• Malaquías 3:10 es uno de esos versículos que resuena en casi todas las iglesias donde el dinero y la fe se cruzan.
  • En muchas iglesias contemporáneas, es común escuchar a líderes autoproclamarse "apóstoles", reclamando una autoridad especial y un estatus elevado dentro del cuerpo de Cristo.
  • En muchos círculos cristianos, Apocalipsis 3:20 se ha convertido en un versículo emblemático para el evangelismo.
  • La doctrina de la "confesión positiva" enseña que nuestras palabras tienen el poder de crear milagros, pero ¿es esto bíblico? Este artículo examina sus orígenes, contrastándolos con las Escrituras, y advierte sobre su peligrosa desviación del verdadero evangelio de Cristo.
  • La historia de la mujer con el flujo de sangre (Mateo 9:20-22, Marcos 5:25-34, Lucas 8:43-48) es más que un milagro físico: es una lección profunda sobre la verdadera fe. Más allá de la sanidad, Jesús le otorgó salvación, destacando que no fue el manto el que la curó, sino su confianza en Él. Este capítulo explora el significado espiritual de su historia y nos desafía a buscar a Cristo, no solo por sus milagros, sino por la vida eterna que ofrece.

jueves, 27 de marzo de 2025

Ladrones en la Casa.



Persona con pasamontañas abriendo cautelosamente la puerta de una casa, representando una amenaza interna, con el texto "Ladrones en la casa – Las realidades carnales y la llamada a la santidad" sobre la imagen.




Las Realidades Carnales y la Llamada a la Santidad

El pasaje de Santiago 4:1-10 es como un espejo que refleja las realidades más profundas de nuestra vida espiritual. Nos confronta no solo con las acciones pecaminosas que cometemos, sino también con las actitudes santas que descuidamos. Santiago nos muestra que, dentro de cada creyente, hay "ladrones" que nos atan a los deseos de la carne, mientras el Espíritu Santo nos impulsa a vivir en obediencia a la Palabra de Dios. Este capítulo explorará las realidades carnales que nos esclavizan, las disposiciones divinas que nos libran y las exhortaciones santas que nos guían hacia una vida que glorifica a Dios.



Realidades Carnales: Los Ladrones que Habitamos

Santiago comienza su enseñanza con una pregunta directa y penetrante:

"¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?" (Santiago 4:1).

El apóstol identifica tres "ladrones" principales que operan dentro de nosotros y que roban la paz, la santidad y nuestra comunión con Dios: Disensión: Las peleas, divisiones y conflictos entre hermanos no tienen su origen en factores externos, sino en las pasiones carnales que aún burbujean en nuestro interior. El egoísmo, el orgullo y la falta de amor son los combustibles que alimentan estas guerras dentro de la iglesia y en nuestras relaciones personales. 
 
Ambición Desordenada: Santiago continúa diciendo:

"Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites" (Santiago 4:2-3).

Aquí se revela el corazón de la ambición carnal: deseamos cosas que no nos convienen, pedimos con motivaciones egoístas y, al no recibirlas, caemos en codicia, envidia e incluso violencia espiritual o verbal.

En contraste, Filipenses 4:19 nos asegura que Dios suplirá nuestras necesidades conforme a Su voluntad, si tan solo buscáramos Sus deleites y no los nuestros. Mundanalidad: Santiago no utiliza términos ambiguos ni tonos grises:

"¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios" (Santiago 4:4).

No puede haber un coqueteo exitoso con el mundo y sus valores mientras pretendemos abrazar la cruz de Cristo. Amar el mundo es traicionar a nuestro Salvador, y esta infidelidad espiritual nos aleja de la comunión con Dios.

Estos "ladrones" —disensión, ambición desordenada y mundanalidad— operan sigilosamente dentro de nosotros, robándonos la paz, la pureza y el gozo que Cristo desea para Sus hijos. Reconocer su presencia es el primer paso hacia la libertad.



Disposiciones Divinas: La Gracia que Nos Sostiene

A pesar de nuestra condición pecaminosa, Dios no nos abandona en nuestra lucha contra estos "ladrones". Santiago nos ofrece una esperanza gloriosa:

"¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (Santiago 4:5-6).

Aquí vemos dos disposiciones divinas que Dios provee para Su pueblo: La Obra del Espíritu Santo: El Espíritu que mora en nosotros no nos deja solos en nuestra lucha contra la carne. Él nos anhela celosamente, confrontándonos con nuestras realidades carnales y guiándonos hacia la santidad. Es el Espíritu quien nos convence de pecado, nos consuela en nuestra aflicción y nos da poder para vencer las tentaciones (Juan 16:8; Gálatas 5:16). 
 
La Gracia Abundante de Dios: La mayor provisión de Dios para los humildes es Su gracia. Esta gracia es negada a los soberbios que persisten en su mundanalidad, pero se derrama abundantemente sobre aquellos que reconocen su necesidad de Dios (Proverbios 3:34; Salmos 138:6). No hay pecado que la gracia de Dios no pueda perdonar ni tentación que Su poder no pueda vencer, siempre que nos humillemos ante Él.




Exhortaciones Santas: El Camino hacia la Victoria

Después de exponer nuestras realidades carnales y las provisiones divinas, Santiago nos exhorta a tomar decisiones concretas para vivir en santidad. En los versículos 7 al 10, encontramos un llamado claro y directo a los humildes que desean agradar a Dios. Estas exhortaciones no son sugerencias, sino mandatos que nos guían hacia una vida transformada: Someteos a Dios: "Someteos, pues, a Dios" (v. 7). La palabra "someterse" implica una rendición total, una obediencia incondicional a la voluntad de Dios. No podemos vencer a los "ladrones" en nuestra propia fuerza; debemos someternos al Señor y permitir que Él reine en nosotros. 
 
Resistid al Diablo: "Resistid al diablo, y huirá de vosotros" (v. 7). Esto no significa una guerra teatral contra Satanás, sino un rechazo firme y voluntario al sistema de antivalores que él promueve. Resistir al diablo implica decir "no" a las tentaciones y "sí" a la justicia de Dios. 
 
Acercaos a Dios: "Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros" (v. 8). Este es un llamado a buscar incesantemente la presencia de Dios a través de la oración, la adoración y el estudio de Su Palabra. La santidad no es un accidente; es el resultado de una relación íntima con nuestro Creador. 
 
Limpiad las Manos y Purificad los Corazones: "Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones" (v. 8). Santiago usa un lenguaje poético para señalar que la santidad debe abarcar tanto nuestras acciones externas ("limpiad las manos") como nuestras intenciones internas ("purificad vuestros corazones"). No basta con cambiar nuestro comportamiento; debemos renovar nuestro corazón.
 
Afligíos, Lamentad y Llorad: "Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza" (v. 9). Esta exhortación no promueve una vida de tristeza perpetua, sino una actitud de arrepentimiento genuino. Cuando entendemos la gravedad de nuestro pecado y cómo ofende a un Dios santo, nuestra respuesta natural debe ser el quebrantamiento y el clamor por Su misericordia.

Santiago culmina estas exhortaciones con una promesa gloriosa: "Humillaos delante del Señor, y él os exaltará" (v. 10). La humildad es el camino hacia la victoria espiritual. Cuando nos humillamos ante Dios, Él nos levanta en Su tiempo perfecto, no para nuestra gloria, sino para la Suya.



Encerrando a los Ladrones en una Cárcel de Santidad

Amado lector, los "ladrones" que habitan en nuestra casa —disensión, ambición desordenada y mundanalidad— no desaparecerán completamente de este lado de la eternidad. Sin embargo, podemos encerrarlos en una cárcel de santidad y buenas obras mediante la obediencia a las exhortaciones de Santiago. Al someternos a Dios, resistir al diablo, acercarnos a Él, purificar nuestras vidas y arrepentirnos sinceramente, podemos vivir una vida que glorifique a nuestro Salvador.

No ignores las realidades carnales que aún batallan dentro de ti, pero tampoco desesperes. Dios ha provisto Su Espíritu y Su gracia para que no pelees esta batalla solo. Humíllate ante Él, busca Su rostro con todo tu corazón y confía en que Él te exaltará a Su tiempo. Que nuestra vida sea un testimonio vivo de la santidad que agrada a Dios, para que los "ladrones" no tengan poder sobre nosotros, sino que seamos libres para servir y glorificar al Rey de reyes.

Hermanos y hermanas, no nos engañemos: los "ladrones" de la disensión, la ambición desordenada y la mundanalidad nos han robado demasiado. Pero hoy, el evangelio de Jesucristo nos trae la gloriosa noticia de liberación y esperanza. Escuchen bien: no hay esfuerzo humano que pueda vencer estos pecados, ni santidad que podamos alcanzar por nuestra propia cuenta. La buena noticia es que Cristo ya lo hizo todo por nosotros. Él cargó nuestros pecados en la cruz, pagó nuestra deuda con Su sangre preciosa y resucitó victorioso para darnos vida nueva (Romanos 5:8; 1 Corintios 15:3-4).

El evangelio no es una mera exhortación para mejorar; es el poder de Dios para salvación (Romanos 1:16). Jesús no solo nos señala el camino a la santidad; Él es el Camino (Juan 14:6). Cuando nos humillamos ante Él, confesando nuestra incapacidad y clamando por Su misericordia, Él nos recibe con brazos abiertos, nos limpia de toda maldad y nos viste con Su justicia perfecta (2 Corintios 5:21).

Así que, ven hoy a Cristo. No esperes a ser "suficientemente bueno", porque nunca lo seremos. Ven tal como estas, con tus "ladrones" y tus luchas, y deposítalos a los pies de la cruz. Arrepiéntete, cree en Su evangelio y recibe el regalo inmerecido de la salvación. Porque en Jesús, no solo encontramos perdón, sino también el poder para vivir una vida santa, sostenidos por Su Espíritu y cubiertos por Su gracia. “Humillaos ante el Señor, y Él os exaltará” (Santiago 4:10). ¡Cristo es nuestra victoria, nuestro Salvador y nuestra esperanza eterna! Ven a Él hoy, y vive para Su gloria.

domingo, 23 de marzo de 2025

¿Qué sucede tras la muerte? ¿Cielo o infierno inmediato, espera del juicio, o ambos?




Paisaje simbólico que muestra el contraste entre el cielo brillante con nubes y un valle de fuego, ilustrando la pregunta sobre el destino después de la muerte, con el texto "¿Qué sucede tras la muerte? ¿Cielo o infierno inmediato, espera del juicio, o ambos?"



Introducción: Planteando el dilema teológico

La pregunta sobre lo que sucede tras la muerte y el propósito de la segunda venida de Cristo es fundamental para la fe cristiana. La Biblia enseña con claridad que hay un destino inmediato para las almas al morir, pero también afirma que Cristo regresará para un juicio final. ¿Cómo se reconcilian estos eventos? Este estudio, desde la perspectiva reformada, se apega estrictamente a la Palabra de Dios para responder: ¿van las almas directamente al cielo o al infierno al morir? Y si es así, ¿a quién viene Cristo a juzgar y por qué? Nos guiaremos obviamente por las Escrituras, interpretadas en su contexto, para ofrecer una enseñanza fiel y sólida.


1. El destino inmediato de las almas al morir: Evidencia bíblica detallada

La Biblia enseña consistentemente que la muerte marca una transición inmediata para el alma, llevándola a un estado provisional según la relación de la persona con Dios a través de Cristo. Este "estado intermedio" entre la muerte y la resurrección es un tema crucial para entender el propósito del juicio final.

Lucas 23:42-43: ¿Aplica a todos?

"Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso."

Jesús le promete al ladrón en la cruz que estará con Él en el paraíso ese mismo día. Sin embargo, esto no significa que esta sea la norma para todos los creyentes. Podría ser un caso excepcional, así como la ascensión de Enoc o Elías no implica que todos los creyentes sean llevados al cielo sin morir (2 Reyes 2:11). Además, algunos argumentan que la interpretación depende de la coma en la traducción:


"De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso."


Si se lee de esta manera, Jesús estaría enfatizando la certeza de la promesa y no necesariamente el tiempo exacto en que ocurriría.

Filipenses 1:23 y 2 Corintios 5:8: ¿Indican una ida inmediata al cielo?

Filipenses 1:23 en contexto

En Filipenses 1:23, Pablo dice:


"Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor."


Aquí, Pablo expresa su deseo personal de "partir y estar con Cristo". Sin embargo, esta declaración es subjetiva y no es un pronunciamiento doctrinal sobre lo que sucede inmediatamente después de la muerte. No dice que al instante de morir estará con Cristo, sino que su deseo es llegar a ese estado.

Este tipo de expresión puede compararse con el caso de alguien que ha estado viviendo en el extranjero durante años y dice:


"No sé qué hacer: si quedarme aquí y seguir trabajando o regresar a mi país natal para estar con mi Padre."


Esta afirmación refleja un anhelo profundo de volver a su hogar y reunirse con su padre, pero no implica que, en el momento en que tome la decisión de partir, estará de inmediato en su destino. De manera similar, Pablo expresa su deseo de estar con Cristo, sin que ello signifique necesariamente una transición instantánea tras la muerte.

Además, en el mismo capítulo, Pablo reconoce que su permanencia en la carne es útil para los creyentes, lo que indica que su partida no es inminente ni que su comprensión del destino post-mortem sea instantánea.


2 Corintios 5:8 en contexto

En 2 Corintios 5:8, Pablo declara:


"Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor."


Este versículo es utilizado frecuentemente para argumentar que la muerte de un creyente implica una transición inmediata a la presencia de Dios. Sin embargo, el pasaje en su contexto más amplio (2 Corintios 5:1-10) habla sobre la esperanza de recibir una morada celestial y la transformación futura del creyente.

Pablo contrasta dos estados:

Estar en el cuerpo terrenal (actualidad).

Estar con el Señor (esperanza futura).

Lo que no menciona explícitamente es si hay un período intermedio entre la muerte y la presencia con Cristo o cuándo ocurre esa transición.


¿Prueba esto una entrada inmediata al cielo?


Pablo no está enseñando explícitamente que en el momento de la muerte se pasa directamente al cielo.

El uso del lenguaje en ambos pasajes refleja su deseo y esperanza de estar con Cristo, pero no establece una doctrina detallada sobre el momento exacto en que esto sucede.

El resto de la Escritura enfatiza la resurrección futura y el juicio final en la segunda venida de Cristo, lo que implica que la glorificación del creyente no ocurre instantáneamente al morir.

Por lo tanto, estos pasajes no pueden ser usados de manera concluyente para afirmar que los creyentes van inmediatamente al cielo al morir. Más bien, refuerzan la certeza de la esperanza cristiana de estar con Cristo en el futuro, sin definir con precisión el estado intermedio.


Ahora bien, La enseñanza bíblica es inequívoca: al morir, el alma no vaga sin propósito, ni espera en un limbo indefinido. Más bien, experimenta una transición inmediata a un estado provisional que refleja la condición espiritual de la persona en vida, ya sea en comunión con Cristo o en separación de Dios. Este "estado intermedio" es fundamental para entender la necesidad y el propósito del juicio final.

Veamos estos versiculos:

Job 14:12
"Así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño."

Daniel 12:2
"Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua."

Mateo 9:24
"Les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él."

Juan 11:11-14
"Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto."

Hechos 7:60
"Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió."

Hechos 13:36
"Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción."

1 Corintios 11:30
"Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen."

1 Corintios 15:6
"Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen."

1 Corintios 15:18
"Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron."

1 Corintios 15:20
"Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho."

1 Corintios 15:51
"He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados."

1 Tesalonicenses 4:13-15
"Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza... Porque el mismo Señor con voz de mando... descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero."


En el Antiguo Testamento la Palabra: יָשַׁן (yashán)

Significa: Dormir, descansar, estar inactivo. Se usa tanto para el sueño natural como para la muerte en algunos casos.

Ejemplo:

Job 14:12 → "Así el hombre yace y no vuelve a levantarse; hasta que no haya cielo, no despertarán, ni se levantarán de su sueño (yashán).”

En el Nuevo Testamento la Palabra: κοιμάομαι (koimáomai)

Significa: Dormir, reposar, estar inactivo. En el Nuevo Testamento, se usa comúnmente para describir la muerte de creyentes con la esperanza de la resurrección.

Ejemplo:

1 Tesalonicenses 4:13 → "Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen (koimáomai), para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza."



La Biblia describe la muerte de los creyentes como un "sueño" (koimáomai en griego, yashán o shakab en hebreo), lo que plantea la pregunta:

¿Dónde están las almas de los muertos mientras "duermen"?

La Biblia compara la muerte con el sueño porque:

Los muertos no están conscientes (Eclesiastés 9:5,10).

Esperan la resurrección en el futuro (Daniel 12:2, Juan 5:28-29).

Jesús mismo usó este lenguaje al hablar de Lázaro (Juan 11:11-14).



Esto indica que las almas no están activamente en el cielo o el infierno, sino en un estado de espera hasta la resurrección.

¿Están los muertos conscientes en el cielo o el infierno?

Eclesiastés 9:5-6,10 dice que los muertos “nada saben” y “su amor, su odio y su envidia fenecieron ya”.

Salmo 146:4 dice que cuando el hombre muere, “perecen sus pensamientos”.

Job 14:12-14 enseña que los muertos esperan su resurrección.



Esto contradice la idea de que las almas inmediatamente van al cielo o al infierno en un estado consciente.

Jesús enseñó sobre la resurrección, no sobre almas conscientes en el cielo

Juan 5:28-29 → “Los que están en los sepulcros oirán su voz, y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida, y los que hicieron lo malo a resurrección de condenación.”

Lucas 14:14 → Jesús dijo que los justos recibirán su recompensa en “la resurrección de los justos”.

1 Corintios 15:51-52 → Pablo explica que los muertos en Cristo serán transformados “en un abrir y cerrar de ojos” en la segunda venida.



Esto implica que los muertos están esperando en un estado de "sueño" hasta el regreso de Cristo.

¿Qué pasa con las almas de los muertos?

El alma no es inmortal por sí misma.

Ezequiel 18:4 → “El alma que pecare, esa morirá.”

Mateo 10:28 → Jesús dijo que Dios puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

Las almas de los justos y de los impíos esperan la resurrección:

Daniel 12:2 → “Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión perpetua.”

Hechos 24:15 → Pablo enseñó que habrá una resurrección “de justos e injustos.”


Esto significa que los muertos no están en actividad ni en el cielo ni en el infierno hasta la resurrección.


¿Pero entonces en donde están?


La Biblia enseña que después de la muerte, las almas van a un lugar de espera antes de la resurrección final y el juicio definitivo. Estos lugares de espera son comúnmente llamados el Cielo Provisional (Paraíso) y el Infierno Provisional (Hades).

1. El Cielo Provisional (Paraíso)

El cielo provisional es el estado de descanso y comunión con Dios en el que las almas de los justos esperan la resurrección y el juicio de recompensas. Aunque aún no han recibido sus cuerpos glorificados, están con el Señor.

Evidencias bíblicas del Cielo Provisional

Lucas 23:42-43 → Jesús le dice al ladrón en la cruz: “Hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Indica que los justos van a un lugar de descanso con Cristo inmediatamente después de morir.

2 Corintios 5:8 → Pablo dice: “Preferimos estar ausentes del cuerpo y presentes con el Señor.”

Muestra que después de la muerte, los creyentes están con Cristo.

Filipenses 1:23 → Pablo expresa su deseo de “partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.”

No se menciona un intervalo de tiempo, pero deja claro que su destino es estar con el Señor.

Apocalipsis 6:9-11 → Las almas de los mártires claman a Dios desde debajo del altar, esperando el cumplimiento del juicio final.

El Cielo Provisional es un estado de gozo y comunión con Dios para los creyentes antes de la resurrección final y la instauración del cielo nuevo y la tierra nueva (Apocalipsis 21:1-4).


2. El Infierno Provisional (Hades)

El Hades es el lugar donde las almas de los injustos esperan el juicio final. No es el lago de fuego (Gehena), sino un estado intermedio de sufrimiento antes del juicio definitivo.

Evidencias bíblicas del Infierno Provisional (Hades)

Lucas 16:22-23 → En la parábola del rico y Lázaro, Jesús describe cómo el hombre rico muere y va al Hades en tormento, mientras que Lázaro es llevado al "seno de Abraham".

Aunque es una parábola, muestra una distinción clara entre el estado de los justos y los impíos después de la muerte.

Apocalipsis 20:13-14 → “La muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos… y fueron lanzados al lago de fuego.”

Esto indica que el Hades es temporal, y su destino final es el lago de fuego.

Hechos 2:27, 31 → Pedro dice que Jesús “no fue dejado en el Hades”, lo que confirma que es un lugar donde van las almas después de la muerte.



¿Porque los justos esperarían un juicio si ya están con Cristo?, no se supone que si están con Cristo es porque ya están aceptados?


La respuesta se encuentra en la distinción entre el juicio para salvación y el juicio para recompensas.

1. No hay juicio para determinar salvación

Los creyentes que han muerto en Cristo ya han sido justificados por la fe (Romanos 5:1). No necesitan ser juzgados para determinar si son salvos o no. Jesús mismo afirmó en Juan 5:24:

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”

Esto indica que los creyentes ya tienen asegurada su salvación en el momento de su muerte.



2. El Juicio de Recompensas para los Creyentes

Aunque los justos no son juzgados para determinar su salvación, sí enfrentarán un juicio de recompensas. Este juicio es conocido como el Tribunal de Cristo (Bema) y es diferente del Juicio del Gran Trono Blanco, que es para los incrédulos.
Versículos que hablan del Juicio de Recompensas

2 Corintios 5:10 → “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.”

Romanos 14:10-12 → “Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.”

1 Corintios 3:12-15 → Habla de cómo las obras de los creyentes serán probadas con fuego, y algunos recibirán recompensa mientras que otros sufrirán pérdida (pero aún serán salvos).

Este juicio no es para decidir si una persona va al cielo o al infierno, sino para evaluar la fidelidad de cada creyente y determinar su recompensa en el reino de Dios.



3. El Juicio del Gran Trono Blanco (para los impíos)

Este es un juicio completamente diferente, reservado para los incrédulos. Se describe en Apocalipsis 20:11-15, donde los muertos son resucitados y juzgados según sus obras antes de ser lanzados al lago de fuego.

Los creyentes no estarán en este juicio porque sus nombres ya están escritos en el Libro de la Vida del Cordero (Apocalipsis 21:27).


Los creyentes que están en el cielo provisional (Paraíso) no están esperando un juicio para determinar si son salvos o no. Su salvación ya fue asegurada por la obra de Cristo en la cruz. Sin embargo, sí enfrentarán el Juicio de Recompensas, donde Cristo evaluará sus obras y les dará galardones según su fidelidad.

Este juicio no es de condenación, sino de reconocimiento y recompensa por su servicio a Dios.


¿Qué propósito tiene la venida de Cristo y el juicio final?


La Biblia enseña que este evento abarca a toda la humanidad —muertos y vivos— y cumple múltiples propósitos que trascienden el estado intermedio.

Evidencia bíblica del juicio universal

Apocalipsis 20:11-15: "Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se halló para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono; y los libros fueron abiertos... y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos... Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego".

Este pasaje describe un juicio exhaustivo que incluye a todos los muertos. "El mar, la muerte y el Hades entregaron los muertos" indica que los impíos, que estaban en el Hades, son traídos ante el trono. Los creyentes, resucitados previamente (1 Tesalonicenses 4:16), también están presentes, pues "todos" comparecen (Romanos 14:10). El "lago de fuego" es distinto del Hades, mostrando una transición del estado provisional al eterno.

Mateo 25:31-46: "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos... Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna".

La expresión "todas las naciones" abarca a toda la humanidad, tanto los muertos resucitados como los vivos en ese momento. El juicio separa a los justos (que reciben vida eterna) de los impíos (que enfrentan castigo eterno), mostrando que todos están involucrados.

Juan 5:28-29: "No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación".

Jesús afirma que "todos los que están en los sepulcros" serán resucitados para enfrentar el juicio, lo que incluye a los creyentes (resurrección de vida) y los impíos (resurrección de condenación).

2 Timoteo 4:1: "Te encargo delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino".

El juicio abarca dos grupos: los "muertos" (que estaban en el cielo o el Hades) y los "vivos" (los que permanecen en la tierra al momento de la venida).



¿A quién juzga Cristo?

Los muertos en el Hades: Apocalipsis 20:13 dice que "el Hades entregó los muertos que había en él". Los impíos, que han estado en tormento provisional desde su muerte, son resucitados físicamente para comparecer ante Cristo. Su juicio resulta en el "lago de fuego" (v. 15), el castigo eterno que reemplaza al Hades.

Los muertos en Cristo: 1 Tesalonicenses 4:16-17: "Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire".

Los creyentes, cuyas almas estaban con Cristo, son resucitados para reunirse con sus cuerpos glorificados. Aunque no enfrentan condenación (Romanos 8:1: "Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús"), comparecen ante el tribunal para la evaluación de sus obras y la recepción de recompensas (1 Corintios 3:13-15: "La obra de cada uno se hará manifiesta... si la obra de alguno se quemare, sufrirá pérdida, aunque él mismo será salvo").

Los vivos en la venida de Cristo: 1 Corintios 15:51-52: "He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta".

Los creyentes vivos son transformados instantáneamente en cuerpos glorificados, mientras que los impíos vivos enfrentan juicio inmediato (Mateo 25:46).


Propósito del juicio final según la Escritura

Resurrección de los muertos: 1 Corintios 15:22-23: "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida".

La resurrección es esencial para completar la salvación de los creyentes (Filipenses 3:20-21: "Transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya") y para traer a los impíos al juicio final.

Sentencia definitiva: Apocalipsis 20:14-15: "Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego".

El Hades, como estado provisional, es abolido, y los impíos pasan al castigo eterno. Esto no es una repetición, sino una culminación del juicio inicial experimentado tras la muerte.

Manifestación pública de la justicia de Dios: Romanos 2:5-6: "Por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras".

El juicio final no solo ejecuta, sino que revela la justicia divina ante toda la creación. Hechos 17:31: "Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó". Esta declaración pública glorifica a Dios.

Renovación de la creación: 2 Pedro 3:10-13: "Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas... Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia". El juicio prepara el camino para la nueva creación (Apocalipsis 21:1-5), un propósito que trasciende el estado intermedio.


Armonizando el estado intermedio y el juicio final


La Escritura no presenta el destino inmediato y el juicio final como contradictorios, sino como partes de un plan progresivo y soberano:


Estado intermedio: Es inmediato y real. Los creyentes están con Cristo (2 Corintios 5:8), y los impíos en el Hades (Lucas 16:23). Sin embargo, es incompleto: los creyentes carecen de sus cuerpos glorificados, y los impíos no han recibido el castigo eterno pleno.

Juicio final: Es la culminación. Cristo resucita a todos (Juan 5:28-29), completa la redención de los suyos (1 Tesalonicenses 4:17), sentencia a los impíos eternamente (Apocalipsis 20:15), y renueva la creación (Apocalipsis 21:1). No es una repetición, sino un perfeccionamiento del estado inicial.

Ejemplo bíblico: En Daniel 12:2: "Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua". Los muertos "duermen" (estado intermedio), pero son "despertados" (juicio final) para su destino eterno.
Conclusión: La enseñanza fiel de la Biblia

La Palabra de Dios revela que las almas van directamente a su destino al morir: los creyentes a la presencia de Cristo (cielo provisional) y los impíos al Hades (infierno provisional). Cristo regresa para juzgar a todos: los muertos en el Hades, los muertos en Cristo y los vivos en su venida. El juicio final resucita a los muertos, completa la salvación de los creyentes, ejecuta el castigo eterno de los impíos, manifiesta la justicia de Dios y renueva la creación. Esto no es especulación, sino la verdad clara de las Escrituras, que como reformados debemos enseñar con fidelidad y reverencia.


Amados, la Palabra de Dios nos muestra que la muerte nos espera a todos y que Cristo vendrá a juzgar, pero en su inmenso amor Él ofrece salvación hoy: arrepientan sus corazones por completo, miren a Jesús, el Hijo de Dios que murió por nuestros pecados y resucitó para darnos vida; no dejen pasar esta dulce invitación, porque solo siguiéndolo encontrarán el abrazo eterno del Padre y escaparán del juicio que viene— ¡escuchen su voz, respóndanle ahora con fe y amor, pues su gracia los llama antes de que sea tarde!

 

sábado, 22 de marzo de 2025

Mateo 4:1-11 - Las tentaciones de Cristo en el desierto: Un Salvador que entiende nuestro corazón.

Representación de las tentaciones de Cristo en el desierto, mostrando a Jesús enfrentando pruebas espirituales.



Un comienzo en la voluntad del Padre

Piensa en Jesús en el Jordán, recién bautizado, con el Espíritu descendiendo como paloma y la voz del Padre declarando:

"Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17).

Es un momento de afirmación divina, de unidad perfecta entre el Padre y el Hijo. Pero lo que sigue no es un camino fácil:

"Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo" (Mateo 4:1).

No es un capricho ni una decisión propia; es el Espíritu Santo quien lo guía, cumpliendo el plan del Padre. Jesús entra en el desierto porque obedece, porque Su vida entera está alineada con la voluntad de Aquel que lo envió.

Después de 40 días y 40 noches de ayuno, Mateo 4:2 nos dice: "Tuvo hambre". No es solo una nota histórica; es un destello de Su humanidad. Imagina Su cuerpo agotado, Su respiración pesada bajo el sol ardiente, Sus labios resecos. Este no es un héroe intocable; es el Hijo de Dios hecho hombre, enfrentando la debilidad como nosotros. Pero aun en ese hambre, Su corazón no vacila. Él está ahí por obediencia al Padre, y esa obediencia lo sostiene donde nosotros flaqueamos.
 
 
El telón de fondo: Un eco de la historia de Dios

Esos 40 días nos conectan con algo más grande. Recuerdan los 40 años de Israel en el desierto, cuando Dios los probó para ver si seguirían Sus caminos (Deuteronomio 8:2). Israel dudó, se quejó, desobedeció. Jesús, en cambio, entra como el Hijo fiel, el verdadero Israel que cumple lo que el pueblo no pudo. También nos hace pensar en Moisés y Elías, quienes ayunaron 40 días antes de encontrarse con Dios (Éxodo 34:28; 1 Reyes 19:8). Pero Jesús no solo se prepara para recibir; Él obedece para cumplir el propósito del Padre, un propósito que, en Su soberanía, incluye nuestra redención.
 
Las tentaciones: El diablo desafía, Jesús obedece

El diablo aparece cuando Jesús está más débil, como suele hacer con nosotros: en los momentos de cansancio, de hambre, de soledad. Sus tres tentaciones no son solo ataques al hombre Jesús; son intentos de quebrar Su obediencia al Padre. Pero Jesús responde cada vez con una fidelidad que nos deja asombrados y nos da esperanza.

Primera tentación: "Convierte estas piedras en pan" (Mateo 4:3-4)

El desafío:

"Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan".

El diablo sabe que Jesús tiene hambre y poder para hacerlo. No le pide algo pecaminoso en sí —comer es humano—, pero lo tienta a actuar por cuenta propia, a apartarse de la voluntad del Padre que lo llevó al desierto a ayunar.

Es un susurro: "No esperes a Dios, hazlo tú".

La obediencia de Jesús:

"Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Deuteronomio 8:3).

Jesús no se mueve. Su hambre es real, pero Su sumisión al Padre es más fuerte. Recuerda cuando Israel recibió maná y aprendió que la vida viene de la palabra de Dios, no solo del alimento. Jesús vive eso plenamente.

Lo que vemos: Donde Adán desobedeció por una fruta (Génesis 3:6), Jesús obedece, incluso con el estómago vacío. No se trata de nosotros en ese momento; se trata de Su compromiso con el Padre. Pero esa obediencia tiene un eco: nos muestra que el Padre es digno de confianza, incluso en nuestra propia hambre.

Para nosotros: Cuando sentimos necesidad —física o del alma—, el diablo nos tienta a tomar el control. Jesús nos dice con Su ejemplo: "El Padre sabe, y yo obedecí para que tú puedas confiar".


