedro 3:9, entendido en el contexto reformado como la voluntad de Dios de salvar a sus elegidos).
 
Además, esta postura nos lleva a la humildad. No debemos presumir conocer los detalles del juicio final ni limitar la sabiduría de Dios. Nuestra tarea es proclamar el evangelio fielmente, confiando en que Dios obrará según su perfecta voluntad.
 

6. Respuesta a la controversia

 
La pregunta sobre aquellos que nunca escucharon el evangelio puede ser emocionalmente cargada, especialmente cuando pensamos en personas en regiones remotas o épocas pasadas. Es crucial responder con sensibilidad, sin comprometer la verdad bíblica:
 
Confianza en la justicia de Dios: Podemos estar seguros de que Dios no cometerá ninguna injusticia. Sus juicios serán perfectos, y nadie será condenado inmerecidamente (Génesis 18:25).
 
En lugar de especular sobre lo que no sabemos, debemos centrarnos en lo que Dios ha revelado: Cristo es el único camino de salvación, y la iglesia debe llevar este mensaje al mundo.
 
En lugar de angustiarse por los que no han oído, los cristianos deben comprometerse con la misión, apoyando a misioneros, orando por los no alcanzados y viviendo como testigos de Cristo.
 
Conclusión
 
Desde la perspectiva reformada, la salvación viene solo por la fe en Jesucristo, y el evangelio es el medio ordinario por el cual Dios llama a sus elegidos. Aquellos que nunca escucharon el evangelio no tienen acceso a este conocimiento salvífico y, según Romanos 1, son culpables por rechazar la revelación general. Sin embargo, la justicia de Dios asegura que nadie será juzgado injustamente, y su soberanía garantiza que su plan es perfecto, aunque no lo comprendamos completamente.
 
Esta postura exclusivista no debe llevar a la desesperanza, sino a la acción. Nos impulsa a predicar el evangelio con urgencia, confiando en que Dios usará su Palabra para salvar a los suyos. Al mismo tiempo, reconocemos con humildad que los detalles del juicio final están en las manos de un Dios santo, justo y misericordioso, cuyos caminos son más altos que los nuestros (Isaías 55:8-9).
 
Que esta verdad nos motive a vivir para la gloria de Dios, proclamando su evangelio con valentía y amor, mientras confiamos en su perfecta voluntad.


miércoles, 9 de abril de 2025

¿Qué Dice la Biblia Sobre la Forma del Mundo? Una Perspectiva Bíblica Reformada.

 

Imagen de un paisaje árido y desértico con un cielo azul despejado. En el centro aparece el texto: "¿Qué dice la Biblia sobre la forma del mundo? Una perspectiva bíblica reformada".

 La Biblia, como Palabra inspirada de Dios (2 Timoteo 3:16), es el fundamento de nuestra fe y una fuente de verdad que ha guiado a millones a lo largo de los siglos. Uno de los temas que a menudo genera curiosidad es lo que las Escrituras revelan sobre la forma del mundo. 

Aunque la Biblia no es un tratado científico moderno, sí presenta una cosmología consistente que refleja la comprensión del pueblo de Dios en el contexto de la revelación divina. En este artículo, exploraremos cómo las Escrituras, desde Génesis hasta Apocalipsis, describen el mundo como un plano fijo bajo una bóveda celeste, y cómo esta visión es coherente con la fe bíblica.

1. La Cosmología Bíblica: Un Mundo Plano y Estable
 
La Biblia nos ofrece una imagen unificada del cosmos que se alinea con la cosmovisión de los antiguos hebreos, quienes fueron guiados por la revelación divina. A diferencia de las especulaciones modernas, las Escrituras presentan la Tierra como un plano extenso, firme y creado con propósito por Dios. Esta perspectiva no solo es consistente a lo largo de los libros bíblicos, sino que también resuena con las cosmologías de las culturas vecinas, como los egipcios y los babilonios, aunque siempre bajo la autoridad soberana de Yahvé.
 
En Génesis 1:1-2 leemos:
 
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”. 
 
Este pasaje establece el fundamento de la creación, donde la Tierra es el centro del propósito divino. Más adelante, en el segundo día (Génesis 1:6-8), Dios crea un firmamento para separar las aguas de arriba de las de abajo: 
 
“Dijo Dios: Haya un firmamento en medio de las aguas, que separe las aguas de las aguas. E hizo Dios el firmamento, y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las aguas que estaban sobre el firmamento”. 
 
