• Malaquías 3:10 es uno de esos versículos que resuena en casi todas las iglesias donde el dinero y la fe se cruzan.
  • En muchas iglesias contemporáneas, es común escuchar a líderes autoproclamarse "apóstoles", reclamando una autoridad especial y un estatus elevado dentro del cuerpo de Cristo.
  • En muchos círculos cristianos, Apocalipsis 3:20 se ha convertido en un versículo emblemático para el evangelismo.
  • La doctrina de la "confesión positiva" enseña que nuestras palabras tienen el poder de crear milagros, pero ¿es esto bíblico? Este artículo examina sus orígenes, contrastándolos con las Escrituras, y advierte sobre su peligrosa desviación del verdadero evangelio de Cristo.
  • La historia de la mujer con el flujo de sangre (Mateo 9:20-22, Marcos 5:25-34, Lucas 8:43-48) es más que un milagro físico: es una lección profunda sobre la verdadera fe. Más allá de la sanidad, Jesús le otorgó salvación, destacando que no fue el manto el que la curó, sino su confianza en Él. Este capítulo explora el significado espiritual de su historia y nos desafía a buscar a Cristo, no solo por sus milagros, sino por la vida eterna que ofrece.
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jueves, 13 de marzo de 2025

Hechos 14:15 - Adorando al Ungido.




 
hombre de traje, sobre una tarima, esta de espaldas a la cámara mirando al publico, en la parte de abajo vemos a ese publico, muchas personas adorando a este hombre, están aplaudiendolo y muy emocionados


¿A Quién Damos Nuestra Gloria?

La historia de Pablo y Bernabé en Listra, narrada en Hechos 14:8-18, nos confronta con una tendencia peligrosa que sigue presente en la iglesia hoy día: la inclinación a adorar a los hombres en lugar de a Dios. Cuando un hombre cojo fue sanado por el poder de Dios a través de Pablo, la multitud reaccionó de manera equivocada, proclamando que Pablo y Bernabé eran dioses y preparándose para ofrecerles sacrificios. Aunque los apóstoles se horrorizaron y corrigieron inmediatamente este error, la escena nos recuerda que el corazón humano tiende a desviar su adoración hacia lo visible, ignorando al verdadero Autor de toda obra poderosa. En este capítulo, examinaremos este pasaje, reflexionaremos sobre su relevancia actual y recordaremos que solo Cristo es digno de nuestra adoración y obediencia.

El Error de Listra: Una Idolatría Involuntaria

En Hechos 14:8-13, vemos cómo la sanidad de un hombre cojo, quien nunca había caminado, desató una reacción desmedida entre los habitantes de Listra. Al presenciar el milagro, la multitud exclamó en su idioma licaonio:


"¡Los dioses han tomado forma humana, y han venido a visitarnos!"


Pensaron que Bernabé era Zeus y que Pablo, por ser el que hablaba, era Hermes. El sacerdote del templo de Zeus incluso trajo toros y adornos de flores para ofrecer sacrificios en su honor. La reacción de la gente no fue malintencionada; en su ignorancia, simplemente atribuyeron el poder del milagro a los hombres que podían ver, en lugar de al Dios invisible que lo obró.

Esta respuesta refleja una inclinación natural del corazón humano: enfocarnos en lo tangible y visible. Aunque los habitantes de Listra no conocían al Dios verdadero, su error nos sirve de advertencia. La idolatría no siempre es intencional ni evidente; a veces comienza con una admiración mal dirigida que termina robándole la gloria a Dios.

La Idolatría Moderna: Adorando a los "Ungidos"

Tristemente, más de dos mil años después, este mismo error sigue manifestándose en muchas iglesias. Cuando presenciamos señales, sanidades o cualquier manifestación que atribuimos al poder de Dios, a menudo nuestra atención se desvía hacia los líderes visibles que parecen ser los instrumentos de estas obras. Algunos incluso fomentan esta admiración, promoviendo títulos como "ungidos", "apóstoles" o "profetas", y enseñando doctrinas que refuerzan su autoridad sobre la congregación.

Estos líderes pueden exigir obediencia ciega, honra desmedida o fidelidad absoluta, justificándolo con pasajes bíblicos fuera de contexto. Sin embargo, esta actitud no solo contradice el espíritu humilde de Cristo, sino que también fomenta una idolatría anticristiana que Dios aborrece. Jesús advirtió en Mateo 7:22-23 que muchos que obran milagros en Su nombre no necesariamente Le pertenecen:


"Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad."


Asimismo, Pablo nos alerta en 2 Corintios 11:14 que Satanás mismo se disfraza como ángel de luz, y sus siervos se disfrazan como ministros de justicia. No todo lo que parece milagroso proviene de Dios, y no todo líder que parece "ungido" merece nuestra adoración.

La Respuesta de Pablo y Bernabé: Un Ejemplo de Humildad

La reacción de Pablo y Bernabé ante la idolatría de Listra es un modelo para todos los siervos de Dios. Al darse cuenta de lo que la gente pretendía hacer, rompieron sus ropas en señal de horror y se apresuraron a corregir el error, exclamando:


"¡Oigan! ¿Por qué hacen esto? Nosotros no somos dioses, somos simples hombres, como ustedes. Por favor, ya no hagan estas tonterías, sino pídanle perdón a Dios. Él es quien hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos." (Hechos 14:15).


Los apóstoles no aprovecharon la oportunidad para engrandecerse ni para ganar seguidores. Al contrario, señalaron inmediatamente al Dios verdadero como el único digno de adoración. Su humildad y su celo por la gloria de Dios contrastan con muchos líderes modernos que parecen disfrutar de la atención y el poder que la admiración de las masas les otorga. Pablo y Bernabé entendían que su papel era ser siervos, no señores, y que toda honra pertenece únicamente a Dios (Apocalipsis 4:11).

¿A Quién Obedecemos? Solo a Cristo

La Biblia es clara: nuestra obediencia, honra y fidelidad deben estar dirigidas a Dios, no a hombres. En Hechos 4:19 y 5:29, los apóstoles declararon que debemos obedecer a Dios antes que a los hombres cuando sus mandatos entran en conflicto. Pablo también nos exhorta en Gálatas 1:10:
 
"¿Busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo."
 
Esto no significa que no debamos respetar a los líderes piadosos que Dios ha puesto sobre nosotros (Hebreos 13:17), pero nuestra lealtad última es a Cristo y a Su Palabra. Ningún líder humano debe ocupar el lugar que solo pertenece a Dios en nuestras vidas.

Cristo, el Único Mediador y Sumo Sacerdote

La buena noticia del evangelio es que no necesitamos intermediarios humanos ni "ungidos" para acercarnos a Dios. Cuando Jesús murió en la cruz, el velo del templo se rasgó de arriba abajo (Mateo 27:51), simbolizando que el acceso directo a la presencia de Dios ahora estaba abierto para todos los que creen en Cristo. Como dice Hebreos 10:19-20:


"Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne."

Jesús es nuestro Sumo Sacerdote (Hebreos 4:14-16), nuestro único Mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5). No necesitamos a nadie más para acercarnos al Padre; Su obra terminada en la cruz es suficiente. Esto significa que cada creyente tiene acceso directo a Dios a través de Cristo, sin necesidad de terceros ni figuras humanas que se interpongan.

Busquemos la Verdad en Cristo y Su Palabra

Amado lector, la advertencia de Listra sigue siendo relevante hoy: no permitamos que nuestra admiración por líderes visibles nos lleve a una idolatría encubierta. La sanidad del cojo en Listra no fue obra de Pablo ni de Bernabé, sino de Dios, y ellos se aseguraron de que la gloria fuera dada al único que la merece. De la misma manera, debemos ser responsables de nuestro alimento espiritual y buscar la verdad directamente en la Palabra de Dios.

Jesús mismo nos dice en Juan 14:6:


"Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí."


No desviemos nuestra adoración hacia hombres, por más "ungidos" que parezcan. No permitamos que la búsqueda de señales o milagros nos distraiga del verdadero Ungido, Jesucristo, quien es el único digno de toda honra, gloria y alabanza. Escudriñemos las Escrituras con diligencia, sometamos nuestras vidas a Cristo con humildad y vivamos como sacerdotes reales que tienen acceso directo al Lugar Santísimo por la sangre de nuestro Salvador.