Segunda tentación: "Tírate desde el templo" (Mateo 4:5-7)

El desafío: El diablo lo lleva al pináculo del templo y dice:

"Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti" (Salmo 91:11-12).

Usa la Palabra de Dios, pero la retuerce. Quiere que Jesús pruebe al Padre, que exija una señal espectacular, que salga del camino de humildad trazado por el Espíritu.

La obediencia de Jesús:


"Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios" (Deuteronomio 6:16).

Jesús no salta. No necesita forzar la mano del Padre para confirmar Su identidad. Él ya oyó "mi Hijo amado" y vive en esa verdad, incluso en la soledad del desierto. Recuerda a Israel en Masah, dudando de Dios (Éxodo 17:7); Jesús no repite ese error.

Lo que vemos: Su obediencia es pura. No hay orgullo, no hay duda. Él está ahí para cumplir la voluntad del Padre, no para negociar con el diablo. Y en esa fidelidad, nos deja un regalo: la certeza de que el Padre no necesita ser probado para ser fiel.

Para nosotros: Cuando dudamos y queremos señales, Jesús nos muestra que Él ya caminó ese desierto por obediencia, para que nosotros podamos descansar en la fidelidad de Dios.


Tercera tentación: "Adórame y te daré todo" (Mateo 4:8-10)

El desafío: El diablo lo lleva a un monte alto, le muestra "todos los reinos del mundo y la gloria de ellos", y dice: "Todo esto te daré, si postrado me adorares". Es una oferta descarada: poder sin cruz, gloria sin obediencia. 
El diablo miente, porque el mundo ya es de Dios (Salmo 24:1), pero tienta a Jesús a desviar Su lealtad del Padre.

La obediencia de Jesús:


"Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás" (Deuteronomio 6:13).

Su respuesta es un rechazo tajante. No hay vacilación. Jesús elige el camino del Padre —un camino de sufrimiento que lleva a la cruz— porque Su vida es para la gloria de Dios, no para atajos.

Lo que vemos: Esta es la obediencia en su máxima expresión. Jesús no cede, no porque nosotros estemos en Su mente en ese instante, sino porque el Padre es Su todo. Pero el plan del Padre incluye nuestra salvación (Juan 6:38-39), y esa obediencia nos alcanza como un río de gracia.

Para nosotros: El mundo nos ofrece atajos brillantes que nos alejan de Dios. Jesús, con Su "vete, Satanás", nos enseña que obedecer al Padre es el camino verdadero, y Él lo recorrió para que nosotros podamos seguirlo.
La obediencia que cumple el plan del Padre

¿Por qué Jesús hace esto? Porque Él vino a hacer "la voluntad del que me envió" (Juan 6:38). En el desierto, no está pensando en Sus propios deseos ni siquiera en nosotros como motivación primaria; está mirando al Padre.

Filipenses 2:8 lo dice con fuerza:

"Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz".

Esa obediencia es el corazón de Su misión. Donde Adán desobedeció y trajo muerte (Romanos 5:12), Jesús obedece y trae vida (Romanos 5:19). Él es el Segundo Adán, el Hijo perfecto que cumple lo que el Padre pide.

Y aquí está lo asombroso: la voluntad del Padre no es fría ni distante. Juan 3:16 nos dice que

"de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito".

La obediencia de Jesús al Padre y el amor de Dios por nosotros no están en conflicto; son dos caras de la misma moneda. Jesús obedece porque ama al Padre, y el Padre lo envía porque nos ama. En el desierto, vemos la obediencia en acción, pero esa obediencia nos envuelve en el plan redentor de Dios.
 
 
Un Salvador humano y victorioso

Hebreos 4:15 nos abraza con esta verdad:

"No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado".

Jesús no flotó sobre el desierto; lo vivió. Sintió el hambre, escuchó los susurros del diablo, enfrentó la soledad. Pero nunca se apartó del Padre. Cada "escrito está" que pronunció fue un acto de obediencia, usando las Escrituras que nosotros también tenemos. Nos está diciendo: "Yo obedecí donde tú no puedes, para que el Padre te reciba".

Y cuando el diablo se va, "he aquí vinieron ángeles y le servían" (Mateo 4:11). Es un momento tierno: el Hijo, agotado pero fiel, cuidado por el cielo. Nos apunta a la cruz, donde Su obediencia alcanza su clímax, y a la resurrección, donde Su victoria se sella.
 
 
Viviendo a la luz de Su obediencia
 
Cuando estés débil: Jesús tuvo hambre y obedeció. Lleva tus necesidades al Padre; Él las conoce (Mateo 6:8). 
 
Cuando dudes: Jesús no saltó para probar a Dios. Confía en Su fidelidad, incluso en el silencio (Habacuc 2:20). 
 
Cuando el mundo te tiente: Jesús dijo "no" por obediencia. Pídele fuerza para elegir al Padre sobre lo fácil (1 Corintios 10:13). 
 
Cuando falles: Su obediencia perfecta cubre nuestro desorden. "Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1).
Un cierre que nos lleva al Padre

Las tentaciones de Cristo en el desierto son un retrato de obediencia pura. Jesús no miró al diablo ni a Sí mismo; miró al Padre. Cada paso en ese desierto fue para cumplir Su voluntad, y esa voluntad incluye que tú y yo seamos Suyos. Él venció donde nosotros no podemos, no por un amor sentimental directo hacia nosotros en ese momento, sino por una sumisión total al Padre que nos ama desde la eternidad. Así que, cuando enfrentes tu propio desierto, recuerda: Jesús ya estuvo ahí, obedeció ahí, y Su victoria es tu paz.


Padre celestial, te damos gracias por Tu Hijo, quien en el desierto obedeció Tu voz con corazón firme y perfecto. Ayúdanos a confiar en Tu voluntad como Él lo hizo, a encontrar fuerza en Tu Palabra y a descansar en la victoria que Su obediencia nos ganó. En el nombre de Jesús, amén.

Hebreos 9:27 - Prácticas prohibidas hacia los fallecidos según la voluntad de Dios.

Persona levantando la mano hacia una cruz en un hermoso atardecer, con nubes iluminadas por el sol.



La suficiencia de Cristo y el límite de la vida terrenal

La Biblia enseña que la salvación es por gracia mediante la fe en Jesucristo (Efesios 2:8-9), y que la obra redentora de Cristo en la cruz es suficiente y completa para el perdón de los pecados (1 Juan 1:7; Colosenses 1:13-14). Hebreos 9:27 establece un principio claro:

"Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio".