Este firmamento, o raqia en hebreo, implica una estructura sólida extendida sobre la Tierra, un concepto que aparece 17 veces en la Biblia y que sugiere un cielo abovedado.
 
 
2. El Firmamento: Una Bóveda Física
 
El término hebreo raqia deriva de una raíz que significa “extender” o “golpear para formar una lámina”, lo que apunta a una estructura física y resistente. Job 37:18 lo describe poéticamente: 
 
“¿Extendiste tú con él los cielos, firmes como un espejo de metal fundido?”. 
 
Asimismo, Salmo 19:1 declara: 
 
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. 
 
Esta bóveda no solo separa las aguas, sino que también sirve como el lugar donde Dios coloca el sol, la luna y las estrellas en el cuarto día (Génesis 1:14-17).
 
Esta imagen de un firmamento sólido tiene sentido teológico: refleja la soberanía de Dios al ordenar el caos y establecer límites en la creación. Isaías 40:22 añade profundidad al describir a Dios como aquel que “está sentado sobre el círculo de la tierra” y “extiende los cielos como una cortina, y los despliega como una tienda para morar”. Aquí, “círculo” (hebreo chug) no implica una esfera, sino una forma abovedada o redondeada que cubre un plano.
 
 
3. La Tierra Fija y los Cuerpos Celestes en Movimiento
 
Las Escrituras también presentan la Tierra como inmóvil y los cuerpos celestes como objetos que se mueven dentro del firmamento. 
 
Josué 10:12-13 relata cómo, por mandato de Dios, “el sol se detuvo en Gabaón, y la luna en el valle de Ajalón”, mostrando que son el sol y la luna los que se mueven, no la Tierra. 
 
Salmo 19:4-6 refuerza esta idea al describir al sol como un corredor que “sale de un extremo de los cielos y su curso llega hasta el otro extremo”.
 
Además, pasajes como Daniel 4:10-11 y Mateo 4:8 apoyan la idea de una Tierra plana.
 
"Me parecía ver en medio de la tierra un árbol, cuya altura era grande. Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra. "
 
 
En Daniel, un árbol es visible “hasta los confines de toda la tierra”, algo imposible en una esfera. 
 
En Mateo, Satanás muestra a Jesús “todos los reinos del mundo” desde un monte alto, lo que presupone una superficie plana y extensa. Estos textos, interpretados literalmente, reflejan la cosmovisión hebrea bajo la inspiración divina.
 
 
4. Los Cuatro Ángulos y la Visión Profética
 
La Biblia menciona repetidamente los “cuatro ángulos de la tierra” (Apocalipsis 7:1; Isaías 11:12), una expresión que sugiere una forma cuadrada o rectangular con límites definidos. Aunque el modelo plano moderno no requiere esquinas literales, estas referencias pueden entenderse como las regiones extremas de la Tierra, coherentes con la cosmología antigua. 
 
En Ezequiel 1:22-26, el profeta ve una “bóveda como cristal” sobre la cual está el trono de Dios, reforzando la idea de un cielo físico elevado sobre un plano terrestre.
 
 
5. Implicaciones Teológicas para la Fe Reformada
 
Como cristianos reformados, afirmamos que la Biblia es suficiente y clara en lo que enseña (Sola Scriptura). La cosmología bíblica no busca competir con la ciencia moderna, sino revelar la gloria de Dios como Creador soberano. La Tierra plana y el firmamento no son meras metáforas poéticas, sino descripciones inspiradas que reflejan cómo Dios quiso que su pueblo entendiera el mundo. Aunque las culturas vecinas compartían ideas similares, la Biblia las eleva al declarar que solo Yahvé es el autor y sustentador de todo (Isaías 45:12).
 
Conclusión
 
La Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, presenta una Tierra plana y fija, cubierta por un firmamento sólido donde se mueven los cuerpos celestes. Esta cosmología, arraigada en la revelación divina, no solo es consistente dentro de las Escrituras, sino que también exalta la majestad de Dios como el Arquitecto del universo. 
 
Como creyentes, no nos avergonzamos de lo que la Palabra afirma, pues “los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). 
 
Que esta reflexión nos lleve a adorar al Dios que extiende los cielos con sus manos y sostiene la creación por su poder.

jueves, 3 de abril de 2025

Entre el Abismo y las Llamas: Una Exploración Bíblica de los Reinos de la Justicia Divina.

Imagen con tonos oscuros y rojizos que muestra figuras humanas cayendo en espiral hacia un abismo ardiente, representando un ambiente infernal. En el centro se encuentra el texto: "Entre el abismo y las llamas. Una exploración bíblica de los reinos de la justicia divina".



"Entre el Abismo y las Llamas: Una Exploración Bíblica de los Reinos de la Justicia Divina"


En las profundidades de las Sagradas Escrituras, encontramos términos que despiertan tanto asombro como temor: el "abismo" y el "infierno". Estas palabras evocan imágenes de oscuridad, juicio y el peso inescapable de la santidad de Dios. Pero, ¿son lo mismo? ¿Qué distingue el pozo sellado del abismo de las llamas eternas del infierno? Como cristianos reformados, comprometidos con la autoridad suprema de la Palabra, debemos desentrañar estos conceptos con reverencia y precisión. Este capítulo nos llevará a través de los pasajes bíblicos que definen el abismo y el infierno, comparará sus naturalezas y propósitos, y nos invitará a contemplar la soberanía de Dios sobre ambos. Con la guía de las Escrituras y la sabiduría de teólogos reformados, descubriremos cómo estas realidades testifican del poder, la justicia y la gracia del Creador.I. El abismo: El pozo de la oscuridad primordial

Imagina un lugar envuelto en tinieblas, un abismo sellado donde las fuerzas del mal son contenidas por la mano soberana de Dios. Este es el "abismo" que las Escrituras nos presentan, un término que resuena desde los albores de la creación hasta los tiempos finales. Su historia comienza en Génesis 1:2:

"Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas."

Aquí, el hebreo tehom pinta un cuadro de caos acuoso, una profundidad informe que precede al orden divino. No es un lugar de castigo, sino un estado primordial que Dios somete con su palabra. Sin embargo, a medida que avanzamos en la narrativa bíblica, el abismo evoluciona hacia algo más definido y siniestro.

En el Salmo 71:20, el salmista clama:

"Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra." 
 
Aunque metafórico, este uso sugiere una conexión con la aflicción y la muerte, un eco de la separación de la presencia de Dios. Pero es en el Nuevo Testamento donde el abismo (abyssos en griego) toma forma como un lugar específico. En Lucas 8:31, los demonios imploran a Jesús:

"Y le rogaban que no los mandase al abismo."

¿Qué temen estas criaturas espirituales? Apocalipsis 9:1-2 nos ofrece una visión:

"Y el quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y le fue dada la llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno."

El abismo es un "pozo" sellado, una prisión de oscuridad de donde emergen seres demoníacos bajo el juicio de Dios. Más adelante, en Apocalipsis 20:1-3, su propósito se aclara:

"Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso sellos sobre él."

Aquí, el abismo es un lugar de reclusión temporal, una celda divina para Satanás y sus huestes. Juan Calvino, en su Comentario a Apocalipsis, lo describe con precisión:

"El abismo es un lugar de tinieblas, ordenado por la sabiduría de Dios para contener a los rebeldes espirituales hasta que su juicio final sea ejecutado. No es su fin, sino su cadena."

El abismo, entonces, no es un destino eterno, sino un instrumento de la soberanía divina, un preludio al castigo final.
 
 
II. El infierno: Las llamas de la justicia eterna

Si el abismo es una prisión temporal, el infierno es el tribunal eterno de Dios, un lugar donde su ira contra el pecado arde sin fin. Sin embargo, el término "infierno" en nuestras Biblias abarca varias palabras bíblicas —Sheol, Hades, Gehenna, y el "lago de fuego"— que debemos distinguir para captar su profundidad.

En el Antiguo Testamento, Sheol es el reino de los muertos. En Salmo 16:10, David ora con esperanza:

"Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción."

Sheol no discrimina entre justos e injustos; es un estado intermedio, un lugar de espera. El Nuevo Testamento lo llama Hades. En Lucas 16:23, Jesús narra la parábola del rico y Lázaro:

"Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno."

Aunque Hades incluye tormento para los impíos, sigue siendo un estado temporal. El verdadero "infierno" emerge con Gehenna, un término que 
 
Jesús usa para el castigo eterno. En Mateo 25:41, Él declara:

"Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles."

