viernes, 19 de diciembre de 2014

LAS ORACIONES QUE DIOS CONTESTA



¿Es realmente cierto que Dios hace lo que sea que pidamos en el nombre de Jesús? Si no lo hace, parece estar mintiendo. Pero, como todo versículo de la Biblia, leer correctamente el contexto nos ayuda a aclarar el verdadero significado del texto. Empecemos leyendo todo el pasaje: 

“Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:13-14).

La respuesta a si Dios hace lo que pedimos está en la motivación detrás de nuestra oración. El contexto lo deja claro. Entonces, si queremos saber si Dios hará lo que pedimos, debemos hacernos las siguientes preguntas.

¿Será el Padre glorificado en el Hijo con mi petición?  

Romanos 11:36 dice que “todas las cosas son para Él”. La manifestación de su gloria es el propósito final y superior en TODO lo que Dios hace. Por eso dice el versículo 13, “…para que el Padre sea glorificado en el Hijo” como el propósito por el cual Dios hace lo que pedimos.

Jesús nos dio un ejemplo muy claro del tipo de peticiones que están motivadas por un deseo de la gloria de Dios cuando explicó el propósito de la muerte de Lázaro (Juan. 11:4), 
“Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.  

Cuando Jesús oró para que Lázaro resucitara, ¡Dios contestó!

2. En qué confío, ¿en la sabiduría de Dios o en la mía?

Justo después de la promesa de siempre hacer lo que pidamos, está la promesa del Espíritu Santo. Jesús promete que no nos dejará huérfanos (v.18). Esta dependencia y guía del Espíritu es lo que debe regir nuestras peticiones. Dependemos de la guía del Dios sabio para tomar decisiones sabias y vivir correctamente la vida cristiana. 


¿Sabemos realmente qué es lo que es mejor para nosotros? Si realmente consideramos que Dios es más sabio que nosotros, diremos junto con el apóstol Pablo, 

“No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y Aquél que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque El intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios” (Romanos. 8:26-27).
Dependemos de la guía del Dios sabio para tomar decisiones sabias y vivir correctamente la vida cristiana.
Esto significa que al pedirle cosas a Dios, debemos hacerlo en un espíritu de humildad y dependencia. Debemos procurar una actitud que muestre fe: 

“A mí me gustaría que hicieras esto, pero sé que tú ves un panorama mucho más extenso y profundo que el que yo puedo ver. Por favor, haz lo que el Espíritu está intercediendo por mí ahora”. 

Ese es el tipo de oración que glorifica al Padre; el tipo de oración que muestra dependencia y confianza en su soberanía y su superioridad para conocer el mejor lugar al que nos puede llevar como sus hijos. Ese lugar pudiera ser la escasez económica, la enfermedad o aun la muerte. ¿Por qué querríamos que Dios nos diera algo menos que lo mejor? Y solo Él sabe qué es lo mejor realmente.

3. ¿Quiero lo mismo que quiere Dios?

Hace poco hice un estudio sobre el Padre Nuestro basado en una serie de mensajes por David Platt. En uno de los mensajes David decía,

 “Desea lo que Dios desea, y luego pide lo que quieras”. 

Me parece que allí está la verdadera clave de que una oración sea contestada. 

Entre más vayamos creciendo en santidad hacia ser más como Cristo en nuestra manera de pensar, más oraciones veremos contestadas. 

Por eso dice el versículo 15, inmediatamente después del texto que estamos considerando, 
“Si me amáis, guardad mis mandamientos”. 

Nuestro amor a Dios siempre se verá reflejado en las cosas que deseamos, porque lo que deseamos es un reflejo de lo que valoramos. Jesús dice que el reflejo de nuestro amor por Él es cómo valoramos sus mandamientos en nuestras vidas.
Entre más vayamos creciendo en santidad hacia ser más como Cristo en nuestra manera de pensar, más oraciones veremos contestadas.
Este concepto lo vuelve a reforzar Juan en el capítulo 15 versículo 16: 

“…y os designé para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”. 

Dios quiere que llevemos fruto, por lo tanto, cada vez que pidamos llevar fruto y que ese fruto permanezca, no tengamos la menor duda: Dios contestará esa oración.

Conclusión

La oración no es para que Dios se someta a nosotros, sino para que nosotros nos sometamos a Dios. Y esa es la verdadera fe. La que hace cosas sobrenaturales y mueve montes. La que muestra que Dios hará cualquier cosa que lo glorifique. Y cada vez que pidamos que Jesús sea glorificado en la manera que Dios conteste nuestra oración, tengamos por seguro que lo hará, aunque signifique arrancar un monte de su lugar para echarlo al mar. Pidámosle a Dios llevar fruto para su gloria. Solo Dios sabe en su infinita sabiduría cómo y dónde lo hará. Pero sí, lo hará.  

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