Esto significa que la oportunidad de arrepentimiento y redención está limitada a esta vida. Una vez que una persona fallece, su destino eterno queda en manos de Dios, y no hay evidencia bíblica de que nuestras acciones puedan alterar esa realidad. Por lo tanto, ciertas prácticas relacionadas con los fallecidos no solo son inútiles, sino que van en contra de la voluntad revelada de Dios
 
1. Nunca trates de comunicarte con el fallecido o invocarlo

La Biblia prohíbe estrictamente cualquier intento de comunicarse con los muertos o invocar sus espíritus. Esto incluye prácticas como el espiritismo, la necromancia o cualquier forma de consulta a los fallecidos.
 
La Biblia enseña en: Deuteronomio 18:10-12: "No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas". Dios considera estas prácticas una abominación porque usurpan Su autoridad soberana sobre la vida y la muerte.
 
Levítico 19:31: "No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios". Invocar a los muertos contamina al creyente y lo aparta de la confianza exclusiva en Dios.
 
1 Samuel 28:7-19: El relato de Saúl consultando a la médium de Endor para invocar a Samuel es un ejemplo claro de desobediencia. Aunque el texto describe una aparición, esta práctica lleva a Saúl a un juicio divino, no a una bendición. Los reformados interpretamos esto como una advertencia, no como un respaldo. 
 
Intentar contactar a los muertos refleja una falta de fe en la soberanía de Dios y abre la puerta a influencias demoníacas (1 Timoteo 4:1). Como creyentes, nuestra comunicación debe dirigirse únicamente a Dios a través de Cristo, nuestro mediador (1 Timoteo 2:5).
 
2. Rezar por la salvación de un fallecido

La idea de orar por la salvación de alguien que ya ha muerto carece de fundamento bíblico y contradice la enseñanza de que la redención solo está disponible en vida.
 
La Biblia enseña en: Hebreos 9:27: "Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio". Este versículo no deja espacio para un cambio en el destino eterno tras la muerte. El juicio sigue inmediatamente, y la suerte está echada.
 
Lucas 16:19-31: En la parábola del rico y Lázaro, Jesús describe un "gran abismo" entre el lugar de los justos y los impíos, imposible de cruzar después de la muerte. El rico no puede ser ayudado, ni siquiera por intercesión.
 
2 Corintios 6:2: "He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación". La oportunidad de salvación está limitada al presente, durante la vida terrenal. 
 
La salvación es un acto soberano de Dios basado en la fe del individuo en Cristo mientras vive (Juan 3:36). Orar por la salvación de un fallecido implica que la obra de Cristo no es suficiente o que Dios cambia Su juicio, lo cual contradice Su justicia y santidad (Romanos 2:5-11). 
 
Nuestra responsabilidad es orar por los vivos y predicar el evangelio mientras hay tiempo (Mateo 28:19-20).
 
 
3. Misas o plegarias para liberar el alma del difunto o ayudarlo a alcanzar la salvación


Las misas o plegarias con la intención de liberar un alma del supuesto "purgatorio" o ayudarla a alcanzar la salvación no tienen base bíblica y niegan la suficiencia de la obra de Cristo.
 
La Biblia enseña en:Colosenses 2:13-14: "Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz". La obra de Cristo es completa; no requiere adiciones humanas después de la muerte.
 
1 Juan 1:7: "La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado". La purificación es total para los creyentes en vida, no hay necesidad de un proceso póstumo.
 
Romanos 8:1: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús". Los salvos no necesitan liberación después de la muerte, y los no salvos no pueden ser redimidos por nuestras oraciones.
 
El concepto de purgatorio, popular en la tradición católica, no aparece en la Biblia. Pasajes como 1 Corintios 3:13-15, a veces citados para apoyar esta idea, hablan del juicio de las obras de los creyentes, no de un estado intermedio de purificación. Desde la perspectiva reformada, la salvación es un regalo recibido en vida por fe (Sola Fide), y la idea de misas o plegarias para "ayudar" al difunto sugiere que la gracia de Dios es insuficiente, lo cual es contrario a la doctrina de la justificación (Gálatas 2:21).
 
 
Resumen: La oportunidad de redención solo está disponible en vida

La Biblia nos llama a vivir en obediencia a Dios y a confiar en Su justicia y misericordia. Intentar comunicarnos con los muertos, orar por su salvación o realizar rituales para "liberar" sus almas carece de apoyo bíblico y refleja una falta de confianza en el plan perfecto de Dios. En lugar de enfocarnos en los fallecidos, nuestro deber como cristianos es orar por los vivos, compartir el evangelio y vivir vidas que glorifiquen a Dios (Filipenses 1:21). La muerte marca el fin de la oportunidad de redención, pero también el inicio de la certeza en las manos del Juez justo (Apocalipsis 20:12-13).

miércoles, 19 de marzo de 2025

Daniel 4:35 y Efesios 1:4-5 - La Soberanía de Dios y la Predestinación: Una Perspectiva Bíblica Reformada.




Una imagen celestial con un trono dorado en el centro, rodeado de nubes esponjosas y un cielo dramático con tonos de azul y dorado al atardecer. En el fondo, se ven montañas difuminadas entre las nubes. Sobre la imagen, hay un texto en español en letras grandes y negras que dice "SOBERANÍA DE DIOS", seguido de "PREDESTINACIÓN" en letras amarillas, y debajo, en letras blancas más pequeñas, "CAMINANDO CON JESÚS".




"Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, ni le diga: ¿Qué haces?".

Daniel 4:35


"Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad".

Efesios 1:4-5 
 
La doctrina de la soberanía de Dios y la predestinación ha sido, a lo largo de la historia de la iglesia, tanto una fuente de consuelo como un campo de batalla teológico. Para algunos, estas verdades bíblicas son un refugio que exalta la grandeza de Dios y la seguridad de la salvación. Para otros, sin embargo, son conceptos que generan incomodidad, confusión o incluso rechazo. ¿Es Dios arbitrario al predestinar a algunos para la salvación y a otros no? ¿Elimina esta doctrina la responsabilidad humana, convirtiéndonos en meros títeres de un destino inescapable? ¿O acaso exalta el libre albedrío humano por encima de la autoridad divina, como sugieren algunos? Estas preguntas no son nuevas, pero requieren una respuesta clara y fiel a las Escrituras desde la perspectiva reformada.

En este artículo, exploraremos la soberanía de Dios y la predestinación desde un enfoque bíblico y reformado. Abordaremos las controversias y malentendidos comunes, demostrando que esta doctrina no solo es coherente con la Palabra de Dios, sino que también es un estímulo para la humildad, la adoración y la confianza en la gracia soberana de nuestro Creador.