Que nuestro corazón proclame siempre: 
 
"Solo a Ti, Señor, adoramos; solo a Ti obedecemos." 
 
Que la gloria sea dada únicamente a Aquel que se sentó en el trono y que vive por los siglos de los siglos (Apocalipsis 5:13).



Efesios 2:20 - ¿Existen Los Apóstoles Hoy Día?




Jesucristo caminando con sus discipulos por un camino antiguo de israel del primer siglo, todos visten de acuerdo a la epoca

Una Perspectiva Bíblica

En muchas iglesias contemporáneas, es común escuchar a líderes autoproclamarse "apóstoles", reclamando una autoridad especial y un estatus elevado dentro del cuerpo de Cristo. Sin embargo, al examinar las Escrituras con diligencia, descubrimos que el oficio de apóstol, tal como fue establecido en el Nuevo Testamento, tiene características únicas y requisitos específicos que no se cumplen en la actualidad. En este capítulo, exploraremos qué dice la Biblia sobre los apóstoles, quiénes calificaban para este oficio y por qué debemos ser cautelosos con aquellos que hoy reclaman este título sin fundamento bíblico.

¿Qué Es un Apóstol Según la Escritura?

La palabra "apóstol" proviene del griego apostolos, que significa "enviado" o "mensajero". Sin embargo, en el contexto del Nuevo Testamento, el término tiene un significado más específico cuando se aplica a los apóstoles de Jesucristo. No todos los "enviados" en un sentido general (como lo serían los misioneros hoy) califican como apóstoles en el sentido técnico que la Escritura les otorga.

Según las Escrituras, un apóstol debía cumplir con dos requisitos fundamentales: Haber sido testigo ocular del Cristo resucitado: Esto incluía haber visto a Jesús después de Su resurrección, como un testimonio directo de Su victoria sobre la muerte. 
 
Haber sido comisionado personalmente por Jesús: Los apóstoles no se autoproclamaban; eran escogidos y enviados directamente por el Señor para cumplir una misión única en los fundamentos de la iglesia.


Estos requisitos se ven claramente en el proceso de selección del reemplazo de Judas Iscariote, registrado en Hechos 1:21-22:

"Es necesario, pues, que de los hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección."

Matías fue elegido porque cumplía con estos criterios: había acompañado a Jesús durante Su ministerio terrenal y había sido testigo de Su resurrección, y su elección fue confirmada por oración y sorteo bajo la dirección soberana de Dios (Hechos 1:24-26).

Pablo: El Último Apóstol

El apóstol Pablo también cumple con estos requisitos, aunque de una manera única. En 1 Corintios 9:1, él mismo declara:


"¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?"


Pablo tuvo un encuentro directo con el Cristo resucitado en el camino a Damasco (Hechos 9:3-6), y fue comisionado personalmente por Jesús para ser "apóstol a los gentiles" (Romanos 11:13; Gálatas 1:15-16). Sin embargo, Pablo también señala algo crucial en 1 Corintios 15:8:


"Y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí."

Con esta declaración, Pablo afirma que él fue el último apóstol escogido por Cristo. Su uso del término "abortivo" indica que su apostolado fue extraordinario: no formó parte del grupo original de los doce, pero recibió revelaciones directas del Señor para compensar su falta de instrucción durante el ministerio terrenal de Jesús (Gálatas 1:11-12).

La lista de apariciones de Cristo resucitado que Pablo ofrece en 1 Corintios 15:5-8 (a Pedro, a los doce, a más de quinientos, a Santiago, a todos los apóstoles y finalmente a él) parece cerrar el círculo de aquellos que fueron testigos directos y comisionados como apóstoles. No hay indicación en las Escrituras de que este oficio continuaría más allá de esta generación fundacional.

El Rol Único de los Apóstoles en la Iglesia

Los apóstoles desempeñaron un papel único en la fundación de la iglesia. Efesios 2:20 nos enseña que la iglesia está "edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo". Este fundamento no necesita ser establecido nuevamente; fue puesto una vez para siempre por los apóstoles del primer siglo, quienes recibieron revelación directa de Cristo y transmitieron las Escrituras inspiradas que ahora tenemos como nuestra autoridad final.

Además, los apóstoles tenían una autoridad exclusiva para establecer doctrina y guiar a la iglesia primitiva. Sus escritos, inspirados por el Espíritu Santo, forman parte del canon del Nuevo Testamento y son la norma para toda enseñanza cristiana. No hay evidencia bíblica de que este oficio tuviera sucesores con la misma autoridad o los mismos dones milagrosos que autenticaban su ministerio (como los "señales de apóstol" mencionados en 2 Corintios 12:12).

¿Existen Apóstoles Hoy Día?

Dado lo que las Escrituras enseñan sobre los requisitos y el rol de los apóstoles, debemos concluir que no existen apóstoles en el sentido bíblico hoy día. Nadie puede cumplir con los criterios de haber visto al Cristo resucitado y haber sido comisionado directamente por Él. Además, el fundamento de la iglesia ya ha sido establecido, y la revelación de Dios ha sido completada en las Escrituras. Cualquier persona que reclame el título de "apóstol" con la misma autoridad que los apóstoles del Nuevo Testamento está yendo más allá de lo que la Biblia permite.

Sin embargo, es importante aclarar que la palabra "apóstol" puede usarse en un sentido secundario y más amplio para referirse a "enviados" o misioneros (como en el caso de Bernabé en Hechos 14:14, quien es llamado "apóstol" en un sentido genérico). Pero este uso no implica que tengan la misma autoridad o función que los doce y Pablo. En la iglesia contemporánea, los pastores, maestros, evangelistas y misioneros cumplen roles vitales para edificar al cuerpo de Cristo, pero ninguno de ellos es un apóstol en el sentido técnico del Nuevo Testamento.

El Peligro de la Obsesión con Títulos y Poder

Lamentablemente, en muchas iglesias modernas, el título de "apóstol" se ha convertido en un símbolo de poder, prestigio y autoridad que no está respaldado por la Escritura. Esta obsesión con títulos elevados refleja una sed de reconocimiento humano que es contraria al espíritu humilde de Jesucristo. Como dijo el Señor en Marcos 10:43-44:


"Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos."


En lugar de buscar títulos grandiosos, los líderes de la iglesia deben imitar el ejemplo de Cristo, quien "no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:45). La verdadera grandeza en el reino de Dios no se mide por el nombre que llevamos, sino por la humildad y fidelidad con que servimos.

Además, esta obsesión con títulos a menudo va acompañada de un culto casi idolátrico hacia personalidades famosas dentro de la iglesia. Muchos creyentes, en lugar de aferrarse a la Palabra de Dios, depositan su fe en líderes carismáticos que prometen bendiciones o revelaciones especiales. Esto no solo desvía la gloria que pertenece únicamente a Cristo, sino que también expone a los creyentes al engaño y a falsas enseñanzas.

Volvamos a la Humildad del Evangelio

Amado lector, la Escritura nos enseña que los apóstoles del Nuevo Testamento fueron un grupo único, escogido por Cristo para establecer el fundamento de la iglesia. Su autoridad y función no tienen paralelo en la iglesia actual, pues nadie puede cumplir con los requisitos que ellos cumplieron ni reclamar la misma revelación directa que ellos recibieron. En lugar de buscar títulos como "apóstol" para inflar nuestro ego, debemos abrazar la humildad que Cristo modeló y que los apóstoles vivieron.

Como bien dice el viejo refrán: "Al pie de la cruz, todos somos párvulos". No necesitamos títulos elevados para ser usados por Dios; necesitamos corazones humildes, vidas consagradas y una fe arraigada en la Palabra. Si alguien te invita a seguir a un "apóstol" moderno con autoridad sobre las Escrituras, examina sus palabras a la luz de la Biblia y recuerda que nuestra lealtad suprema es a Cristo, no a hombres.

Que el Señor nos dé discernimiento para reconocer la verdad y humildad para servirle sin buscar gloria para nosotros mismos. Que nuestro único deseo sea exaltar a Cristo, el verdadero fundamento y cabeza de la iglesia.