Gehenna, inspirada en el Valle de Hinom —un sitio de idolatría y fuego perpetuo cerca de Jerusalén—, simboliza destrucción y sufrimiento sin fin. 
 
En Marcos 9:47-48, Jesús advierte:

"Mejor te es entrar en el reino de Dios con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado a la Gehenna, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga."

La culminación del infierno aparece en Apocalipsis 20:14-15:

"Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego."

El "lago de fuego" es el infierno en su forma definitiva, un lugar de tormento eterno tras el juicio final. Louis Berkhof, en su Teología Sistemática, lo define con claridad:

"El infierno es la separación eterna de la presencia benigna de Dios, un estado de tormento consciente y justo para los réprobos y los ángeles caídos, ejecutado con perfecta equidad." 
 
 
III. El contraste revelado: Abismo versus infierno


Con el abismo y el infierno definidos, comparemos sus diferencias en un lienzo teológico, trazando sus contornos en propósito, naturaleza, cronología y habitantes.
 
Propósito: El abismo es una prisión temporal, un lugar donde Dios contiene a los seres espirituales caídos, como los demonios (Lucas 8:31) y Satanás (Apocalipsis 20:3). Su función es restrictiva, un acto de control divino en el drama redentor. 
 
El infierno, en cambio, es el castigo eterno, el destino final de los impíos y los demonios tras el juicio (Mateo 25:41). Su propósito es vindicar la santidad de Dios y ejecutar su justicia.
 
Naturaleza: El abismo es un "pozo del abismo" (Apocalipsis 9:1), un lugar de oscuridad y reclusión. Aunque los demonios lo temen, no se describe explícitamente como un sitio de tormento activo. 
 
El infierno es un reino de sufrimiento consciente, con "fuego eterno" y "gusanos que no mueren" (Marcos 9:48), culminando en el lago de fuego, donde el tormento es perpetuo.
 
Cronología: El abismo opera en el presente (2 Pedro 2:4) y durante el milenio (Apocalipsis 20:1-3), pero es temporal; Satanás es liberado brevemente antes de su fin (Apocalipsis 20:7-10). 
 
El infierno es eterno, consumado tras el juicio final, cuando incluso el Hades es arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20:14).
 
Habitantes: El abismo alberga a seres espirituales como demonios y Satanás (Apocalipsis 9:11; 20:3); no hay indicio de humanos allí. 
 
El infierno incluye a los impíos humanos, Satanás y sus ángeles tras el juicio (Apocalipsis 20:15).
 
 
IV. La visión reformada: Soberanía y redención

La teología reformada, anclada en la Sola Scriptura, ve el abismo y el infierno como expresiones de la soberanía de Dios sobre el mal. Charles Spurgeon, en un sermón sobre Apocalipsis 20, proclama:

"El abismo es la celda donde el Todopoderoso encadena a los rebeldes espirituales, un testimonio de su dominio; el infierno es su tribunal final, donde la justicia resplandece en llamas eternas."

R.C. Sproul, en La Santidad de Dios, añade:

"El abismo es un preludio al infierno, una sombra de la sentencia final. Ambos declaran que Dios no negocia con el pecado, sino que lo somete a su voluntad santa."

Un pasaje clave es 2 Pedro 2:4:

"Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno [Tártaro, un término afín al abismo], los entregó a prisiones de oscuridad, reservados para el juicio."

Aquí, el "Tártaro" se asemeja al abismo como un lugar de espera, distinto del lago de fuego eterno.
 
 
Conclusión: Del abismo a la cruz

El abismo y el infierno, aunque relacionados, son distintos en las Escrituras. El abismo es el pozo temporal donde Dios restringe el mal espiritual, un recordatorio de su poder sobre las tinieblas. El infierno es el fuego eterno, el destino final donde la justicia divina arde contra el pecado impenitente. La Confesión de Fe de Westminster (Capítulo XXXIII) lo resume: "Los impíos serán castigados con tormento eterno, apartados de la presencia del Señor." Sin embargo, esta verdad no nos deja sin esperanza. Cristo, quien descendió a las profundidades (Efesios 4:9) y venció el poder del abismo, nos libra del infierno por su cruz. Que este contraste nos lleve a adorar al Dios soberano y a buscar refugio en su gracia. ¿Qué te revela esta distinción sobre el corazón de nuestro Salvador?