La Soberanía de Dios: El Fundamento de la Predestinación

Antes de sumergirnos en la predestinación, debemos establecer el cimiento sobre el cual se construye: la soberanía absoluta de Dios. La Biblia declara en múltiples ocasiones que Dios es el Rey supremo sobre toda la creación. En Daniel 4:35, leemos: "Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, ni le diga: ¿Qué haces?". Este versículo encapsula una verdad inescapable: nada ocurre fuera del control de Dios. Desde las estrellas en el firmamento hasta los eventos más pequeños de nuestra vida, todo está bajo Su dominio.

Salmo 115:3 añade:

"Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho".

Esta soberanía no es caprichosa ni tiránica; es la expresión de un Dios santo, justo y bueno cuya voluntad es siempre perfecta. Como escribe el teólogo reformado Louis Berkhof: "La soberanía de Dios es la base de toda religión verdadera. Sin ella, no hay certeza de que Sus promesas se cumplan ni de que Su plan redentor llegue a su consumación".

Cuando hablamos de predestinación, no podemos separarla de esta realidad. La predestinación es simplemente la aplicación de la soberanía de Dios al ámbito de la salvación.

Efesios 1:11 afirma que Dios "hace todas las cosas según el designio de su voluntad". Esto incluye la elección de aquellos que serán salvos, un acto que no depende de méritos humanos, sino de Su propósito eterno.


La Predestinación en las Escrituras

La Biblia no titubea al hablar de la predestinación. Uno de los pasajes más claros es Efesios 1:4-5: "Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad". Aquí vemos que la elección de Dios no es una reacción a nuestras acciones, sino una decisión eterna tomada antes de que el mundo existiera. No se basa en lo que hacemos, sino en el "puro afecto de su voluntad".

Romanos 8:29-30 ofrece una cadena de oro que conecta la predestinación con la glorificación:

"Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó".

Este pasaje demuestra que la predestinación es parte de un plan divino completo que asegura la salvación de los elegidos desde el principio hasta el fin.

Juan 6:37 refuerza esta verdad con las palabras de Jesús:

"Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera".

Aquí vemos la soberanía de Dios (el Padre da) y la responsabilidad humana (vendrá a mí) entrelazadas, un tema al que volveremos más adelante.


Controversias y Malentendidos

A pesar de la claridad bíblica, la predestinación ha sido objeto de controversias y malentendidos. Uno de los más comunes es la acusación de que hace a Dios parecer arbitrario o injusto. "¿Cómo puede Dios elegir a algunos y no a otros sin ser parcial?", preguntan algunos. Esta objeción surge de una visión antropocéntrica que asume que los seres humanos merecen algo de Dios. Sin embargo, Romanos 9:14-15 responde directamente:

"¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Porque a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca".

La justicia de Dios no está sujeta a nuestras normas; Él es el alfarero, y nosotros somos el barro (Romanos 9:21). Su elección no es injusta porque nadie merece la salvación; todos merecemos condenación por nuestro pecado (Romanos 3:23).

Otro malentendido es el hipercalvinismo, que lleva la predestinación a un extremo que niega la responsabilidad humana. Los hipercalvinistas argumentan que, si Dios ha predestinado todo, no hay necesidad de evangelizar o de exhortar a las personas a arrepentirse. Sin embargo, esto contradice las Escrituras. Jesús mismo dijo:

"Arrepentíos y creed en el evangelio" (Marcos 1:15), y Pablo escribió: "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?" (Romanos 10:14). La soberanía de Dios no anula los medios que Él ha establecido, como la predicación del evangelio.

Por otro lado, el arminianismo exalta el libre albedrío humano por encima de la soberanía divina, sugiriendo que la elección de Dios depende de la decisión del hombre de aceptar o rechazar a Cristo. Aunque esta visión parece preservar la justicia humana, socava la gracia soberana. Si la salvación depende de nuestra elección, entonces no es completamente por gracia. Efesios 2:8-9 refuta esto:

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe".


La Responsabilidad Humana y la Gracia Soberana

Uno de los aspectos más bellos de la perspectiva reformada es cómo armoniza la soberanía de Dios con la responsabilidad humana. Aunque Dios predestina, las Escrituras nos llaman constantemente a actuar. Hechos 17:30 dice:

"Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan".

Este mandato es universal y genuino, aunque solo los elegidos responderán por la obra del Espíritu Santo en sus corazones.

Juan Calvino abordó esta tensión con sabiduría: "La predestinación no es un obstáculo para la fe, sino un estímulo para la humildad y la adoración". Lejos de desalentarnos, la predestinación nos humilla al recordarnos que no hay nada en nosotros que merezca la salvación. Al mismo tiempo, nos impulsa a adorar a un Dios cuya gracia es tan poderosa que vence nuestra rebelión.

Un ejemplo práctico de esta armonía se encuentra en Filipenses 2:12-13:

"Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, [...] ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad".

Aquí vemos el mandato humano ("ocupaos") y la obra soberana de Dios ("Dios es el que produce") trabajando juntos.


Implicaciones Prácticas de la Predestinación

La doctrina de la predestinación no es un mero ejercicio teológico; tiene implicaciones profundas para nuestra vida cristiana. Primero, nos da seguridad. Si Dios nos ha elegido desde antes de la fundación del mundo, nada puede arrebatarnos de Su mano (Juan 10:28-29). Segundo, nos motiva a la santidad. Efesios 1:4 nos dice que fuimos predestinados "para que fuésemos santos y sin mancha", un llamado a vivir de acuerdo con nuestro propósito divino. Tercero, nos impulsa a la misión. Aunque Dios ha predestinado a los suyos, Él usa la predicación del evangelio como el medio para llamarlos (Romanos 10:17).

El predicador reformado Charles Spurgeon lo expresó así: "Creo en la doctrina de la elección porque estoy seguro de que si Dios no me hubiera elegido, yo nunca lo habría elegido a Él; y estoy seguro de que Él me eligió antes de que yo naciera, o de lo contrario nunca me habría elegido después".


Un Llamado a la Adoración

La soberanía de Dios y la predestinación no son doctrinas para temer o rechazar, sino para abrazar con reverencia y gratitud. Nos recuerdan que la salvación es un regalo inmerecido, obra de un Dios que hace todo según el designio de Su voluntad. Lejos de ser arbitrario o injusto, Él es el Dios de toda gracia, que "quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 2:4), y que ejecuta Su plan redentor con justicia y amor.

Que esta verdad nos lleve a postrarnos ante Él, diciendo con el salmista: "Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos" (1 Crónicas 29:11). Que nos humille, nos consuele y nos impulse a proclamar Su evangelio, confiados en que Él cumplirá Su propósito eterno.