La
mayoría de nosotros conocemos la historia de la mujer que estuvo enferma de
flujo de sangre durante doce años, según lo narrado en
Mateo 9:20-22, Marcos 5:25-34 y Lucas 8:43-48, la cual fue sana tras su encuentro con Jesús.
Ahora
bien, en muchas oportunidades he escuchado a algunos predicadores narrar esta
historia y enseñar sobre el hecho de que dicha mujer “fue sana por tocar el manto del
Señor”, pero ¿Qué hay de
cierto en este enfoque? ¿La mujer fue sana realmente por el simple hecho de
tocar el manto? ¿Fue sanidad lo que recibió o al menos lo más importante?,
veamos que dice Mateo al respecto:
“Y he aquí una mujer enferma de
flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás (a Jesús) y tocó
el borde de su manto; porque decía
dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva. Pero Jesús,
volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora. (Mateo
9:20-22 RV1960)
Comencemos
primero por lo primero, el enfoque sobre el hecho de sufrir ese azote por doce
años:
1.-
La aflicción de esta mujer no fue grave solo físicamente, también la mantenía
impura permanentemente por razón ceremoniales.
“Y la mujer, cuando siguiere el
flujo de su sangre por muchos días fuera del tiempo de su costumbre, o cuando
tuviere flujo de sangre más de su costumbre, todo el tiempo de su flujo será inmunda como en los días de
su costumbre.” (Levítico
15:25 RV1960)
Esto
significa que debió haber sido rehuida por todos, incluyendo su propia familia
y excluida de la sinagoga y el templo.
2.-
Para la época era una práctica común en los casos de enfermedades graves,
consultar a muchos y a diferentes médicos y recibir una gran variedad de
tratamientos. Estos eran, con frecuencia, incompatibles entre sí, abusivos y
por lo general, hacían empeorar la situación antes que mejorarla. Lucas (el
médico) en el capítulo 8:43 sugiere que la mujer no pudo recibir ayuda porque
su enfermedad era incurable.
“Pero una mujer que padecía de
flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo
cuanto tenía, y por ninguno había
podido ser curada.”
(Lucas 8:43 RV1960)
Bajo
estos dos aspectos podemos hacernos una imagen más clara del sufrimiento de dicha
mujer, el cual no era solamente corporal sino emocional, económico y social, PERO…
¿Qué
tal en lo espiritual?... después de tantos años de sufrimiento, rechazo y desprecio cualquiera
optaría por negar siquiera la posibilidad de la existencia de Dios, posición
que ella nunca tomó:
“Cuando oyó
hablar de Jesús, vino por detrás entre
la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida
la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel
azote.” (Marcos
5:27-29 RV1960)
1.- La mujer había oído hablar de Jesús: Ella
sabía quién era Jesús, no era un desconocido para ella, seguramente ya había
escuchado sobre lo que Él predicaba y lo que estaba haciendo bajo el respaldo
de Dios y Su Santo Espíritu, conocía el Poder que sobre Él reposa y lo que Él
es capaz de hacer.
2.-
Si tan sólo
pudiera tocar su ropa, quedaría sana: Ella reconoció el Poder de
Jesús y Su autoridad para sanar y sabía que tan grande es Su Poder, que no
necesitaría más que tocar un pedazo de su vestimenta, ella sabía que no era
necesario ningún ritual, palabra o acción para recibir el Poder de Dios, más
que acercarse a Él lo suficiente para tocarlo.
3.-
Cuando la
mujer vio a Jesús, se abrió paso entre la gente: Luego de doce años
de padecimiento, ella claramente sabía lo que es ser rechazada, aun por su
familia, pero esto no la detuvo para llegar a Jesús, ella no permitió que
obstáculo alguno se interpusiera entre ella y el Señor, fue valiente y se
esforzó por alcanzar al Maestro, ya que sabía claramente de quien se trataba y
en nombre de quien hacía lo que hacía.
Ahora
después de esto surgen dos preguntas importantes que debemos respondernos:
1.- ¿Qué sanó a esta mujer, el
tocar el manto o su Fe en aquel que portaba la prenda?
Después
de ahondar en lo anterior podemos darnos cuenta claramente que en ningún
momento su fe estaba puesta en una prenda de vestir ni mucho menos, ella sabía
que el Poder que emana de nuestro Señor así como Su Misericordia podrían acabar
con su sufrimiento de tantos años, lo único que tenía que hacer era ir tras Él,
buscarlo, estar a su lado y postrase ante Él.
“Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo
que en ella había sido hecho, vino y
se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.” (Marcos 5:33 RV1960)
“Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; vé en paz, y queda sana de tu
azote.” (Marcos
5:34 RV1960)
2.-
¿Fue solo sanidad lo que recibió?
Acabamos de observar en Marcos 5:34 lo que Jesús le dice a esa mujer
una vez que ella está frente a Él, ahora veamos que dice Mateo y Lucas:
“Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo,
hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer
fue salva desde aquella hora.”
(Mateo 9:22 RV1960)
“Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; vé en paz.”
(Lucas 8:48 RV1960)
La
declaración pública de Jesús acerca de la fe de la mujer y sus resultados se
demuestra en el uso de la palabra griega utilizada normalmente en el Nuevo
Testamento para referirse a la Salvación del pecado, lo que sugiere también que
la fe de la mujer le dio Salvación espiritual.
Este mismo
ejemplo lo podemos ver en Lucas 17 en la historia narrada acerca de los diez
leprosos que son sanados por Jesús:
“Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba
entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro
diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz,
diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les
dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron
limpiados. Entonces uno de ellos,
viendo que había sido sanado,
volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se
postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era
samaritano. Respondiendo Jesús, dijo:
¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo
quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.” (Lucas
17:11-19 RV1960)
En
este caso nuevamente la persona que ha tenido fe en el Señor no solo ha
recibido sanidad, sino que además ha sido galardonado con la SALVACIÓN, la cual
sabemos no es por obras, sino por Fe en Jesús, (Gálatas2:16 / Efesios 2:8-9 / Tito 3:5) la cual es lo más importante y en estos
versículos que hemos tocado (como en muchísimos otros) la principal enseñanza
no es sobre sanidad, ni sobre telas milagrosas, lo que las Escrituras enseñan
en estos párrafos es sobre la FE puesta en nuestro Señor y la Salvación, que
solo puede ser por nuestra fe en Jesús.
“Jesús
le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí.” (Juan
14:6 RV1960)
Seamos
como estos hermanos que creyeron fielmente en Jesús, pongamos toda nuestra fe
solo en Él, busquemos día a día estar más y más cerca de Nuestro Salvador, no
nos preocupemos por sanidad corporal (Mateo 6:33), no seamos como los nueve leprosos que una vez sanos
se olvidaron de aquel que los sanó y siguieron con sus vidas sin mirar atrás,
fueron sanos para vivir en este mundo finito y banal pero enfermos y muertos
para vivir por la eternidad, seamos como la mujer de flujo de sangre que sin
importar el rechazo, el sufrimiento y el dolor, tenía los ojos puestos en Jesús
y toda su fe volcada sobre Él, el único Digno, Santo y Fiel, tratemos de
parecernos a estos personajes, pero más allá tratemos de ser como Jesús,
nuestro modelo perfecto del Hijo que Dios desea.
Dios
les continúe Bendiciendo, Gracia y Paz a sus vidas.
Si deseas conocer más acerca del manto Judío aquí dejo los links: